El lunes me despierto tarde, pero no me apresuro ni apresuro a Amy, en cambio hago todo en una absoluta calma, disfrutando de cada momento junto a mis hermanas. Aun hay muchas cosas por hacer, aun tengo muchas preguntas sin responder, pero por ahora solo me conformaré con vivir el día a día y nada más.
Sigo pensando en lo bien que se portó la familia de Megan con nosotros, algo que hace mucho no hace nuestro propio padre.
Tal vez porque para él su mundo era realmente nuestra madre y cuando ella ya no estuvo a su lado, él sintió que lo perdió todo. No lo sé, no lo logro entender aún, pero lo acepto. Acepto que él intentó construir toda su vida alrededor de ella, por lo que su muerte lo desmoronó por completo y ya no encontró la forma de poder seguir adelante.
Ni siquiera tres hijas lograron que lo hiciera.
Es una lástima, pero es lo que hay.
Estoy empezando a preparar el desayuno cuando Amy sale de su habitación con una bolsa en manos y si dirige a la papelera de la cocina, la abre y lanza lo que traía dentro.
Me quedo mirándola con desconcierto.
—No queremos nada de ese mentiroso en esta casa. —responde a mi pregunta no formulada. Luego se dirige al pasillo y llama a nuestra hermana. —Abril ya es hora.
Abril sale con un paso mas lento y aún en piyamas con un par de muñecas en sus manos con las que la había visto jugando en el hospital.
—¿Es necesario? —le pregunta a Amy en tono afligido.
—Sí, lo es. Ya te dije que él le mintió a Alex, eso lo hace una mala persona y no queremos nada que lo recuerde aquí. —Dice Amy con determinación.
—Pero yo aún no entiendo mucho, él siempre fue bueno conmigo y mis muñecas son bonitas. —Abril las aprieta contra su pecho mientras Amy trata de quitarlas.
—Pero solo estaba mintiendo. —dice Amy con los dientes apretados.
Bien, es hora de intervenir.
—A ver, a ver. Que alguien me diga que está pasando. —digo interponiéndome entre las dos.
—No quiere botar sus muñecas.
—No quiero botar mis muñecas.
Responden ambas al mismo tiempo.
—¿Y por qué debe botar sus muñecas? —Le pregunto a Amy.
—Poque se las regaló Eider.
—Porque me las regaló Eider.
Vuelven a responder al mismo tiempo.
Entonces volteo a la papelera donde Amy botó algo primero.
—¿Amy, qué botaste? —Le pregunto.
—Los colores que me regaló, no quiero nada de él. —responde intentando sonar fuerte.
Me dirijo a la papelera y recojo la caja que botó.
—No es necesario que botes nada Abril. —Le digo a mi hermanita menor —y tu tampoco Amy. Sé cuanto te gustan estos colores.
Recuerdo la noche que se los dio, fue en la cena que compartimos todos aquí, la vez que Megan le preguntó sus intenciones conmigo, y siento un nudo inmenso en la garganta que me impide hablar por un rato.
Abril, al ver que no debe botar nada, se dirige feliz de nuevo a su cuarto, así que aprovecho y llevo a Amy afuera de la casa un momento.
Tomamos asiento en las escaleras del porche y miramos a la calle.
El vecino de enfrente está saliendo con su uniforme de trabajo y en la casa de la señora Jones se ven un montón de gatos entrando y saliendo.
—Se hace tarde para el colegio. —dice Amy.
Asiento antes de empezar a hablar.
—Amy... No sé que tanto sepas de lo que pasó con Eider.
—Sé que te mintió y te hizo llorar mucho. —murmura.
Por lo menos no sabe que mató a mamá, pienso.
—Sí, lo hizo. Pero ese no es motivo para que te deshagas de estos —le digo y pongo los colores en su regazo.
Amy los mira con odio y los aparta.
—También sé lo que le hizo a mamá y a Abril.
Mi corazón se paraliza.
—¿Y como te sientes con respecto a eso? —le pregunto.
—No lo sé. No podemos cambiar lo que hizo y perderemos el tiempo si solo lo odiamos. Igual eso no le hará nada a él, no traerá a mamá de vuelta y no borrará todo lo que sufrió Abril. —dice mirando a la carretera. —solo no quiero pensar más en él y esos colores me hacen recordarlo.
Mi hermana se ve tan adulta, por cuanto mal hemos pasado.
Asiento entendiendo que ella necesita deshacerse de todo lo que le recuerde a Eider.
—Pero no le quites sus muñecas a Abril, ella aún no entiende nada de esto. —digo simplemente.
Amy asiente y me mira directo a los ojos.
—¿Aún lo quieres? —Me pregunta.
Me permito volver a pensar en Eider, mentiría si le digo que no, que todo murió cuando me enteré de la verdad, pero tampoco quiero decirle que sí, porque siento muchas cosas cuando pienso en él, aunque el odio en uno de esos sentimientos.
Se que me costará olvidarlo porque me enamoré, realmente me enamoré. Él se esforzó mucho porque así fuera, lo cual no tiene sentido.
¿Por qué insistir en acercarse a mí después de lo que nos hizo?
Apoyo la cabeza en el hombro de Amy, pero no contesto, al menos no con palabras. En su lugar me dejo arrastrar una vez más por mis sentimientos. Me sujeto el pecho con fuerza y mis ojos empiezan a empañarse poco a poco y entonces me rindo, empiezo a sollozar y luego a jadear como si me estuviera ahogando y grandes y gruesas lágrimas se deslizan por mi rostro sin poderlas controlar. Estoy en la calle y estoy perdiendo por completo el control de mi, los recuerdos junto a Eider empiezan a llegar uno tras otro y no me dan tiempo a respirar y me ahogo en mi propio llanto.
Lloro durante mucho rato, pero entonces de repente paro, todo se detiene tan rápido como empezó, justo cuando pensaba que no se detendría jamás dejándome vacía y en completa paz.
—Ahora sí me pondrán un faltante. —Anuncia Amy con un suspiro.
Aún con los ojos llenos de lágrimas sonrío.
—No creo que por un día pase nada, ¿no crees? —digo y levanto la cabeza empezando a secar mis lágrimas.
—Bueno, ya que. Iré a molestar a Abril, tu preparas el desayuno.
Amy se levanta y se dirige a la puerta y antes de entrar se gira.