Lyanna se despertó y se refregó los ojos soñolientos.
—¿Cómo estás, cariño? —escuchó la voz de Nemain sentada en una silla, al lado de la mullida cama donde yacía. Tenía puesto un vestido rojo como la sangre, ceñido al cuerpo por un corsé negro con lazos al frente.
—Hambrienta —respondió Lyanna mientras estudiaba la fastuosa habitación donde se encontraba.
—Sí, eso pensé —dijo Nemain, poniéndose de pie y trayendo una bandeja de la mesa para apoyarla sobre las piernas de Lyanna—. Come —la animó su abuela, sirviéndole jugo de frutas en un vaso y colocándolo en la bandeja.
Lyanna observó el plato que tenía ante sí. Instintivamente, apartó la carne con el tenedor y atacó sin miramientos la ensalada. Mientras comía, se dio cuenta de que sus manos eran pequeñas y suaves. Se miró el pecho, y la falta de busto le dio a entender que había tomado otra vez la forma de niña de doce años.
—¿Qué pasó? —inquirió con el entrecejo fruncido.
—Nuestra conexión fue un tanto intensa —le explicó Nemain con naturalidad—. Te desmayaste y volviste a tu forma original. No te preocupes, solo necesitas descansar un poco, reponer fuerzas, hidratarte. Estarás bien. No tienes nada que temer, estás con tu familia.
—Mi madre me dijo que habías muerto —dijo Lyanna.
—Te mintieron, Lyanna.
—¿Por qué?
—Para ocultarte que me habían desterrado, separado de mis hijas porque mi influencia no les parecía apropiada para la familia. He vivido en un vacío cruel e inexorable desde entonces, pero ya no más, no ahora que estás conmigo, mi querida nieta. Compartimos el mismo abandono tú y yo, pero ahora nos tenemos la una a la otra —le apretó una mano cariñosamente Nemain.
—Mi familia no me abandonó —la contradijo Lyanna.
—¿No? Pero tu padre bloqueó el portal entre este mundo y el Círculo. Se fue sin ti y te dejó varada en este mundo, sola —expuso Nemain.
—Debió tener sus buenas razones para bloquear el portal —lo defendió Lyanna.
—No lo dudo. No es eso lo que estoy cuestionando, sino el acto de haberte abandonado en vez de llevarte con él.
Lyanna no contestó.
—Tal vez estoy malinterpretando las cosas —hizo un gesto Nemain con la mano, como minimizando el asunto—. De seguro que lo que pasó es que en su urgencia, no pudo encontrarte o comunicarse contigo a tiempo para pedirte que lo acompañaras.
Lyanna tragó saliva a través de un nudo en su garganta. Ella había conectado con la angustia profunda de su padre, había vislumbrado sus intenciones de cerrar el portal, y él, a sabiendas, la había llevado a la inconsciencia para que no lo detuviera, para que no lo siguiera…
Nemain percibió la aflicción de Lyanna y empujó un poco más el puñal emocional que había clavado:
—Tal vez exiliarte fue su forma de actuar con cierta misericordia.
—¿Misericordia?
—Sí —le confirmó Nemain—. Piénsalo, abandonarte a tu suerte aquí es mucho menos cruel que enterrarte viva en una celda bajo tierra en el Círculo.
—Él no lo habría hecho… —meneó la cabeza Lyanna, pero por alguna razón, sus propias palabras no le resultaban convincentes.
Nemain aprovechó los pequeños detalles que había vislumbrado sobre la vida de Lyanna en su conexión:
—Sí, lo habría hecho si no fuera porque Augusto descubrió los planos del refugio y de tu tumba a tiempo para impedirlo.
Augusto… El nombre de su esposo pareció encender una chispa de lucidez en Lyanna:
—¿Dónde está Augusto? ¿Dónde lo tienes? —demandó.
—Oh, mi querida niña, yo no tengo a Augusto, nunca lo tuve. Ni siquiera lo conozco personalmente —abrió las manos Nemain en un gesto que mostraba que no tenía nada que ocultar—. Entra en mi mente, comprueba que lo que te digo es verdad —le ofreció.
Por un momento, Lyanna dudó de meterse otra vez a aquella poderosa mente, pero la necesidad de conocer el paradero de Augusto era más fuerte y accedió. Descubrió con perplejidad que lo que Nemain decía era verdad. Pero entonces, ¿dónde estaba Augusto? ¿Por qué no se había conectado con ella? ¿Por qué ella no podía llegar a él con su mente?
—¿Dónde está? —murmuró para sí.
—No lo sé exactamente —le respondió Nemain—, pero sí sé con quién está.
—¿Con quién?
—El Ojo Azul —respondió Nemain.
—Clarisa… —apretó los dientes Lyanna.
—Tal vez Augusto encontró en ella a una mujer verdadera, no a una niña haciéndose pasar por mujer —sugirió la venenosa Nemain.
—No… —meneó la cabeza Lyanna, incrédula.
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Editado: 14.10.2019