La Reina: El inicio de la leyenda

Capítulo 17

Milickan se ha marchado hace cerca de dos horas, un acto por el cual estoy más que agradecida y no siento ninguna clase de culpa al respecto.

Su presencia, su encuentro, su toque sobre mi piel, su rostro tan cerca… no dejo de revivir aquella sensación tensa y de resquemor que no deseo volver a repetir. Tan ajeno y lejano… tan incorrecto.

Otra memoria llega con más fuerza, suplantando el toque de Milickan y son aquellos ojos en la distancia, aquel brillo capturado en su marea verde.

No puedo quitar la imagen de Jhuriel, en como por ese instante se dejó llevar, lo que me transmitió a traves del silencio.  

—¿Pasa algo, lady Sharon? Parece ausente y siendo sincera no me gusta verla de esa manera tan perdida, es… un poquito aterradora —Vrina zarandea mi hombro.

Por suerte la taza de té descansa en la encimera y no en mis manos.

—Pasa que Milickan ha estado en mi hogar y si lo vieron salir que es lo más seguro, el rumor no va a tardar en disiparse —sacudo la cabeza—. Llegará a oídos de muchos si no es que ya lo saben —siseo, molesta.

La joya que descansaba en el centro de mi cuello ahora se esconde en el fondo de una caja.

—Las personas no conocen la discreción —murmura. Loren le da una mirada severa.

—Mira quien lo dice —Giulio quien nos acompaña en la mesa, se mofa de la chica. Vrina no parece indignada.

—La diferencia es que yo no divulgo ningún rumor, esos quedan entre nosotros —dibuja un círculo, señalando a los cuatro que estamos en la isla de la cocina—. Y agradezcan que se los cuento. No hacen más que echarme la bronca cuando sé que les gusta ser chismosos.

—Eso es muy cordial de tu parte, Vrina —Loren se lleva la taza a los labios, ocultando la sonrisa cuando las mejillas de la pelirroja se tornan del mismo color que su cabello.

—Ni siquiera voy a decirte nada, Loren —hace una mueca.

—Los caballeros los vieron juntos, muy juntos —elevo mis ojos a Giulio quien se encuentra sentado frente a mí, junto a Loren. Se encoge de hombros—. ¿Siquiera es bueno?

—Fue un momento de debilidad, solo me distraje —me excuso. Giulio y Loren bufan. Vrina rueda los ojos.

—El Rey no va a parar, no ahora y menos después de tanto tiempo —afirmo con un asentimiento, dándole la razón a Giulio.  

—Nunca lo ha hecho en realidad. Ha sabido como mantener su imagen y sus intenciones al margen, cree que ya ha pasado el tiempo suficiente para volver a intentarlo, es lo que está haciendo —los tres se quedan en silencio. No hay mucho que decir ante lo evidente—. Por cierto… ¿han visto a Sir Jhuriel? —la pregunta sale de manera automática. Los tres espabilan.

—¿Ahora pregunta por él? —Vrina parece interesada. Ni siquiera ha tocado su taza ya que no ha parado de hablar desde la media hora que llevamos reunidos.

—Creí que… estaban guardando la distancia. No los he visto conversar en varios días —niego hacia Giulio.

—Estamos en paz —digo, cautelosa—, sin embargo, nada me exime preguntar por él. Digo… se supone que es mi guardia personal.

Llevo la taza tibia a mis labios, ocultando el nerviosismo en mi cuerpo. Me he delatado sola.

—Jhuriel salió poco después que su Majestad marchara —responde Giulio, sacándome de la tensión.  

La derrota me invade y no comprendo ¿Por qué precisamente? He sido yo quien le ha pedido la distancia desde aquella noche. He hablado con él esta misma tarde antes de que Milickan interrumpiera. La presencia del caballero en realidad fue grata.

Lo quiero lejos, también cerca. Quiero su distancia, pero también anhelo su cercanía y ahora solo quiero golpearme la cabeza. Mi mente en realidad es una maraña confusa a la cual debo poner orden.

—Entiendo. Sus otras obligaciones tendrán. Da igual —me trago las palabras mientras observo la taza en mis manos.

—¿Por qué el interés? —pregunta Vrina con curiosidad. Acerca su rostro al mío, con sospecha y alentado por una respuesta.

—Bueno, Vrina solo es una pregunta casual, no tiene por qué existir un trasfondo a cada cosa relacionada con él —retrocedo por protección. La chica entrecierra sus ojos sin creer lo que digo.

—Eso es nuevo viniendo de usted, lady Sharon teniendo en cuenta la relación tirante que tenían hasta hace poco y luego, de la nada, la distancia —las palabras de Vrina me golpean.

Busco a Loren en busca de ayuda, pero la chica parece estar de acuerdo con lo que dice Vrina al igual que Giulio. Me siento acorralada ante el escrutinio de los tres, aun así, mantengo un rostro neutro a pesar del nerviosismo que recorre mi cuerpo

—Se llama honor. Eso no va a cambiar —Loren ríe entre dientes.

—Lo que usted diga, lady Sharon si eso quiere creer, pero no olvide que tenemos ojos que todo lo ven —giro mi cuello y observo a Loren con un atisbo de indignación.

Suspiro.

Ella sonríe y los otros dos le siguen, por suerte el tema de la conversación cambia hasta que cada quien debe volver a sus obligaciones o al menos ellos sí.

.

Subo las escaleras hasta el segundo piso con intención de pausar todos los pensamientos que se atraviesan y se vuelven una maraña confusa.

Las pinturas se encuentran en mi habitación y retomo la idea de descartar el lienzo no terminado porque entonces, las palabras de Jhuriel están ahí, invadiendo, haciendo ruido, burlándose, haciéndome ver que no estoy en control de lo que ellas causan.

Debo dejar de pensar en el caballero, no tendría por qué hacer dudar mi cordura de esa manera.

.

Las doncellas se retiran en medio de una reverencia cuando dejan la bandeja con comida frente a mi exactamente a las siete de la noche como es la hora habitual.

Agradezco con una sonrisa sincera que desaparece en el momento que abandonan la estancia.

Sumida en el eterno y asfixiante silencio de la estancia en donde ni un solo ruido, ni un soplo, ni siquiera el viento o la chimenea crepitando se alzan, me gritan cuan sola y vacía me encuentro en ese momento o quizá el frívolo desierto siempre ha estado ahí con la diferencia que ahora se materializa y se vuelve más real.




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