La Rosa Blanca

El barco abandonado

Reparar una vieja barca no es tarea fácil.

Sacarla del agua es toda una proeza. No es que pesase una tonelada, peo empujarla por la arena es agotador. Además, no hay mucha luz en la cueva, precisamente. Ana y Daniel se han visto obligados a recopilar algunas lámparas de aceite para alumbrar la caverna y, aun así, apenas ven más allá de un par de metros del recinto delimitado por la luz de las velas. Las lámparas las han robado de casa del prometido de la joven. Cristina tiene todo un basurero en ese salón de bailes, no va a darse cuenta de que faltan algunas lámparas de su colección.

Una vez sobre la arena, el aspecto de la embarcación es aún menos alentador. Tal vez sea más simple conseguir una nueva o, construirla de cero. Pero ya que la entrada es demasiado pequeña para meter una barca, no les queda más remedio que arreglárselas con lo que tienen.

Ahora que pueden estudiar mejor el trabajo a realizar, es hora de conseguir el material necesario para ello. Menos mal que Daniel tiene experiencia en arreglar embarcaciones.

-Yo traeré algunas de las herramientas de mi padre -se ofrece Daniel.

-¿No las echará en falta?

-Espero que no. De todas formas, será mejor irlas trayendo conforme las necesitemos. Para levantar menos sospechas. Y también necesitaremos madera. Pero no vale cualquier madera. Tendremos que cogerla del astillero. Y....

Daniel calla de repente.

Ana mira pensativa hacia la entrada de la cueva, como si hubiese visto algo sospechoso.

-¿Pasa algo?

-No. Solo es que tengo la sensación de estar haciendo algo prohibido –susurra ella.

-Ya, a mí me pasa lo mismo- le confiesa él-. Si te sientes más tranquila pagaremos por la madera. Pero entonces harán preguntas. ¿Y qué les diremos entonces? ¿Qué estamos arreglando una barca para explorar un barco semi hundido en una cueva secreta?

-Tienes razón Dani. Hay que mantener en secreto este lugar. Es nuestro refugio. Pero me gustaría no tener que esconderme para venir aquí.

-Te entiendo Ana, yo también me siento así.

-Sabes Daniel. Nunca me imaginé que un día incumpliría las normas.

-Yo tampoco. Pero si este lugar fue escondido con tanto recelo será por algún motivo. Deberemos saltarnos las normas si queremos averiguar el por qué.

-Estás irreconocible, Dani -le señaló ella-. Nunca pensé que te vería tan ilusionado por vivir una aventura.

-¿Tú no lo estás? Esto es lo más emocionante que nos ha pasado después de la visita de los piratas. ¿No te cansas de una vida monótona y sin emoción? ¿No tienes ganas de descubrir algún misterio y huir de la realidad por un rato?

-Tienes razón, Dani. A esas alturas el año que viene seré la señora de Alle. Una aburrida ama de casa bajo las órdenes de Cristina y una muñeca que Guillermo paseará por la alta sociedad como un trofeo de exposición. Un poco de acción no nos hará daño. Solo es arreglar una vieja barca podrida, ¿no?

-Sí, solo se trata de arreglar una vieja barca. ¿Nos vemos mañana en el astillero?

-No vayas tan deprisa, Daniel. ¿Cómo piensas traer hasta aquí la madera sin ser visto?

-Tienes razón, debemos ir paso a paso. ¿Alguna idea?

                     

El tiempo va empeorando conforme el verano se acaba.

Los días son más frescos y la lluvia más frecuente.

Pese a que han pasado casi dos meses desde el primer ataque, Rosa sigue sin soltar prenda. ¿No se da cuenta de que hay vidas en juego? ¿Tan importante es ese secreto para arriesgarlo todo por ocultarlo?

Pero lo que Peter no sabe es que en realidad no hay ningún secreto.

La respuesta a las preguntas de ese insistente pirata no las tiene su madre, Sino su hija.

En efecto, tras dos meses de duro trabajo en la cueva, la barca por fin está lista para ser usada.

Durante todo este tiempo los dos amigos se las han tenido que ingeniar para no ser descubiertos mientras trasladaban el material necesario para su propósito. No ha sido tarea fácil trasladar la madera sin llamar la atención. Han tenido que entrar a hurtadillas en el astillero e ir llevándose los bloques ya preparados para apaños de los pesqueros. Por otro lado, la vigilancia en el lugar ha ido aumentando ante la ovia presencia de "ladrones" por los alrededores. Aunque los pescadores creen que se trata de algún barco pirata que necesita reparaciones. Pero las batidas en su busca no han dado resultado. Además, a Ana le ha costado fuertes discusiones con su prometido debido a la cantidad de horas que ha pasado con Daniel escondidos de las vistas de todos. Pero soportar las habladurías y el riesgo de ser descubiertos, ha merecido la pena. Aun así, con contratiempos incluidos, y solo sus manos para la tarea, la barca está lista.

-¿Estas lista? -pregunta Daniel con tono excitado por la emoción.

-Sí, vamos allá.

Los dos jóvenes empujan la pequeña embarcación de nuevo al agua y, tomando una de las lámparas de aceite, suben a la barca que, milagrosamente, flota en la oscura orilla.

Ana sujeta la vela mientras Daniel rema en dirección al barco, cuyo esqueleto se distingue a lo lejos como un oscuro monstruo de la noche.

Cuando se acercan lo suficiente, casi ya bajo el casco de la nave, la vela ilumina un viejo letrero desgastado y borroso. Pero aún se puede intuir algunas letras, donde con un poco de imaginación se podía llegar a leer "La Rosa Blanca" en tinta de ese color.

                                          
–No puede ser -es todo lo que logra decir la muchacha asombrada, mientras que su acompañante observa el navío completamente boquiabierto. El viejo bergantín impresiona todavía más cuando uno se acerca a él. Los jóvenes lo contemplan con asombro. Tienen la sensación de haber viajado en el tiempo, o encontrarse ante un fantasma de madera que desaparecerá en el momento que dejen de mirarlo. ¿Realmente han encontrado el viejo barco pirata que se hundió junto al acanillado hace mas de cuarenta años?



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En el texto hay: romance, amor, piratas y tesoros

Editado: 04.10.2020

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