Los minutos pasaban con increíble lentitud; cuando trajeron comida y agua no demore en ingerir, pasta pegajosa de un color rojizo y una pieza de carne medio cruda, agua “natural” que tenía un leve sabor a vinagre pero eso era lo de menos después de no comer nada en casi dos días. Mi sentido de ubicación horaria se había arruinado gracias a la iluminación del calabozo y no había mucho por hacer en aquel lugar.
La mayor parte del tiempo estaba, gritando, golpeando los barrotes, durmiendo o dando vueltas.
El impulso eléctrico volvió, junto con el dolor que me hizo retorcer. Sujete mi cabeza con ambas manos llorando a causa de aquella odiosa molestia que volvía a mi sólo que con menor intensidad cada vez. En mi mente se dibujó una escena, una joven de aproximadamente 20 años bajaba la escalera seguida de un chico que era idéntico a ella por lo que supuse, eran gemelos; ambos vestidos con ropas de servicio doméstico de la Casa Mayor.
Ella llevaba en las manos un vestido verde claro, como los ojos de Kilian y me hubiera reído si no me sintiera tan mal como para hacerlo. El chico le tendió algo a ella que no logre ver y después ya estaban de pie en mi celda. Hablaban con el guardia y este después de un asentimiento se marchó no sin antes dirigirme una mirada de desagrado.
Con un movimiento rápido el chico tomó las llaves que le colgaban al guardia sin que este se percatara de ello hasta que el sonido de ellas al caer lo delató. El guardia volvió rápidamente y trató de golpear al chico, izquierda, derecha, izquierda y dejarlo caer noqueado.
El dolor iba deshaciéndose y cuando se fue completamente los chicos llegaron. Me acerqué rápidamente a ellos y justo cuando el joven le quitó las llaves al guardia le dije que las sostuviera con fuerza con un ademán y lo hizo solo que al estar muy nervioso al abrir la cerradura se calleron. Contuvimos el aliento y al no regresar el guardia, ellos siguieron adelante con su plan.
La chica tenía ordenado vestirme con aquel vestido que llevaba y mientras me ayudaba a cambiar mi ropa, el chico vigilaba. Se suponía que sólo tendría que pasarlo por entre los barrotes y dejar que me lo pusiera sola pero ella no tenía planeado eso, ellos estaban ahí para ayudarme a salir de aquel sitio, no para arreglar a una “princesa” que está apunto de ser ejecutada.
Según su plan, tendrían que llevarme hasta la entrada de la Plaza Republicana y ahí un grupo de guardias me estarían esperando para colocarme en la tarima y vendarme los ojos, después de eso… bueno, no quisieron decirme más.
Me llevaron por los pasillos del calabozo, trate de hacer un mapa en mi mente pero si no tenía la intención de regresar a aquel sitio entonces no tenía sentido que lo hiciera. Cuando giramos por última vez, la luz me caló los ojos y el sonido ensordecedor de una multitud aclamando mi muerte me envolvió. Creo que esta era la primera vez que escuchaba a tantas personas gritar mi nombre <<Arlet… Arlet… Arlet…>> sólo que siempre pensé que sería acompañado de un <<Viva>> no un <<Muera>>.
Las columnas que rodeaban la plaza parecían tocar el cielo despejado que afirmaba el fin del verano y el inicio del otoño con un soplido que se llevaba con él a algunas hojas de los árboles. La multitud se arremolinaba rodeando la plaza, algunos veían desde los ventanales y techos de los edificios que se alzaban en la periferia de la plaza. El Palacio Mayor enfrente de mi, tan imponente como lo ilustran en los periódicos de Montenian o en las tomas que se transmiten en el Noticiero Real.
Su fachada era de un color crema y los vitrales coloridos remarcan un movimiento artístico que comenzó en Kendora, se extendió a Neartom y que llegó también a tocar el suelo de Montenian, de hecho el Palacio Central conserva algunos vitrales de ese movimiento pero la mayoría ha sido reemplazado a comienzos del reinado de Areu. El domo que se extiende en dirección al oeste es un invernadero donde se llegaron a realizar una o dos Cumbres a las que acudí cuando era niña con mi padre. Aún puedo sentir el cosquilleante aroma de las rosas y orquídeas, la mano de mi padre sujetando la mía para guiarnos a través de las plantas, ese recuerdo hace humedecer mis mejillas.
De pronto el sonido de la voz más odiosa (aparte de la de Lía, la ex novia de Areu antes de casarse con Melania) que he escuchado en mi vida, hace eco en la multitud. Puedo sentir la mirada de Kilian en mi pero me obligo a parecer serena, con la mirada fija a los grilletes que rodean mis muñecas.
一Gente mía, el día de hoy castigaremos con la muerte a esta joven. Es una infiltrada de Montenian, sólo quería destruirnos cuando la encontramos a las orillas del bosque. Que hermano, el Rey Areu es quien la envío. Ella es el enemigo y no podemos dejar que por ser una princesa quiera acabar con todos nosotros, con nuestros familiares, con nuestros amigos... con nuestra nación que tanto ha prosperado. Tiene que morir o seremos nosotros quienes lo haremos. Por eso me vi en la necesidad de planear este horrendo acontecimiento, donde nuestros valientes soldados le dispararán para acabar de una vez por todas con la amenaza creciente que esta joven representa.
Cuando terminó su discurso, todo el mundo estalló en euforia, ellos me querían muerta tanto como yo quería no estarlo. Todos los ciudadanos de Neartom comían de la palma de aquel charlatán. Y Kilian disfrutaba de eso, que era lo peor de todo.
Cuando un grupo de soldados apareció en mi campo de visión, escuché como alguien detrás de mi se acercaba. Pronto una tela negra fue colocada en mis ojos y la amarraron detrás de mi cabeza. Escuché las órdenes que daban para la ejecución. Pero justo cuando se escucharon los disparos yo no sentí nada. Tal vez era la adrenalina que corría por mis venas ante mi inminente muerte, o que simplemente ya estaba muerta, pero no sentí nada.