Neeve enmudeció y Marcelina bajó la mirada. ¿Qué todas las plantas estaban muertas? Neeve vio el bosque seco y los troncos sin vida, pero pensó que era un efecto de la oscuridad, sin embargo, no podía entender cómo era la culpa de su hermano.
—¿Y por qué mi hermano tiene la culpa?
—Porque cuándo él apreció, el bosque empezó a secarse —contestó Marcelina—. Se cree que él, de alguna manera, provocó el declive de Dryden.
—¿De qué manera...?
—En verdad no sabes nada, es muy extraño —dijo el chico de brazos cruzados—. Dices que no eres de por aquí, ¿de dónde vienes? Responde.
—Everard —dijo Marcelina amenazando a su compañero.
—No, anoche dijeron que alguien había cruzado el puente... Una chica humana.
Marcelina ahogó un gritó y se llevó las manos al pecho. Neeve deseaba darse la vuelta e irse, se había metido en problemas, si descubrían que ella era la chica que había cruzado el puente y que era en parte humana perdería la cabeza y la quemarían en la hoguera. Se reprendió mentalmente por meterse en conversaciones de personas que no eran humanas y de temas que ni siquiera conocía.
—¿Qué tal si ella es la humana? —preguntó Everard con una sonrisa ladina—. Tiene una descripción similar. Sólo bastará una pequeña seña y vendrán por ella...
—No soy humana, ¿cómo puedes decir eso? —contraatacó Neeve aunque estaba asustada.
—Demuéstralo —dijo el chico y tomó una copa de un estante cercano, la colocó con fuerza delante de Neeve y sonrió al verla confundida—. Llena esta copa de vino tinto o llamaré a los mensajeros.
—¡Everard! —exclamó Marcelina—. ¡Es suficiente!
—¡No soy Dios para convertir el agua en vino!
«Ni siquiera hay agua», añadió Neeve en sus pensamientos. Se había sentido ofendida al escuchar tal comentario, ¿cómo podía llenar una copa de vino? Era imposible y si se podía hacer, Neeve no sabía cómo.
—¡Ajá! —exclamó Everard señalando a Neeve—. Los de Minos son muy religiosos, mencionan su religión en cada frase. ¡No mientas! Eres una humana.
—No soy humana.
—¡Llena la copa de vino! ¡Primer curso de educación básica en Dryden! ¡Sino la llenas no pasas de grado! Por eso tú no puedes ser una de nosotros...
Un fuerte golpe proveniente del otro extremo de la taberna recorrió el lugar levantando una ligera capa de polvo hasta las rodillas. Emory Crowley estaba delante de ellos, enfadado. Se acercó a Everard —que era una cabeza más pequeño— y le puso el dedo índice en el pecho.
—Ni se te ocurra volverle a acusar de humana, o tu familia comerá piedras el resto de su vida —amenazó Emory.
Everard le sostuvo la mirada con odio, estaba listo para atacarlo, pero se contuvo apretando con fuerza sus puños. Marcelina se apartó de inmediato y tomó una botella para su defensa. Neeve seguía en el mismo lugar de antes y miraba sin dar crédito al cambio de personalidad de su hermano. Siempre se preguntó qué era tener un hermano mayor. Sus compañeras de iglesia tenían hermanos mayores que las querían y protegían mientras Neeve tenía una hermana mayor taciturna y muy olvidadiza. ¿Emory Crowley en verdad estaba defendiendo a su hermana o solo lo hacía para mantener a salvo su mayor secreto?
—Vámonos.
Emory tomó a Neeve del brazo y la guió hasta la puerta por donde habían entrado y regresaron al callejón.
—Te dije que no hablaras con nadie —dijo Emory.
—Ya. Perdón, me estaba aburriendo. Además ese chico...
—Si dice algo su familia tendrá la boca llena de piedras así que no lo hará —interrumpió Emory con media sonrisa, no parecía estar bromeando y eso era escalofriante para Neeve—. He terminado así que podemos regresar a casa.
Los dos regresaron a la calle principal de los locales. Esta vez Neeve se dedicó a verlos con atención. En especial un puesto con un contenedor cuadrado y grande de cristal impoluto lleno de caramelos suaves de goma de colores vivos como amarillo y morado o azul y rosa; por un breve segundo pareció que se movían, pero debía ser por los colores psicodélicos, sin embargo, en verdad se estaban moviendo gusanos. Un señor anciano que tenía gafas de media luna sacaba un puñado de esas gomas con un guante y los echaba en un sobre transparente para dárselo a un chico pelirrojo que los recibió y pagó con unas extrañas monedas plateadas. El joven sacó una golosina y Neeve vio que se retorcía entre los dedos del chico como un gusano, incluso después de haber sido cortado por la mitad.
Neeve se dio la vuelta tratando de olvidar la escena y siguió a su hermano que caminaba por un sendero no transitado. Echó un último vistazo a los locales y lo último que vio fue a un chico cargando con mucha dificultad una enorme planta rojiza en una maceta de barro. El chico era alto, parecía ser de su edad y llevaba su cabello —que era de color intermedio al naranja y rubio— ondulado cayendo sobre su frente, a diferencia de los demás él no usaba túnicas multicolores o ropa plana, usaba una capa que le llegaba hasta los tobillos de terciopelo negro. El chico pareció sentir su mirada porque volteó a verla asustado.
—Neeve —llamó Emory.
Neeve miró a su hermano que la miraba con impaciencia acercando su brazo para que lo tomara. Neeve volvió a ver a atrás donde estaba el chico, pero allí no había nadie más.
Suspiró y tomó el brazo de su hermano.
#21314 en Fantasía
#4568 en Magia
fantasa oscura, fantasia misterio suspenso, fantasia aventura magia
Editado: 16.05.2019