LEONARDO
Estaba con la cabeza apoyada al volante del auto hasta que una voz me hizo levantarla. Había salido con la pequeña, Rubí, a hacer algunas compras.
— Cariño ¿ Qué haces aquí? – era uno de mis ligues, digamos que es el oficial.
— Hola princesa, vine a ..... – fuí interrumpido por Rubí.
— Ya terminé, vamos.
— ¿Quien es está? – preguntó Daniela, mi novia.
— Rubí Harrison, mucho gusto – le extendió la mano amablemente, algo raro en ella.
— ¿Que haces con mi novio maldita zorra ? – habló Daniela con exigencia.
— Disculpa ¿ cómo me llamaste?
— Como escuchaste, zorra, ahora respóndeme lo que te pregunté.
Esto se va a poner feo. Una es una toxica y la otra es una fiera.
— A ver mi reina, primero que nada se más educada, estás en un lugar público y eso solo te va a perjudicar a tí ¿ acaso no te enseñaron modales tus padres? – atacó la fiera.
— Quien te crees para cuestionar la educación de mis padres. Aquí la única que no tiene educación eres tú por andar con alguien que tiene dueña. – Rebatió Daniela ¿ Debería comprar palomitas o una camisa de fuerza?– ¿ Te vas a quedar callada?
— Estaba esperando a que dijeras algo que valiera la pena.
— Te voy a bajar tu maldito autoestima – Daniela se abalanzó sobre Rubí para intentar darle una cachetada. Digo intentar porque la pequeña en un movimiento rápido agarro su mano, le hizo tanta presión que la chica se arrodilló por el dolor en frente de Rubí.
— ¿ Bajar mi autoestima? No puedes bajar algo que no alcanzas. Eres patética. –le seguía sosteniendo la mano mientras que la otra chica seguían hincada a sus pies. Yo estaba inmóvil, no sabía que hacer o que decir pero Rubí prosiguió– Y sí, soy una zorra pero por lo de astuta, recuerda que hay niveles y debés saber cuál es el tuyo. – le soltó la mano y añadió como cereza del pastel – Y una última cosa, soy la jefa de Leonardo.
Así acabó todo, Rubí se subió al auto en la parte trasera, Daniela aún arrodillada en el asfalto tratando de entender que había pasado y yo, bueno yo aún parecía una estatua de piedra en medio del estacionamiento.
Ayude a Daniela a levantarse del suelo y le llamé un taxi. Prometí llamarla en cuanto llevará a la pequeña fiera a la casa. Después solo me subí al auto y sin mencionar una palabra emprendimos el camino hasta la casa.
RUBÍ
— ¡Queeeeee ! – gritó Kira extendiendo la palabra.
— Como lo oyes, la novia del chico de ojos grises formó tal escena en el aparcamiento de la tienda. Me siento un poco mal por Leonardo pero esa chica se lo merecía.
Tocaron en ese momento la puerta acompañado de un:
— ¿ Se puede? – era la voz de Leonardo.
— Claro que se puede – habló Damián abriendo la puerta. Los tres chicos entraron a mi habitación. Damián, Leonardo y mi querido hermano.
— ¿Que oz creéis para entrar en la habitación de una chica así? – habló Kira moviendo sus manos en busca de una respuesta.
— Papá nos quiere ver en diez minutos en el salón. A todos.
— ¿ Que sucede? – pregunté.
— Bueno eso lo averiguaremos en unos minutos – habló Damián.
— Bien, entonces vamos – se levantó Kira de mi cama con gran disposición.
Bajamos las escaleras hasta el salón donde se encontraba mi padre con un vaso de whisky. Los tres tomamos asiento en un sillón mientras que Damián y Leonardo se quedaron parados a los laterales del sillón.
— Bien chicos, Rubí, Kira y Alessandro a partir de mañana comenzarán a entrenar en la agencia. – Explicó mi padre para luego darse un largo trago de su bebida – Damián se encargará de Rubí, Leonardo de Kira y la agente Christina del Rey estará entrenando a Alessandro. Kira, tú empleada recibió una buena suma de dinero por sus servicios mientras que tú casa será puesta en venta. El dinero se te trasladará a una nueva cuenta de banco.
Kira ya era mayor de edad hace unos meses. Sus padres murieron cuando era muy pequeña en un trágico accidente automovilístico dejándole una gran fortuna a ella, que fue cuidada por su abuela hasta hace 2 meses en que la pobre anciana falleció. Fue un golpe muy duro para mí amiga pero Alessandro y yo nunca la dejamos sola y no lo aremos ahora. En lo general las personas adineradas suelen ser muy crueles y poco amables sin embargo los Vargas supieron educar muy bien a Kira para que fuera una persona de buen corazón. Ahora que sabemos que tenemos cuentas de bancos con Miles de millones de dólares, propiedades y todo tipo de cosas con un valor material invaluables tampoco pienso dejar mi educación de lado.
— Sí – dijimos al unisono.
La tarde transcurrió tranquila, Leonardo se había retirado hacía la agencia con prisa para encargarse del entrenamiento, mientras Damián solo intentaba coquetear con nosotras. Alessandro solo revisaba su celular mientras se comía un sándwich.
— Rubí que te parece si te enseño mi habitación ¿ Qué dices?
— Mejor que te parece si te traigo un espejo para verte como te saltan los dientes del puñetazo que te voy a dar – hablé con un tono de molestia hacia Damián. Este tío no se cansa de insistir.
"Jajaja"
Se oyó la risa de mi hermano y después otra. Estaba hablando con Tom. Enseguida Kira y yo nos lanzamos sobre Alessandro para hablar con Tom, claro le omitimos todo el rollo de la agencia.
Después de la cena el chico de ojos grises se fue a su habitación, sí, dormía aquí en casa en una de las habitaciones del gran pasillo donde estaban las nuestras. Damián se fue a su casa y mi padre fue a su despacho en la segunda planta. Alessandro, Kira y yo nos quedamos un rato más en el salón viendo una película y comiendo palomitas.
*****
Me desperté de mi plácido sueño con el irritante sonido de la alarma, no se porque se llama alarma si su verdadero nombre es destrozador de sueños. Eran las seis de la mañana y teníamos que estar en las puertas de la agencia al rededor de las siete y media así que rápido entre al cuarto de baño. Salí a toda prisa para vestirme con un conjunto urbano color negro, algo bastante deportivo y casual con unas botas de igual color, dejé mi larga melena caer sobre mi espalda y solo faltaba un poco de máscara de pestañas y un poco de glos en mis carnosos labios. Perfecto, estaba lista para patearle el tracero al ingreido de Damián. Por el enorme ventanal ya entraban fuertes rayos del sol, ya eran las siete.