-Es un submarino, – se dijo Cai a sí mismo cuando despertó y se sintió desorientado al ver sus alrededores. Se sentó en su cama e inspeccionó su herida. Sorprendido, vio que se había transformado en una cicatriz ... una horrenda cicatriz.
-Tu primera marca como Guerrero, – dijo Julian entrando a la habitación, llevaba un costal en su mano, – obtendrás muchas durante toda tu vida así que acostúmbrate.
-Es horrible, – Cai estaba enojado, más por el hecho de que habían logrado herirlo que por la larga protuberancia.
-El kunab’al que supongo te esparció ayer esa Peón es un cicatrizante, actúa bastante rápido, pero la estética no es uno de sus objetivos. Sin embargo, como verás – hizo una pausa señalando su propia cicatriz en el rostro,- pudo ser mucho peor.
Cai bajó la mirada. Sí, pudo haber sido mucho peor. La que Julian tenía era horrible, era difícil verle el rostro y no sentir algo de repulsión hacia él. Su ojo izquierdo siempre se mantenía rojo y estaba inclinado hacia abajo, sus labios también estaban un poco deformes y toda su mejilla junto con su cuello del lado izquierdo parecía una hoja de papel que habían arrugado sin misericordia. Sin embargo, Julian hablaba sin rencor ni disgusto.
-¿Cómo obtuviste esa?, – se atrevió a preguntar Cai.
-Larga historia, – fue lo único que obtuvo. – Álida y tus compañeros quieren que sigas descansando el día de hoy, pero conozco a los de tu tipo así que ni trataré de convencerte, – continuó acercándole ropa a Cai quien ante la palabra compañeros se había puesto rápidamente de pie. – Te sugiero que te des un baño antes de salir.
Cuando Cai estuvo listo, los Peones prorrumpieron en la habitación.
-¡Cai! – exclamó Kháli al entrar y abrazarlo.
Cai se estremeció esperando dolor en su hombro, pero no sintió absolutamente nada. Kháli recordando la herida se separó rápidamente.
-Lo siento, – dijo ella preocupada.
Él estaba tan desconcertado como ella. -No me duele – afirmó.
Ella lo observó sin creerle, luego contempló la cicatriz e hizo una mueca de disgusto.
-Creo que deberíamos dejarlo descansar un poco más, – sugirió Reff.
-¡No! – exclamó Cai después de verificar que ninguno de sus compañeros estuvieran lastimados. – Ya estoy bien. ¿Dónde está esa mujer? La pelirroja.
-La lancé al ácido, – dijo Julian quien se había mantenido en silencio y con el rostro hacia la pared.
Todos se quedaron mudos.
Kháli rió nerviosa. - Eh, estás bromeando, ¿verdad?
Cai fue el único en no parecer impresionado. -¿Y cómo sabemos que no hay más personas que intentarán matarnos? –
-¿Por qué me lo preguntas a mí? Ustedes son los Guerreros. Ustedes debieron sentir la amenaza y estar listos para ella.
Se sentía como un regaño. La humillación reemplazó la preocupación en todos.
Kháli se aclaró la garganta y quiso saber: -¿Era la pelirroja una de los Guerreros Negros?.
-No, sólo era una fanática de ellos. Se encontrarán con muchos así. Algunos humanos e individuos de otros escaques conocen la historia de los Imperios y escogen uno de los bandos, convirtiéndose en entusiastas que quieren dañar a los Guerreros del Imperio enemigo.
Kháli suspiró. Apenas se habían levantado y ya se sentía cansada. No sólo debían vencer a Fausto y encontrar al resto de los Peones sino también debían estar alertas por otros enemigos.
-¿Por qué cargas eso? - preguntó Jim notando que Julian aún tenía el cuchillo ensangrentado.
Julian no respondió. -Desayunen. Luego hablamos.
Ahora que su compañero se encontraba sano, los Peones comieron con gran apetito. Ni Cai ni Diana sintieron la necesidad de compartir lo que había ocurrido la noche anterior y a pesar de que el primero había comido bastante, eso no impidió que se despertara con mucha hambre.
-¿Y ahora qué hacemos?, – preguntó Kháli a sus amigos, sus ojos desviándose a la cicatriz de Cai.
Con una sonrisa, Reff comentó: – Yo sugiero que revisemos el tablero de ajedrez para estar seguros de que el Peón por el que vamos sigue ahí.
-Tienes razón, – Kháli asintió y con una palabra extendió el tablero. Pudieron ver el mismo nombre del cementerio.
-Continúa ahí, – confirmó Kháli.
-Y Fausto lejos, – indicó Cai señalando la pieza del Alfil que se encontraba a varios escaques de distancia.
Julian llegó con ellos. - Vamos, - indicó con tono serio.
Intercambiaron miradas y lo siguieron hasta salir del compartimiento, y caminando llegaron al inicio de unas escaleras. Subieron a la parte superior del submarino y trataron de inhalar profundamente. Aire fresco no era exactamente como lo llamaría Kháli, más bien aire pesado, todo estaba cubierto de neblina y podían distinguir que aún navegaban por agua ácida, les era difícil respirar en ese ambiente.
Julian giró hacia ellos y los miró con gesto grave.
-El día de ayer lograron detener a su enemigo porque se trataba de una mujer pequeña ¿Qué tal si hubiera sido una persona más grande? ¿O con otro tipo de arma? ¿Qué ocurrirá si la próxima vez que atacan a alguno de ustedes, no está el resto para ayudar?