No negaré que, sin Diane, no hubiéramos vencido. Pero, ¿eso les da derecho a desmeritar el trabajo del Héroe? Diane hubiera muerto mucho antes sin su ayuda y fue él quien tomó el liderazgo de los ejércitos, comandando y luchando en el frente en contra de Noto’g’ri.
De Sangre y Ceniza: prólogo.
Xeli Stawer, segunda hija de Lord Haex Stawer y Lady Jhunna Stawer, gran señor y dama de Sprigont, curioseaba entre los libros de la biblioteca de la catedral del Héroe.
Las estanterías se desplegaban ante ella, bordeando los muros de la primera y segunda planta. Se alzaban majestuosamente, repletas de libros, como un deleitante lienzo; creaban pasillos de gran altura, como formando un pequeño laberinto.
El lugar estaba oscuro, la única luz procedía de los vitrales y de las pocas lámparas que apenas si iluminaban, pues su fuego no era más que una llama contenida, como aprisionada.
No podían permitirse más lámparas, naturalmente. Después de todo, las lámparas contenían fuego, y un accidente podría ocasionar la pérdida total de cientos, sino miles, de libros invaluables.
Así que Xeli cargaba con una lámpara de mano, avanzando con cuidado mientras ojeaba los libros. Buscaba uno en especial.
—¿Cuál es el libro que buscas? —preguntó Favel ojeando la pila de libros que llevaba el sacerdote tras de ellas. El hombre era quien se encargaba usualmente de cargar con los libros de Xeli.
—Lo sabrás en cuanto lo veas—respondió Xeli en tono conspiratorio.
—¿Por qué tanto secretismo? —preguntó Favel frunciendo el ceño, casi podría decirse que haciendo pucheros. Xeli rio ante esa idea—. ¡Llevas toda la mañana buscándolo! Déjame ayudarte.
Xeli se negó.
—Lo sabrás cuando lo veas, ya te lo dije.
—¿Y esos otros libros para qué los necesitas? Apenas si les has pegado un vistazo.
—Porque aún no los necesito. Pensaba dejarlos para más tarde.
Favel estuvo a punto de replicar.
—¡ja! —exclamó Xeli, interrumpiendo a Favel—. Ven, sostenme esto.
Xeli le tendió la lámpara de aceite y se dirigió rápidamente hacia la estantería. Lo había visto, ahí arriba. Xeli trajo una de las butacas, subió encima de ella y se paró de puntillas, extendiendo su brazo todo lo posible.
Entonces lo tomó entre sus manos.
Y sonrió. Hace años que no sostenía este libro.
La cubierta de cuero parecía recién renovada, haciendo un contraste con las hojas envejecidas del interior. En la portada se hallaba el grabado: Sangre Oscura.
—¡Lo tengo! —dijo Xeli, bajó de la butaca de un salto y mostró el libro a su amiga.
—¿¡Que haces con eso!? —exclamó Favel, aterrada. Se acercó a Xeli, lo suficiente para que el sacerdote no las escuchara—. Si Loxus se entera nos matará.
—No tienes por qué preocuparte—dijo Xeli, indicando a Favel y al sacerdote que siguieran caminando. Sostenía con triunfo el libro entre sus manos—. He hablado con Loxus. Me permitió tenerlo bajo una condición.
Favel frunció el ceño. Les costaba creerle.
Xeli siguió su camino, sonriente. Había deseado leer este libro hace tanto tiempo.
—Y… ¿no me dirás de que se trataba esa condición? —preguntó Favel después de un largo silencio.
Xeli sonrió de nuevo.
—No, no lo haré.
Favel suspiró.
—Está bien, pero espero que no sea nada que me involucre en algún otro quehacer.
Xeli rio en respuesta.
—¿Cómo va todo en el refugio? —preguntó la joven señora—. Hace mucho que no me paso por ahí.
—Las cosas están mejorando—dijo Favel, levantando la comisura de sus labios—. Ya no estamos tan saturados de gente, hace años no veía el lugar tan…
—¿Vacío? —aventuró Xeli.
—Tranquilo—corrigió Favel—. Kuxa parece por fin en paz, como si por fin tuviera tiempo para ella. Y puede dedicarse a lo que verdaderamente le gusta, que es cuidar de los niños.
—A veces el refugio parece más un orfanato que otra cosa—bromeó Xeli—. ¿Sabes la de veces que termine con el vestido arruinado por culpa de esos niños?
Favel pegó una risotada.
—Y eso que no has visto como está ahora, parece haber muchos más niños que antes—dijo Favel—. Son un completo caos, se me va a caer el cabello del estrés por su culpa.
» Pero, por primera vez en mucho tiempo no tenemos que preocuparnos por los gastos o que no podamos solventar a mucha gente. Por fin los refugiados pueden ir a trabajar en los campos o en lo que prefieran. Y todo esto gracias a ti.