La Sexta Frialdad

Capítulo 2: De Camino

Eran alrededor de las 4:10 PM, mi vestido se había descosido y uno de mis zapatos se había caído al abismo.

En una de mis maletas llevaba un par de pantuflas, lastimosamente esa maleta también cayó al abismo.

Tan mala suerte podía tener yo en un día, decidí levantarme y seguir caminando.

Pensando en que mi pie ahora solo podía estar cubierto por una media y sin un zapato.

El camino no era pavimentado y estaba lleno de rocas.

Para llegar al siguiente lugar donde podía cocer mi vestido eran 40 min a pie.

Mientras recogía mis maletas para volverlas a colocar en mis brazos, un carruaje paso tan rápido y levantó tanto polvo que apenas podía ver...

Al despejarse mi vista de todo el polvo que había dejado el carruaje.

Pude ver a lo lejos una persona que me vigilaba, camine hacia ella para pedirle ayuda y cuando estaba a punto de acercarme, la persona inició a correr.

Yo también corrí tratando de perseguirla.

Baje mi mirada tan solo por un segundo, y al levantarla, la persona había desaparecido totalmente.

Trate de seguir sus huellas y al ver el suelo me di cuenta de que no había dejado huellas.

Se me hizo muy extrañó lo que había sucedido, ésto no tenía explicación, yo no podía estar loca.

Cuando de pronto volteé hacia atrás y vi la misma figura de la persona pero está vez tenía un perro, y ese perro trataba de perseguirme...

Recordé que el conductor del taxi había mencionado la figura de ese hombre con un perro.

El conductor me advirtió que si miraba al perro no corriera.

Recordé claramente las palabras de el — ¡Cuando veas que el perro se acerca a ti, no corras, ni le temas a su extraño rostro de tres ojos. Solo demuestrale que tú jugarias con el, el perro es como una persona rara, las personas malas le tienen asco, miedo y lo critican por su extraña forma. Pero si tú haces ésto el perro te atacará, en cambió, si no demuestras ninguno de estos y juegas con el. El perro regresará hacia su dueño y te dejara en paz! 

Hice exactamente lo que me dijo el conductor, no le mostré asco, miedo, y tampoco lo critiqué.

Solo jugué con él y le mostré amor, el perro no era malo ni feo solo necesitaba a alguien que le mostrará amor.

Luego de un tiempo, el perro regreso con su dueño y desapareció enmedio de la nada.

Seguí mí caminó casi descalza. Cuando de pronto a lo lejos mire una taberna.

Agilice mi paso para llegar un poco más rápido y así poder costurar mi vestido.

Entre a la taberna y estaba casi vacía, me senté en una esquina muy apenada.

Todos me veían con una mirada juzgadora por mi vestido, mi único zapato y mi media rota.

Un mesero amigable se acercó a mí, preguntandome si me encontraba bien.

-—¡Si, me encuentro bien solo tuve un inconveniente!, Es usted muy amable — contesté tranquilamente.

Me dio una pequeña sonrisa —¡si desea un lugar para cambiar su vestuario podríamos prestarle alguna habitación!, Por cierto ¿Quisiera pedir algo para comer o beber?—

—Podría traerme un vaso con agua y unos wafles por favor, y respecto a lo de la habitación también podría prestamela — respondí con una sonrisa de boca cerrada.

—Está bien señorita, le avisaré cuando esté lista la habitación — se dió la vuelta, yéndose con una media sonrisa.

Me marché al baño por un tiempo.

Me lave la cara y manos mientras me veía de reojo en el espejo del bañó.

Sentí una sensación tan extraña que hizo que me burlara de mi misma he hiciera algunas caras extrañas.

Luego de reírme mucho, sequé mis manos y salí del baño.

—Señorita podría seguirme, no se preocupe por las maletas yo las cargaré hacia la habitación — gritó con mucha empatía.

—Está bien — conteste sin molestía.

Mientras subíamos las escaleras me pinché con una astilla.

No podía gritar entonces solo fruncí mi cara, y cubrí mi boca para que no se me escapase ningún ruido.

Entre a la habitación agradeciendole al muchacho, cerré la puerta y luego me acomodé en la cama.

Levanté mí pié para sacar la astilla y luego se sacarla, quite lo poco qué quedaba de la media, desechandola en un basurero.

Me duché, me cambié y salí rápidamente de la habitación.

Bajé a la taberna para comer, y mientras escogía una silla para sentarme, podía sentir el olor de mis wafles.

Olían tan delicioso que hacían que mi estómago rugiera cada vez más fuerte.

El joven mesero me observó bajar con medias y me regaló unos botines que habían sido olvidados.

Habían sido olvidados tantos zapatos qué el mesero pudo encontrar esos botines justamente de mi talla.

Las personas de esa taberna eran tan amables que no sabía cómo agradecerle al mesero.

— Sus wafles están listos señorita — exclamó mientras los colocaba frente a mí.

Cerrando mis ojos y dando un gran suspiro, respondí— Gracias... ¡Ummmm!, huelen tan delicioso que podría comer muchos más —

— ¡Podría decir que el estómago de una mujer es tan delicado que te enfermarias si comes demasiado! — murmuró un joven desconocido.

—Nunca juzgues el estómago de una mujer — respondí al joven desconocido.

— Por cierto, me llamó Alahy. Podrías tratar de no comer mucho, quiero evitarte 6 días en la cama por un gran dolor de estómago —.

— ¡Ah sí!, esta bien dejaré de comer solamente si aceptas mi retó — conteste con una voz tentadora.

— Bueno, supongo que acepto. Pero dudó qué tengas en mente un retó tan bueno, eres una chica y las chicas nunca hacen buenos retos — exclamó Alahy con una voz frustrante.

— Señor Alahy. Le pediré que no le falte el respeto a la señorita, si no tendré que sacarlo de la taberna — exclamó el tan gentil mesero.

—Está bien, no me ofende — le respondí al mesero.
—Debido a que aceptaste mi oferta— mire de reojo agregando — ¡Podría traernos 24 emparedados por favor!…El retó constará de lo siguiente: comeremos 12 emparedados cada uno, el que pierda pagará y el que gané tendrá derecho a pedir lo que se le plazca —.




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