La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE XIV: MADRE E HIJO - CAPÍTULO 68

 La alteración ha puesto en contacto mundos separados, abriendo la posibilidad de la liberación humana.

La evolución natural de cada mundo ha sido interferida por predadores inescrupulosos por largos milenios, pero si cada uno de estos seres infames no atiende el mundo en el que fue engendrado, el peligro es para todos los que violaron la ley del libre albedrío, pues sus maquinaciones largamente perpetradas, sembrando caos, conflicto y limitación, llegarán pronto a su fin.

Nemain está al acecho, y su furia y sed de sangre, exacerbadas por el uso del Ojo Rojo, precipitarán temidos eventos, pues sus manipulaciones y engaños lograrán que el Señor de la Luz destruya sus mejores logros con sus propias manos.

El Ojo Azul vigila el lago, donde vive el joven Alquimista cuya mente debe ser resguardada. Es un ojo protector que no cederá ante los obstáculos que intenten desviarlo de su misión: preservar y patrocinar al Alquimista, para que en la realización de su arte en conjunto con el Sanador, restaure la esencia de la reina de las hadas.

El Ojo Verde vigila el bosque protegido, esperando el despertar de los recuerdos del tercer miembro de la Tríada, el punto medio. Aquella que puede ver las líneas de tiempo completas, actuará en consecuencia.

La niña-mujer libre no puede intervenir de forma eficiente a menos que comprenda la función de sus vínculos.

El tiempo de actuar estará marcado por la desaparición de la reina de las hadas, de allí en más, solo pueden esperarse ríos de sangre y muerte, a menos que las tribulaciones que llevaron al Señor de la Luz a sumirse en el naufragio de la indolencia, no lo mantengan en el olvido y la desidia para siempre. La colaboración de todos es primordial.

¿Cuál es el último elemento decisivo cuya influencia determinará el desenlace de los eventos que afectarán la relación entre los mundos?  La respuesta es LORCASTER.

 

—Esto…— comenzó Lug dubitativo, levantando la vista del diario y posándola nuevamente en su madre—. ¿Esto vino a ti en una visión?

—Más que una visión— respondió ella—. Conozco la línea temporal completa. El Ojo Verde se encargó de restaurar no solo mi memoria sino también mi poder total. Ya no necesito trabajar con fragmentos inconexos, puedo verlo todo.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué es exactamente el Ojo Verde?

—El Ojo Verde es el sistema que tienen las mitríades para elegir nueva reina. Es una especie de prueba de carácter que la nueva reina mitríade debe pasar. Si lo logra, el Ojo abre su mente a la totalidad de su ser, restaurando todo lo que estaba olvidado, bloqueado o perdido. Si no lo logra, el Ojo Verde simplemente la aniquila.

—¿Y tú la pasaste?— preguntó Lug, incrédulo.

—Así es— afirmó Marga.

—¿Cómo? Ni siquiera eres de la raza de las mitríades— la cuestionó Dana.

—Oh, pero parte de mí sí lo es— arqueó una ceja Marga.

—¿Cómo es eso posible? No tiene sentido— negó Lug con la cabeza.

—Si me dejas explicarte cómo empezó todo, tal vez puedas entenderlo mejor— propuso Marga.

—Te escucho— suspiró Lug.

—Hace más de un mes, recibí unas visiones que no eran del mismo tipo que había recibido en los últimos años— comenzó Marga—. La primera fue la de la masacre de Merkor y su gente, y el secuestro de Rory.

—¡¿Qué?!— casi gritó Lug—. ¿Cuándo va a pasar eso?

—Me temo que ya pasó.

—No, no es cierto— negó Lug con vehemencia.

—Es cierto— le confirmó Dana con el rostro grave—. Pasó unos días después de la desaparición de Merianis. Tú estabas en el otro mundo. Gente equipada con armas del otro mundo mató hasta el último habitante de las tierras de Merkor, solo para llegar hasta Rory y llevárselo.

—Rory…— meneó la cabeza Lug, perturbado.

—No mataron a todos para encontrar a Rory, eso ni siquiera era necesario, hubo otra razón— dijo Marga.

—¿Cuál?

—Llamar mi atención— contestó Marga.

—¿Quién querría llamar tu atención? ¿Y por qué hacerlo de esa manera tan sangrienta?— preguntó Dana.

—Tu madre, Nemain— le retrucó Marga—. Fue su forma de avisarme que la visión no era mía, sino que ella la había plantado.

—¿Estás segura?— la cuestionó Lug.

—Sí— asintió Marga—. Junto con la visión vino el mensaje de que cuando ocurriera lo que había visto, sería el momento de partir a buscar mi identidad en el norte. Nemain se aseguró de que el marcador fuera lo bastante conspicuo como para que no pudiera dejar de enterarme.

—¿Ella te guió al Ojo Verde?

—Sí. Me aseguró que podría penetrarlo y que allí encontraría el secreto que me había sido ocultado por tantos años.




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