―...y como verán, esos son los síntomas que desarrolla el síndrome de Estocolmo.
Me encuentro en clase de psicología, prestando atención y anotando datos importantes sobre la clase.
Si bien, no he visto a Matthew para burlarme en su cara por su cabello verde, eso o que es tan vanidoso y orgulloso de no querer venir al instituto para que lo vieran y cuchichearan sobre su nuevo cambio de look, que por cierto debo decir que fue muy divertido.
Aunque, él debe ir al partido de hockey de hoy por la noche, pero no se apreciaría su color verde por el casco, y, al ser un niño mimado de papi y mami, se las arreglará para no presentarse durante un buen tiempo.
El timbre suena y todos recogen sus cosas.
―Bien, clase. Los veré la próxima lección.
Me levanto de mi asiento y camino junto a Katty hacia la puerta.
A una distancia prudente, logro visualizar a Chris, quién va con uno de sus amigos, pero, mi atención se ve interrumpida cuando las risas ya conocidas se hacen presentes en el pasillo.
Son algunos del equipo, Jacob les cuenta algo sobre lo que les da mucha gracia y a su lado está Matthew... Un momento, ¿por qué no lleva el cabello verde?
Mi cara es de completa confusión, y al pasar a su lado, sonríe de una manera perversa pero luego cambia la expresión a una seria y le dice al moreno algo que no logro entender y este asiente.
Miro a Katty buscando respuestas pero ella solo se limita a encogerse de hombros.
¿Cómo rayos hizo para volver a tener el cabello normal? ¡Cuando lo debería tener aún teñido!
Con un puchero y decepcionada, ambas empujamos las puertas del comedor cuando de pronto alguien choca contra mi hombro de forma brusca.
―Ups. Lo siento.
Lo miro pasar rápidamente con una sonrisa suficiente en el rostro, yo queriendo arrancarle las orejas.
―Tranquilizate ―la castaña me toma del antebrazo y me hace caminar hasta el mostrador y tomar una bandeja, la cual lo único que quiero es utilizarla para estrellarla contra su cabeza―. Solo es un idiota.
Asiento sin darle importancia y elijo mi almuerzo, luego nos dirigimos hacia las chicas.
―¿Ya vieron el cabello de Matthew? ―es lo primero que pregunta Ari apenas nos sentamos.
Gruño por lo bajo y Madi levanta las cejas.
―Aún no entiendo por qué lo hiciste ―comenta confundida.
―Se lo merecía ―digo dándole un mordisco brusco a mi sándwich.
Observo a Ihan sentarse a mi lado y Connor al otro.
―Yo estoy de acuerdo con Abby ―concuerda el moreno―. Anda por los pasillos como si se tratase del rey de Roma ―niega con la cabeza.
―¿Y a ti qué te hizo? ―le pregunta la rubia.
―Nada ―se encoge de hombros―, pero tampoco me agrada ―me mira sonriente y ambos chocamos las manos.
Madi niega con la cabeza al tiempo que Sam rueda los ojos.
―Hablando sobre el tema... ―dice Ihan―. No me dijiste qué fue lo que le echaste en el champú ―me mira expectante, en busca de respuestas.
―Bueno... ―comienzo―. Usé un poco de blanqueador y lo mezclé con un tinte verde. Eso fue todo.
Ladea la cabeza sin comprender y suspiro.
―Hombres, nunca entenderán cosas de chicas ―dice Ari sin importancia.
―¡Hey! ―se queja Connor y empezamos a reír.
Termino de comer el sándwich y mis ojos caen directamente en la mesa donde están los jugadores de hockey.
―Aún no comprendo cómo diablos se arregló el cabello ―frunzo los labios y los chicos me miran atentos.
―Tal vez tenga una super mamá que sí sepa de cosas que los hombres no comprendemos ―dice el moreno mirando a Ari y obviando el comentario.
Ambos se lanzan miradas fulminantes y Madi ríe por lo bajo.
―Ya ―chasqueo la lengua―. ¿Preparados para el partido? ―pregunto cambiando de tema.
―No ―responden al unísono.
―¿Y eso? ―pregunta Katty, desconcertada al igual que el resto.
―No lo sé, el equipo de los Detroit Red Wings es muy bueno ―Ihan se encoje de hombros mientras mira un punto fijo en la mesa.
―Eso y que tenemos la presión del entrenador todos los días en la espalda y hoy más que nunca. Nuestros contrincantes son fuertes, pero tampoco es recomendable perder y que el entrenador Robinson nos saque de la pista de una pata en el culo ―ironiza Connor.
Sonrío y niego con la cabeza.
―Es cierto, ¿pero qué más da? Si van con esas negativas es más probable que pierdan. Ustedes son buenos jugadores, los he visto ―trato de reconfortar.
Y es cierto, ambos son excelentes en lo que hacen.
―Además, Abby y yo estaremos junto al entrenador dándoles apoyo ―dice Sam sonriendo.
―Es cierto ―escucho decir a Katty―, nosotras estaremos entre la audiencia.
Ambos chicos asienten, ahora un poco más alegres.
El timbre suena y todos debemos volver a clases.
Katty, Ihan y yo nos dirigimos a Matemáticas.
Para el castaño una tortura como siempre, para mí aburrido y para mi amiga ni para qué.
Si nada más entrar vemos las caras largas de nuestros compañeros.
Minutos después, la profesora entra explicando un nuevo tema.
Observo al castaño con el ceño levemente fruncido, lo más probable es que no esté entendiendo nada.