La Última Broma de la Naturaleza Owen.

Capítulo 8 De pie

Entre lamentos ahogados de dolor punzante, mi conciencia se había desvanecido. No fue hasta que el medio día había llegado y el sol golpeó directamente mi rostro que regrese en mí. Un tanto desconcertado me puse lentamente de pie, sin tener aún en mente el estado en el que mi cuerpo se encontraba la noche anterior. Levanto mi brazo derecho y sujeto la cabecera del asiento del copiloto, lentamente me levanto y me pongo de pie. No fue hasta dar el primer paso que un ardor envolvió mi pierna y por poco me hizo caer, no obstante, el dolor que había sentido la noche anterior había sido muchas veces mayor.

Con sumo cuidado levantó el pantalón militar que cubría mi pierna; me detuve a observar atentamente, la hinchazón había bajado casi por completo y el enorme moretón que había en ella se había esfumado en su mayoría. Aun temeroso acerque la mano a mi pantorrilla tocándola ligeramente y luego apretando secciones al azar de esta. El dolor fue notorio, pero fácilmente manejable, algo más cercano a dolores por sobre esfuerzo que por una fractura. 

Apoyándome en el vehículo di la vuelta a este lentamente hasta tener una vista decente de la avenida, aún había movimiento, podía notar a algunos de “ellos” caminando, sin embargo, se notaban mucho más tranquilos que la noche anterior; seguramente porque no estaban en persecución de nada en especial. A como diera lugar, no podía convertirme en el objetivo que estaban esperando con tanta paciencia.

No podía salir a la calle principal, no había manera de dejarlos atrás en el estado en el que me encontraba, ni hablar de intentar entrar en combate; ese sería en definitiva el peor escenario y no solo por el daño en mi cuerpo, sino por el temor a que “eso” ocurriera de nuevo, pues, aunque útil las primeras veces, esta última casi me mata. Y aunque lograra atravesar la ciudad en una pieza ¿A dónde se supone que iría? ¿Tenía a dónde ir?

Con un poco de dificultad regrese hasta el asiento donde me había refugiado la noche anterior. Pase mis ojos por lo que quedaba del interior del vehículo, no parecía haber nada que me fuera de utilidad o así pensaba hasta ver la radio. Con sumo cuidado y nerviosismo tome el micrófono en mis manos, como si fuera a desintegrarse con aplicar la más mínima fuerza.

Respire profundo y fije mi mente en la imagen del hombre que me había traído a rastras hasta aquí. Repase en mi mente una y otra vez mi encuentro con él; su voz potente y clara resonaba en mi mente. Aquí Black 117 reportando, fue lo primero que dijo cuando tomó la radio.

Acerco el aparato a mis labios y presiono con delicadeza el botón sin realmente esperar que algo pasase. Para mi sorpresa el sonido momentáneo de la estática me indica que el radio aun funcionaba.

— Aquí Black 117, múltiples bajas, la situación es crítica, solicito información. —dije intentando imitar en la medida de lo posible la voz de aquel hombre, así como su seriedad y claridad al hablar. 

Pasaron unos segundos sin recibir respuesta alguna, hasta que una voz distorsionada se escuchó del otro lado. 

—Ca, ca, capitán ¿Es realmente usted? cambio. —dijo una voz joven y llena de nerviosismo, no parecía pertenecer a alguien mayor de 20; un chico que apenas tener la edad se había enlistado seguramente o algún pobre realizando el servicio militar que quedó atrapado en medio de esto. Sea como fuera, el que tuviera nula experiencia en la milicia me era de mucha suerte. 

—Informe de situación soldado, cambio. —insistí con voz enérgica intentando abusar del miedo que aquel comandante parecía influir entre sus filas.

—¡Si señor! —escuche desde el otro lado —No tenemos informes de las demás unidades señor… Creemos que todos desde la 8 hasta la 42 cayeron, uno a ocho evacuaron a todos los civiles que nos fueron posibles, actualmente nos encontramos en el centro comercial en un refugio temporal, se mudara a todos hasta el CENAVA a la brevedad, cambio.

—¿Tienen lista de los refugiados que ingresaron? cambio.

—Sí señor, cambio.

—Busca a Ana y Ernesto Obelix y a Yamileth Montes —en ese momento ni siquiera intenté disimular mi voz, pues la angustia por desconocer el destino de mis seres queridos me abrumaba cada segundo un poco más.

—¿Señor? —la voz del chico se notaba tensa y comencé a pensar lo peor —No hay nadie en la lista con esos nombres. —dijo con sumo nerviosismo en su voz, esperando una reprimenda puedo suponer. 

—Comprendo, deberías tomarte el día, cambio y fuera.

Solté la bocina y esta callo hasta chocar contra el volante del vehículo, dejé que mi cuerpo se desplomara en el suelo mientras mi cabeza reposaba en el asiento del piloto. Mis ojos fueron a dar con la pared del callejón, la luz de la tarde se reflejaba ligeramente en esta y lentamente desaparecería, dejando tras de sí una larga sombra que terminaría por dejar el lugar en la penumbra. Y así como poco a poco este lugar se hundía en la obscuridad, así me perdía yo en mis pensamientos y memorias.




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