La Supervivencia de los Ocho Peones (libro 1)

Capítulo 4

Algo dio un golpecito en la mejilla de Kháli ¿Una gota de agua? Pasaron unos segundos y sucedió de nuevo, esta vez en su nariz, no era una gota de agua pues había dolido… De nuevo. Esa vez en su frente.  Para la cuarta, abrió los ojos lentamente, sentía que tenía tierra en ellos; sintió otro golpecito en el cuello. 

Se levantó con cuidado y con mucho dolor; no se había movido en todo el día; su cuerpo estaba entumecido. Había caído sobre una gran raíz que sobresalía de la tierra por lo que había dormido en una posición torcida. Se sentó, encorvó su espalda para estirar los músculos y pudo ver a Jim dormido a unos cuantos pasos atrás de ella.

El hecho de que aún estuvieran en el mismo lugar, quería decir que ni los gemelos tenebrosos ni la enorme mujer los había encontrado, era mejor continuar alejándose… por si alguno de ellos había sobrevivido. Luego de presenciar la lucha encarnizada, Kháli no pudo dejar de preguntarse cuál había sido el final de esa batalla. El sol ya brillaba con potencia, pero la sombra de los árboles los cubrió de manera que no pudieron notarlo. Sólo les había faltado unos cuantos metros para salir del bosque.

Hubo un pequeño ruido frente a ella y pudo ver cuando una piedra muy pequeña cayó cerca de su rodilla. Así que esos eran los golpecitos que había sentido.  Giró tratando de identificar el lugar de donde provenían, pero lo único que vio fue otra piedra lanzada a Jim; éste se movió, pero siguió durmiendo. Otra piedra lanzada, esta vez mucho más grande, debió darle en su nariz lastimada  porque lanzó un quejido y se levantó rápidamente a frotársela. 

-¡¿Por qué hiciste eso?! – preguntó furioso.

-¡No fui yo! – Se puso de pie y gritó, - ¡Hey! ¿Quién anda ahí? –Inmediatamente se cubrió la boca, recordando que se suponía que estaban huyendo. Obligó a Jim a ponerse de pie y comenzaron a correr en dirección a la salida del bosque. En pocos segundos dejaron de ser protegidos por los árboles para ser acariciados por la cálida luz del sol. 

–¡Alto!, – gritó una voz que provenía del lugar que habían abandonado. No sonaba como la de los gemelos, era más juvenil y menos gutural.

Se detuvieron y giraron en dirección al bosque. Pudieron distinguir una figura entre las ramas de un árbol, pero la penumbra todavía cubría sus facciones. Sin embargo, era claro que sostenía entre sus manos una especie de arma que apuntaba a ellos. 

¿Y ahora qué?, se preguntó ella temerosa, salían de un peligro para entrar directamente a otro. Si corrían les dispararía, y ellos no tenían como defenderse. 

–Baja tu bolsa, – le ordenó la figura a Kháli.

Temblando, ella obedeció y posó el bolsón sobre el suelo. Ni siquiera se había dado cuenta que estaba cargando con él todo ese tiempo.

–Descúbranse las muñecas– ordenó la figura.

Ella y Jim intercambiaron miradas. – ¿Qué?, – preguntó el último.

– ¡Que me muestren sus muñecas! 

Inseguros, se arremangaron sus suéteres y vieron con asombro que había marcas en sus brazos que no habían visto antes; eran líneas curvas de color blanco pálido que rodeaban toda la muñeca. 

-¡¿Qué son?! - le preguntó Jim al extraño.

-Ustedes díganmelo.

Kháli perdía la paciencia, se sentía demasiado expuesta. - ¡¿Cómo lo sabríamos?! ¡No las teníamos antes!

-¿Están armados?

Los dos intercambiaron miradas de nuevo. - Kháli, vámonos, - imploró su amigo en voz baja.

El extraño pareció escuchar, pues ágilmente descendió del árbol y se acercó dejando que el sol iluminara su rostro y luego el resto de su cuerpo. Kháli no pudo reprimir un suspiro de alivio; no era el hombre de marcas negras y por lo visto había decidido que ella y Jim no eran amenaza. 

Era un joven no mucho mayor que ellos, pero sí más alto; su camiseta negra y pants azules estaban sucios.

Kháli se relajó al ya no ser apuntada por su arma – ¿Por qué estabas atacándonos? - le preguntó cuando él pasó a su lado.

–Tenía que asegurarme que no eran enemigos. 

–No nos siguieron, – comentó Jim con poca atención al nuevo personaje y contemplando a los árboles, – ni los hermanos ni la mujer nos encontraron.

Ella miró la tranquilidad del bosque. –No, aunque tal vez siguen buscándonos.

– ¿Pero, por qué?

– No sé… ¡Oye! – gritó Kháli al ver que el muchacho estaba sentado registrando su mochila. – ¿Qué haces? ¡Eso es nuestro!

–Debo asegurarme que no tengan armas.

–Si tuviéramos armas, no las cargaríamos en la mochila, – replicó Jim. El muchacho se encogió de hombros, siguió inspeccionando hasta que encontró galletas, abrió el paquete y comenzó a comerlas – ¡Hey! – exclamó esta vez Jim acercándose.

Tranquilamente el muchacho le apuntó de nuevo con un artefacto extraño y Jim se detuvo.

–Llevo mucho sin comer, - anunció con la boca llena.

El estómago ya le rugía a Kháli, quien recordó que tampoco había comido desde el día anterior.  -Nosotros también tenemos hambre. - Se sentó a cierta distancia. El muchacho la miró, se quedó con las galletas y lanzó la mochila hacia ella. Con una mirada de recelo, Jim se sentó a su lado.



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En el texto hay: romance, batallasepicas, romance drama aventura

Editado: 01.05.2024

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