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Capítulo 27
Aurora Flecher
Abrí las cortinas permitiendo que el sol llegara hasta mi rostro. Era sábado, y me encontraba en mi departamento, con mi hijo, Harris, Sara y Lily. Tenía mucho por solucionar, ya que estuve desaparecida por tres días y creo que, si no fuese por él, hubiese sido más tiempo. Tomé una gran bocanada de aire cuando vi las maletas en la sala. Con todo lo que ha sucedido lo mejor es que le diga adiós a este lugar. Está claro que lo sucedido no fue casualidad y quien quiera que esté detrás de todo esto, me tiene a mí y a los míos, en el poderoso cristal de la lupa.
Me senté en el mueble y suspiré.
—Mis padres nos organizaron una cena de despedida —dijo Harris.
Sonreí —¡Oh! — fruncí el ceño después de haber analizado lo que había dicho.
El buen semblante de Harris se fue abajo — ¿No te agrada?
—Sí, solo que no me lo esperé — expliqué.
Mi novio sonrió y luego habló — Te sentará bien. La relajación que te traerá aquella cena te hará bien.
—Confío en que sí — respondí.
—¿Y qué sucederá con tu trabajo? — preguntó Lily.
—Renunciaré — solté sin más —Todo se volvió extraño desde aquella vez que me llamaron para lo del traslado. No sé, pero a veces pienso que alguien esta manipulando el sistema. — miré fijamente el florero de la mesita— Cuando pedí información sobre mi traslado lo único que me dijeron fue el día en el que debía irme. Ninguna otra información se me fue entregada.
—¡Eso sí que es extraño! — exclamó Sara — Pero no nos pongamos a pensar en teorías y conspiraciones, mejor invirtamos este tiempo para ir a comprar los vestidos que nos pondremos esta noche, porque si de algo puedes estar segura es que no te dejaremos sola esta noche.
Reí —Supongo que tienes razón—dije.
Este era el momento perfecto para salir y respirar, ya que Aleph se encontraba en sus clases de natación y no iba a regresar en las próximas horas, además estaba acompañado de Johanna y eso de cierta forma de reconfortaba.
Dejé a Harris en el departamento preparando unas cuantas cosas y me fui con Sara y Lily. En la madrugada Harris y yo hablamos bastante, de hecho, casi amanecimos. Tuve la oportunidad de contarle como habían sucedido las cosas y qué pensaba sobre lo ocurrido, a todo esto, él me escuchó silenciosa y atentamente, y no me pude sentir más agradecida y feliz por eso. En la mañana cuando nos despertamos retomamos la conversación y junto a él tomé la decisión de cambiarnos de vivienda y muy posiblemente de país.
Permití que Sara condujera porque yo sí que no podía, el estrés y los pensamientos no me dejarían.
—Cuando salgamos de la tienda tenemos que ir a comer helado — dijo Lily con una gran sonrisa en el rostro.
Después de la pequeña parada, seguimos y no tardamos ni diez minutos en llegar a la tienda.
Estando ahí las cosas se volvieron una auténtica locura. Nos deteníamos en medio de los pasillos para admirar y criticar alguna blusa, vestido o calzado y nos carcajeábamos de una forma tan escandalosa que las personas que se encontraban en el lugar se nos quedaban mirando indiscretamente. Buscamos en cada sección, pasillo y rincón de aquella tienda, y yo solo hacia malas caras ante cualquier vestido o prenda que se me presentara. Y no me culpen, eran horrorosos, para nada agradables ni elegantes.
—¡Uy! — gritó Lily con su vestido rosa chillón — ¡Me encanta! — la miré riendo — Este vestido pertenece a la última colección de mi diseñador favorito. — Sara y yo nos miramos y reímos.
—Dejen de burlarse — dijo Lily con una cara extraña — ¿Y si nos tomamos un pequeño descanso de dos horas y vamos a comer o a tomar? — puso una cara tierna.
—Estoy muy de acuerdo — habló Sara.
Suspiré — Está bien. ¡Vamos! — me animé.
Salimos de la tienda y nos dirigimos hacia el estacionamiento, entramos al vehículo y nos abrimos paso en la avenida.
—¿Qué hora es? — preguntó Sara mirando por la ventana.
—Son las 11:04 a.m. —respondí.
—Nos tardamos tres horas en la tienda — susurré con una molestia fingida.
Sara se echó a reír.
Escuché mi celular sonar, lo busqué entre mis bolsillos y tomé la llamada, pero antes miré la pantalla y se me aceleró el corazón al ver el nombre de la cuidadora de mi hijo— Hola Johanna, ¿qué sucede? — pregunté con el alma en las manos.
—Aleph y yo tuvimos que salir antes de que las clases concluyeran. Cuando íbamos de camino al instituto alguien parecía seguirnos, y tengo razones para creer que esa persona se encontraba en la misma sala de práctica del niño.
Las manos me empezaron a sudar, la respiración a cortar y el corazón a acelerar.
—¿Dónde están? — pregunté con una voz sumamente apagada.
—Nos dirigimos al departamento. Pero tranquila, el señor Alexander nos asignó más escoltas — el alma me volvió al cuerpo.
—Gracias Johanna. — colgué y me llevé las manos a la cara.
—¿Qué pasa Aurora?
—Mi hijo está en peligro — solté.
Intenté explicarles el suceso a las chicas, pero los nervios y las lágrimas que me amenazaban, no me facilitaron la narración. En lugar de eso, lo complicaron todo.
El vehículo en el que nos trasladábamos corría por las calles como si de una bala se tratara. Todo parecía una de esas películas en las que los malos perseguían a los buenos en las calles más concurridas, mientras sus corazones querían salir de sus pechos y sus pies soportaban todo el peso de sus cuerpos al correr tan agitada y rápidamente.
Los segundos se me hicieron más eternos que los minutos, y no sé porqué algo dentro de mi me gritaba que lo que había sucedido no era lo peor, que no era la media punta de mucho más grande de lo que yo o cualquiera podría pensar.