Liceth se ríe de Salomé y se pone de pie, y le dice:
— Tú crees que con este cuerpazo yo voy a tener que trabajar, no, no, no, lo que tengo que buscar es un hombre que me mantenga.
Juliana le dice a Liceth:
— Oye, Salomé tiene razón, hoy estamos de celebración, pero mañana tenemos que estudiar.
Liceth les dice:
— Pensé que ustedes eran de mente abierta, pero me equivoqué...
El día siguiente, Liceth y Juliana se van para sus casas. Cuando Liliana ve el gran desorden en la sala, y le dice a Salomé:
— Sinceramente, no me gustan esas amigas de tu colegio. En especial Liceth, me parece que es una mala influencia para ti.
— Tía, ¿estuviste escuchando nuestras conversaciones?
— Sin querer, ustedes hablaban muy fuerte y no me dejaron dormir. En todo caso, aléjate un poco de Liceth.
— Tía, ya habíamos hablado antes de estas cosas, no me gusta que me digas a quien debo tratar o a quien no... yo sé que tú me quieres, pero hay veces te pones muy excesiva, déjame escoger con quien quiero hablar...
Liliana se pone un poco triste y con una lágrima en su ojo derecho, dice:
— Claro... tienes razón... yo solo soy tu tía.
Liliana intenta irse para su habitación. Cuando Salomé alcanza a coger su mano derecha, diciéndole:
— Perdona tía, tú eres madre y padre para mí, y siempre has está ahí conmigo cuando más lo he necesitado... como en la muerte de mis padres, cuando tuve mi primera caída en la bicicleta que me compraste, mi primer novio, el cual sacaste a escobazos.
Liliana se pone a reír. Cuando Salomé le dice:
— perdóname.
Liliana abraza a Salomé, y le expresa:
— Claro que te perdono, tú eres todo para mí.
— Tía.
— Si.
— Siempre que veo la foto de tu matrimonio, me pregunto una y mil veces... ¿por qué nunca te volviste a casar?
Liliana se sienta y recuerda su matrimonio con mucha alegría, y le dice a Salomé:
— No ha visto otro hombre como el, además, cuando llegaste a mi vida. Fuera el motivo que fuera, llenaste el vacío de la soledad que tenía, primero con la muerte de Eduardo y luego la de tus padres... fue muy duro, pero tu hiciste que volviera a sonreír, eras tan pequeña y tan hermosa.
De inmediato, Salomé le dice:
— Ah, ¿es que ya no soy hermosa?
— Ahora eres más hermosa.
Salomé se sonríe un poco. Cuando Liliana se levanta del asiento, y le dice:
— Bueno, limpia este desorden que hicieron anoche con tus amigas, y aprovecha que hoy es domingo. Para que me acompañes hacer ejercicio.
— Es tentadora tu propuesta, pero cuando termine con todo esto voy a ponerme a estudiar para dos exámenes.
— ¡Wau! Parece que la disciplina que te he enseñado ha surgido efecto, bueno, voy hacer ejercicio.
Salomé se sonríe y se pone a recoger las bolsas de papas fritas, y le dice a su tía:
— Te cuidas.
Liliana se regresa y le dice a Salomé:
— Ah, no te preocupes por comida, hoy salimos a comer afuera.
— Bueno.
En ese instante, Liliana sale de la casa hacer ejercicio, mientras Salomé terminade recoger la casa. Y luego se pone a ver todas las fotos de sus cumpleaños por el teléfono.
Salomé deja de ver las fotos y pone su teléfono en la mesa. Cuando este comienza a vibrar.
Salomé se devuelve y mira la foto de Liceth y le contesta, diciéndole:
— ¿Se te quedo algo?
— Si, esta es mi última invitación, vamos a ir al Salto de los Micos.
— Que les vaya bien, pero yo tengo que estudiar.
— Está bien, está bien, no vengas Salomé... quédate en tu casa volviéndote vieja.
— ¡Liceth!, ¿estas borracha?
Al ver que su amiga le colgó el teléfono, Salomé pone su teléfono en la mesa de centro de la sala. Y se va a su habitación en busca de sus cuadernos para estudiar. Cuando ve el teléfono de su tía en el mesón de la cocina.
Tres horas después, Liliana llega agotada a la casa. Cuando Salomé le expresa:
— Estaba preocupada por ti, dejaste tu teléfono tía.
— Si, y yo como loca pensando que lo había votado.
— Y así dices que yo soy despistada.
— Bueno, voy a arreglarme. Para que salgamos a comer.
— ¿A dónde piensas llevarme?
Liliana se va a ducharse, y le grita a Salomé:
— ¡ES UNA SORPRESA!
— Bueno.
Salomé mira una y otra vez la blusa rosada que se puso, y dice:
— No me convence.
Minutos más tarde, Liliana lleva a su sobrina al restaurante Capitalino.
Muy contenta, Salomé le expresa a Liliana:
— Es la primera vez que venimos a este restaurante, está muy bonito.
— Qué bueno que te haya gustado, tenemos que hacer más salidas como esta.
— ¿Y tu trabajo?
— Para todo hay que sacar tiempo.
En ese instante, el mesero les dice:
— Muy buenas, ¿van a ordenar algo?
Liliana y Salomé saludan al mesero y cogen la carta.
En seguida, Salomé le dice al mesero:
— Para mí, tráigame viste de carne.
Liliana también le dice al mesero:
— A mi... ajiaco, si, tráigame una sopa de ajiaco.
El mesero toma el pedido y luego les dice:
— ¿Algo de tomar?
Liliana le contesta al mesero:
— Jugo de maracuyá.
Salomé mira la carta, y dice también:
— Jugo de maracuyá.
En ese instante, el mesero se va a traer el pedido. Cuando Liliana le dice a Salomé:
— Hace días que no te pregunto nada del colegio, ¿cómo va eso?
— Bien, como te dije en la mañana antes que fueras hacer ejercicio, iba a estudiar para dos exámenes... ahora que lleguemos a casa seguiré estudiando.
— Eso está bien, y con la ayuda de Dios quiero que te vuelvas en una gran profesional.
Salomé queda viendo a su tía, y luego le pregunta:
— ¿Mi mamá era así como tú?
— ¿De qué forma?
— Así de especial y de cariñosa conmigo.
Editado: 23.03.2023