La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE XXI: EL FUNERAL DE LIAM - CAPÍTULO 102

Lug levantó una mano pidiendo silencio a los cuestionamientos de sus amigos. Todos obedecieron al instante, dándole la tranquilidad que necesitaba para poder concentrarse. Respirando hondo, Lug volvió a estudiar el cuerpo de Liam con su mente. Sí, definitivamente había patrones mentales y no eran vestigios, eran patrones completos y en perfecto funcionamiento. No había nada incorrecto o corrompido en ellos, no había nada extraño, excepto el hecho de que estaban en tensión, como si estuvieran haciendo un enorme esfuerzo. Los patrones de Liam estaban conscientes y en un estado de alerta agudo. Sus sentidos estaban abiertos y eran capaces de percibir todo lo que pasaba a su alrededor. Pero, entonces, ¿por qué no reaccionaba?

Lug utilizó la habilidad que había aprendido de Dana y abrió un canal con el rígido Liam:

Liam, ¿puedes escucharme? —le preguntó mentalmente.

La respuesta vino en gritos histéricos y desesperados a la mente de Lug:

¡Lug! ¡No estoy muerto! ¡No estoy muerto! ¡Por favor, no dejes que me entierren vivo! ¡No estoy muerto!

—Tranquilo, te escucho —trató de calmarlo Lug.

¡No estoy muerto! ¡No estoy muerto! —seguía gritando Liam.

Lo sé, cálmate. Dime lo que pasó para que pueda ayudarte —le apoyó una mano en el hombro para calmar su agitación.

Liam pareció recuperar un poco la compostura y trato de explicar:

Veneno paralizante. Creo que es el mismo que la Hermandad del Sello usó contigo el día de tu sacrificio en el altar.

Lug examinó el cuello de Liam con urgencia, e hizo una mueca al no encontrar lo que buscaba.

—¿Qué pasa? ¿Qué buscas? —rompió el silencio Juliana.

—No está muerto, está consciente pero paralizado por un veneno —explicó Lug—. Necesito saber cuál fue el punto de entrada.

De inmediato, Juliana se acercó, arrodillándose al lado de Lug. Corrió más la sábana y abrió la camisa de Liam, exponiendo su pecho. El punto de entrada era más que evidente, pues estaba rodeado por venas negras de sangre contaminada que se irradiaban desde la puntura de la aguja, invadiendo todo el torso de Liam.

—¡Maldición! —gruñó Lug entre dientes.

—¿Puedes ayudarlo? —inquirió Juliana.

—Eso espero, sí. Necesito espacio y silencio para trabajar —respondió él.

—Claro —asintió Juliana, poniéndose de pie y alejándose unos pasos.

Lug volvió a conectar su mente a la de Liam:

Liam, escúchame bien, voy a ayudarte, pero necesito que confíes totalmente en mí. ¿Confías en mí?

—Hasta el fin del mundo —respondió Liam.

—Necesito que dejes de luchar contra la parálisis, que te relajes. Necesito que me dejes entrar en tu mente y que permitas que yo la maneje por un momento. ¿Entiendes?

—Haz lo que tengas que hacer. Estoy en tus manos —se entregó Liam.

Bien.

 Tratar de sacar el veneno del cuerpo de Liam con su mente totalmente consciente no era lo ideal, pero la parálisis ya había deprimido demasiado el sistema nervioso de Liam y Lug no se atrevía a adormecer sus sentidos o desconectar sus centros de dolor por miedo a no poder volver a despertarlo. Lug había sacado veneno de serpiente del cuerpo de Dana una vez, así que tenía experiencia con la expulsión de sustancias tóxicas de un organismo, pero no olvidaba que aquella vez, casi había perdido a su amada por tratar de detener el avance del veneno por medio del descenso de su ritmo cardíaco. No podía trabajar con Liam de esa manera, sus latidos ya eran tan tenues que no soportarían ser deprimidos aún más. Además, el veneno ya estaba en su corazón de todas maneras. No, necesitaba hacerlo de otra forma. Necesitaba mover el veneno sin usar los órganos paralizados de Liam, sin dar órdenes a su cerebro que no podría cumplir.

—Rory, ven aquí —pidió Lug en voz alta.

—Mi habilidad no funciona, no puedo… —protestó Rory.

—Por favor, te necesito —insistió Lug.

Rory resopló con impotencia, pero obedeció y se acuclilló junto a Lug.

—Toma mi mano y abre tu mente a mí —le indicó Lug.

Rory aceptó la conexión con Lug. De inmediato, algo se abrió en él. Descubrió que no podía hacer uso de su habilidad, pero podía reflejarla hacia Lug, mostrársela. Con la ayuda de Rory, Lug encontró otra forma de expulsar el veneno. Lug levantó la vista hacia sus amigos:

—Necesito una navaja afilada —pidió.

Bruno extrajo una navaja retráctil del bolsillo de su pantalón y se la alcanzó enseguida. Lug la tomó y volvió a conectarse con Liam:

Sé que tus sentidos están abiertos. Esto va a doler, pero no te resistas —le indicó.

Adelante —dio su permiso Liam.




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