Me enfurece. Lo siento en cada centímetro de mi cuerpo. Aprieto mis puños con fuerza y noto como mis nudillos se emblanquecen. ¿Por qué se mete en mi vida? ¿Quién demonios se cree que soy? ¿Su muñeca de juguete?
Le dedico una última mirada a Diane antes de girar sobre mis talones y salir hecha una furia. El único pensamiento en mi cabeza es que quiero matarlo. El timbre suena, dándome a entender que me perdí casi toda mi clase de Biología. Los pasillos comienzan a llenarse de estudiantes.
Me llevan unos cuantos minutos identificar a Hunter. Sé que estaba en uno de los laboratorios de este piso, lo vi entrando esta mañana. Se lo ve muy divertido con sus amigos del equipo de lacrosse. Me detengo en frente a sus narices y es cuando sus ojos aterrizan en los mios.
—¿Es chiste, Hunter? ¿Por qué hiciste eso? —espeto. Estoy a nada de tener una jodida combustión con todo el odio que tengo acumulado. Me mira divertido y estira una sonrisa burlona.
Sus amigos empiezan a reírse y a cargar a Hunter con muchos "eeeh". Ni siquiera me gasto en darles una mirada. Reconozco a muchos por mis clases y sé que no valen ni un centavo.
—¿De qué estás hablando? —inquiere jugando al desentendido.
Da un paso hacia adelante. Es un poco más alto que yo y cree que por eso voy a sentirme intimidada. Suerte con eso.
—El equipo de porristas —mascullo.
—Ah, eso —se ríe.
—Te vas a ver bien en ese uniforme, ¿no crees?
Este chico va a ser la causa de mi muerte. Porque en cualquier momento, soy capaz de tirarme de un edificio con tal de no volver a oírlo hablar. Pierdo cualquier tipo de pensamiento coherente cuando tiene el nervio de guiñarme el ojo.
—Eres un imbécil. No te puedes meter en mi vida y tomar decisiones por mi.
—Pero mamá sí, ¿o me equivoco? —inquiere y ladea su cabeza. Sabe que está tocando un tema sensible y le encanta hacerme daño.
Pongo mis manos en su pecho, murmuro una palabrota y lo empujo. Hunter retrocede recuperando la sonrisa de cretino.
—Nos vemos en los entrenamientos, Galletita —dice antes de voltear y volverse con sus amigos. Si las miradas pudieran matar, Hunter Thompson ya estaría metros bajo tierra.
Va a pagarme por esto.
***
—Señorita Williams, su examen —la profesora me extiende una hoja. Cierro fuerte mis ojos cuando la tengo en mis manos. No pienso abrir los ojos. No, no, no. Este es el examen que tomé el viernes pasado.
—Jules, debes abrir los ojos —Derek se ríe a mi lado.
—Mírala tú y dime que tan mala es —murmuro y le paso la hoja. La da vuelta y se fija en la nota escrita con marcador en la punta.
Se toma su tiempo para volver a hablar, lo cual solo me da indicio de malas noticias.
—Es... ¿Normal? —dice pero sale más como una pregunta.
¿Normal? Me inclino a ver la hoja del examen.
—¿Normal? —abro mis ojos encontrándome con una "F" escrita con marcador rojo—. ¿¡Esto te parece normal?!
—¿Quién determina qué es lo normal? —interroga en un mísero intento por hacerme sentir mejor. Me devuelve la hoja y yo la meto en mi bolso dejando que se arrugue junto al todo el resto de mi basura.
Suspiro. Los reportes van a ser enviados dentro de poco y mamá me va a prender fuego por estas notas. Son incluso peores que las del semestre pasado.
La clase termina y llega la hora del almuerzo. Al fin. Siento que soy capaz de desmayarme del hambre. Salgo de clases junto a Derek y lo pongo al tanto del incidente de esta mañana y que ahora soy la nueva adición al equipo de porristas, por más de que estemos a mitad de año.
La vida quiere cagarse encima mío, porque de todos los días, hoy es el primer entrenamiento.
—Jules, te encanta bailar —señala Derek con un tono de obviedad—. Ballet más que nada pero algo es algo, ¿no?
—No—Pongo una mueca. Bailar y ser porristas son dos cosas totalmente distintas. Mucho más si toda mi vida me ha encantado bailar ballet y de vez en cuando, hay algunas rutinas de jazz contemporáneo que me encantan. Solo que las piruetas —por más que sepa hacerlas— y los grititos de aliento no son lo mío.
Llegamos a la cafetería. Si hay algo bueno de hacer amistades con todo el personal de la escuela, son los tratos especiales. Hoy la fila es larga, así que tomo mi bandeja y me adelanto, donde varios me miran feo pero Delfie, una de las cocineras, me sonríe cariñosamente y me pregunta que quiero.
Luego de saludarla y finalizar la corta charla, ella atiende a Derek. Pago lo que me corresponde y me dirijo a mi mesa de siempre, donde están mis idiotas de siempre riendose. Se siente bien verlos después de todo lo que sucedió esta mañana.
Cara está discutiendo con Summer sobre qué serie de televisión es mejor: Pretty Little Liars o Gossip Girl. Dejo mi bandeja al lado de Peter, quien las mira divertido, y respondo que la mejor serie es y siempre será The Vampire Diaries.
***
Las clases han terminado, y afortunadamente no volví a cruzarme con Hunter. Casi no compartimos clases y solo lo volví a ver de reojo en la cafetería.
Mi manía de mantenerme lejos de él comienza a derrumbarse cada día un poco más. Peor sería si me quedo al entrenamiento, que es al mismo horario que los entrenamientos de lacrosse. No me sorprendería que sean por poco conjuntos.
Así que ya armé un nuevo plan: no quedarme al entrenamiento.
Voy junto a Peter, que se ofreció a darme un aventón a casa porque mi auto sigue en el taller. No es como si fuera a pedirle a Cameron que me lleve. Peter no tiene problema porque hoy no le toca entrenar. Es parte del equipo de fútbol americano de la escuela, pero no son tan exitosos como lo es el equipo de lacrosse que parece tener una jodida coronita colgando todo el tiempo.
—No vas a poder escaparte siempre —habla Peter a mi lado mientras caminamos por los pasillos infestados de alumnos.