Ya solo en la habitación, Rory se permitió un momento para estudiar el lugar. Era un dormitorio amplio y cómodo. Además de la mullida cama y la mesa de noche, había varios armarios de madera y también una mesa mediana y dos sillas. Hacia su derecha, vio dos amplios ventanales por donde se filtraba luz solar, pero al estar bloqueadas por cortinas blancas, semitransparentes, Rory no alcanzó a ver lo que había afuera. Más allá del pie de la cama estaba la puerta, que había sido cerrada con llave después de la salida del médico. Por un momento, Rory pensó en ir hasta las ventanas, tratar de escapar por ahí, pero luego lo descartó: no podía usar sus manos y no podía siquiera tenerse en pie. ¿Qué posibilidades de correr por su vida tenía? No, lo mejor era tomar el consejo del cirujano y descansar para recuperar fuerzas mientras pudiera. Eso lo prepararía mejor para poder aprovechar la oportunidad de escapar si esta se presentaba.
Rory se incorporó a medias de costado en la cama con cuidado y observó los frascos de píldoras. Junto a ellos había un vaso con agua. No sin cierta dificultad, logró abrirlos después de un rato de luchar con sus dedos entablillados e insensibles por la anestesia. Tomó una pastilla de cada uno y se las llevó a la boca, bajándolas con el vaso de agua. Una cada ocho horas, había dicho el médico. ¿Cómo cominos esperaba que él pudiera calcular el tiempo con tanta precisión? Pero ese era el menor de sus problemas en su presente estado. Había algo más importante en lo que pensar: el misterioso visitante para el cual aparentemente debía estar en buena forma. Después de mucho elucubrar sobre su posible identidad, no pudo llegar a ninguna conclusión y decidió darse por vencido, tratando de ocupar su tiempo en lo único que estaba a su alcance de momento: descansar, dormir. La enorme cantidad de calmantes en su sistema lo ayudó a cumplir ese objetivo sin problemas.
—Rory…— escuchó una voz que lo trajo a la conciencia de golpe. Sintió también una mano apoyada sobre su pecho.
—Rory…— lo llamó de nuevo la voz, sacudiéndolo suavemente.
Por un momento, pensó que seguía dormido, que estaba soñando, porque la voz que lo llamaba le era más que conocida, y no creía posible que él estuviera en la habitación. Rory abrió los ojos. El sopor de los calmantes demoró su claridad mental por unos segundos, pero pronto logró identificar la forma de su amigo, sentado en una silla junto a la cama, inclinado hacia él, con el rostro surcado por las lágrimas.
—¿Liam?— dijo Rory tentativamente—. ¿En verdad eres tú?
—Sí, Rory, aquí estoy— le confirmó el otro, secándose las lágrimas con el dorso de la mano.
—Oh, Liam… ¿Estás bien? Torres me dijo que te iba a…
—Estoy bien— le aseguró Liam—. ¿Y tú?
—Vivo— contestó Rory, sin intenciones de explayarse en los detalles de su tortura.
La mirada de Liam se desvió por un momento a las manos vendadas de su amigo:
—Lamento que te hayan hecho esto, Rory, pero no te preocupes, vine a sacarte de aquí.
—¿Sacarme? ¿Cómo?
—Negocié tu libertad con Munster.
—¿Qué quieres decir?— lo cuestionó Rory con el rostro preocupado.
—Quiero decir que tenemos una oportunidad de salir de esto y que debemos aprovecharla— le replicó el otro, sin explicarse demasiado.
—Munster es un monstruo despiadado y perverso. ¿Qué clase de negociación hiciste con él?— le preguntó Rory, suspicaz.
—Debemos irnos, un coche nos está esperando abajo— le dijo Liam, sin contestar a su pregunta.
—¡Liam!— le apoyó una mano Rory en el pecho—. Sin negociaste con él, debiste ofrecerle algo a cambio, ¿qué fue?— le exigió.
—Te lo explicaré luego— se evadió Liam.
—No— se plantó Rory con firmeza—. Me lo explicarás ahora.
Liam suspiró y se revolvió inquieto en su silla:
—Escúchame, Rory— comenzó—, estamos en una situación muy delicada, que seguramente no entiendes, pero te pido que confíes en mí. Lo hiciste en el pasado y ahora te pido que lo vuelvas a hacer.
—Confiaré en ti cuando respondas a mi pregunta— insistió el otro.
No, no lo harás, pensó Liam. Tenía que encontrar la forma de plantearle las cosas a Rory de modo que aceptara su descabellado plan, sin revelar los verdaderos detalles, pues debajo de su camisa, llevaba un micrófono oculto por el cual el general estaba escuchando sus palabras.
—De acuerdo— dijo Liam al fin—, te explicaré a lo que accedí, pero solo si me prometes algo.
—¿Qué cosa?
—Que no me interrumpirás hasta que termine de explicarte todo el plan, que por más disparatado que te parezca lo que voy a decirte, me darás el beneficio de la duda y considerarás mis palabras sin confrontarlas.
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Editado: 14.10.2019