Viernes por la mañana.
Cualquiera pensaría que es genial. El último día de la semana, donde te encuentras más relajado, sales con tus amigos por la noche o haces un sin fin de cosas.
Para mí, es un apestoso viernes. ¿Por qué? Simple, hoy tengo que hacer el trabajo de Literatura con Katty, Jacob y Matthew... Oh, por Dios. He recordado su nombre. ¡Es el fin del mundo!
Dejando de lado los dramatismos y centrándome en la clase, Katty me lanza una mirada sugerente y que no entiendo, frunzo el ceño y ladeo la cabeza, vuelve a enviarme la misma mirada, señalándome hacia delante, sigo la dirección y me doy cuenta que Chris me mira por encima de su hombro y me sonrojo casi al instante.
El timbre suena y todos salimos del salón.
―Hey, Abby ―me detengo de golpe y miro a Katty de reojo, casi tan pasmada como yo.
―¿Si? ―me volteo y lo observo.
Siento mis manos sudar y los latidos de mi corazón acelerarse.
―Me preguntaba si podía hablar contigo.
¿Conmigo? ¿Para qué?
Me guardo todas mis interrogantes y asiento.
―Te veo en el almuerzo ―le digo a Katty, quien me sonríe con complicidad y la veo perderse entre los demás estudiantes―. Mm... ―digo mirando a Chris―. ¿Sobre qué querías hablar?
―Sobre lo de ayer.
‹‹Mierda››, pienso.
Empezamos a caminar por el pasillo sin un rumbo fijo.
Si no mal recuerdo, ayer el entrenador de hockey nos pilló a mí y a Sam saliendo de la pista.
Debo admitir que en un momento de impulso iba a tomar a la rizada del brazo para empezar a correr, pero luego me lo pensé mejor, y si hacía aquello, lo más probable nada más toparmelo por el pasillo me reprendería de todas formas.
Suspiro esperando a que empiece hablar.
―He hablado con el entrenador ―dice, y siento mis mejillas calentarse de vergüenza, de seguro ahora piensa que me gusta y que por eso he ido a verle al entrenamiento―. Ha relevado del castigo.
Lo miro incrédula. ¿Por qué haría algo así? Y sí, tengo tanta suerte que hasta en el instituto me castigan, soy un fracaso, pero bueno, el castigo lo impuso el entrenador por habernos metido a la pista cuando no debíamos, y consistía en limpiar los vestidores del equipo, ya deben saber qué desastre se mantienen ahí.
―¿Por qué? ―logro preguntar, todavía sorprendida de ello.
―Lo convencí de que no lo hiciera, ya sabes, todos entran aún cuando saben que es prohibido, y como capitán del equipo y estudiante sobresaliente tengo más probabilidades de que me escuche y considere mi opinión.
Esa es otra de las cosas que me gustan de Chris, es tan estudioso y aplicado para los estudios, sin dejar de lado que hace deporte.
Salimos del instituto al campus y se sienta en una banca, lo imito y observo el ambiente.
Todo está muy tranquilo y los estudiantes se pasean por el lugar.
―Entonces... ¿No estoy castigada? ―susurro insegura.
―Técnicamente no.
―¿Técnicamente? ―pregunto, confundida y levantando una ceja.
Lo veo sonreír, y solo hace que me pierda en mis pensamientos.
‹‹Que guapo es››, me pienso, sin poder evitarlo.
―Como te dije, el entrenador solo lo relevó.
―Uhm... no entiendo ―apoyo el codo derecho en mi pierna y la barbilla en mi mano.
―Te lo explicaré ―dice girando el torso hacia mí―. Tú y tu amiga no tendrán que limpiar los vestidores, pero harán de asistentes.
―¿Asistentes? ―dejo salir un jadeo sin poder dar crédito, bueno, al menos debería ser agradecida, no tengo que soportar malos olores ni nada por el estilo.
―Sip, y el entrenador parece ilusionado con la idea. Nunca ha tenido asistentes, aunque piensa que dos mujeres serán distracción para los del equipo ―sonríe negando con la cabeza y me ruborizo.
Miro al frente y me quedo analizando la situación.
Si bien, ser asistente es mejor que limpiar los vestidores, además, me encantan los partidos de hockey, y podré ver más seguido a Chris y Sam a Nick. Creo que esto no pudo haber resultado mejor.
Y todo gracias a Sam y su fanatismo por su amor platónico.
―Creo que debo agradecerte ―murmuro, sin mirarle a la cara.
―No tienes que hacerlo ―dirijo mi vista hacia él y se encoje de hombros―. A final de cuentas, valió la pena ―se pone en pie y lo observo alejarse―. Te veré luego ―se despide y entra al instituto.
Dios mío, ¿cómo se supone que debería interpretar eso?
Sacudo la cabeza alejando todos mis pensamientos acerca de eso y me recuerdo una y otra vez por qué no debo ilusionarme.
No pierdo tiempo y me encamino al comedor todo lo rápido que mis pies pueden y entro para tomar mi almuerzo.
Diviso la mesa en la que se sientan las chicas y me doy cuenta de que ya todos están allí menos yo.
Me siento entre Ari y Connor como siempre, y miro a Sam.
―Nos han relevado el castigo ―le digo, todavía pensando en lo que dijo Chris.
―¿Qué? ―pregunta sorprendida, y dejando su almuerzo de lado.
―Como escuchaste ―me llevo una cucharada del espagueti a la boca.
―Así que eso estabas hablando con Chris ―murmura Katty, y la miro mal.