Lany

2.- Las elegidas.

Eran tiempos difíciles, tanto para los elfos desérticos, como para el lugar al que estaban por visitar, en una expedición que para muchos carecía de sentido. Siete días, un tiempo exageradamente corto para armar una expedición, reunir a la gente adecuada, reunir los recursos necesarios, e inclusive encontrar algún método para llegar a aquel lugar de donde no habían llegado noticias desde hace varios años.

Para Lany las cosas eran distintas, Linda la había podido educar y aun con algunos balbuceos la pequeña ahora podía componer frases completas en el idioma común, su tutora tenía la esperanza de que ella pudiese aprender el antiguo idioma de los elfos del desierto, pero sus deberes como la teniente de Zafiro le limitaban el tiempo y las oportunidades para mostrarle a la pequeña todo cuanto ella quisiera.

Al paso de los días la Matriarca regresó al pequeño poblado impresionada de lo que la pequeña había alcanzado a aprender, y decepcionada por lo que ella había logrado reunir, al atardecer del sexto día las dos líderes de los elfos desérticos se reunieron en privado para caminar a orilla del agua, ambas listas para lo que Zafiro estaba por decir.

-En verdad he logrado odiar la devoción de nuestro pueblo.

-¿Tan pocos vendrán con nosotras?

-¿Pocos? no es la palabra que usaría, ningún elfo respondió a mi llamado, todos ellos estaban atados por su fe a que el rey los llamara en cualquier momento, aquellas que si respondieron llegaran mañana por la mañana.

-¿Cuántas?-, dijo Linda cabizbaja-, por favor dime que seremos suficientes.

Zafiro simplemente soltó un suspiro antes de contestar aquella pregunta.

-Si por suficientes te refieres a quinientas elfas entonces yo diría que sí.

-¿Quinientas? esperaba al menos tener a una legión de diez mil guerreras cuidándome la espalda en terreno hostil.

Zafiro contemplo el pequeño mar sin oleaje que cantaba en un aterrador silencio, la voz del viento la hacía dudar y recordar lo que antaño era su amada tierra, su gente y su ciudad, grande y hermosa, magnifica en muchos ámbitos, el desierto del cual surgían riquezas y mercancías sin parangón, un lugar lleno de vida,  un lugar rico en cultura, arte y educación, fuerte a la hora de tomar las armas y humilde en su fe.

Sus habitantes eran ricos y felices, pero ahora… dispersos y sin un líder, ¿Qué sería de ellos en poco tiempo? cuando las sombras se alcen y la oscuridad amenazara con devorarlo todo a su paso.

-Linda-, dijo finalmente-, quiero pedirte un favor… te pido, que si algo me llegara a pasar, mantengas a nuestro pueblo seguro.

Linda señalo el oeste, donde el sol empezaba a ser devorado por las aguas trayendo consigo la oscuridad de la noche.

-Ten fe Zafiro-, le dijo con suavidad-, encontraremos la ciudad, te lo prometo.

Ambas regresaron al pueblo, donde las esperaban un cálido fuego y una buena cama sobre la arena. Como era ya costumbre, Linda dormiría con Lany a su lado pero con la diferencia de que le dejarían el piso a Zafiro y ellas dormirían en la arena.

-Un gran pueblo-, se dijo la Matriarca antes de recostarse y observando a las dos jóvenes acomodarse en la playa-, pero ahora esto, dormir en tablas y arena de mar, pescando lo que se pueda para tener algo que comer, ¿Dónde está el rey y su tigre? ¿Dónde están el guardián y sus hijos? ¿La leyenda se los llevó? ¿El mito los ha devorado? Se han ido con el viento, soplando las arenas del mar dorado, donde el sol brilla en su resplandor, donde la luna azul y la luna de plata se elevan dando testimonio de lo que una vez fue, la joya de la corona, se hicieron cuentos, canciones, mientras sus voces fueron callando.

Al amanecer tomaron todo lo que pudieron cargar en animales y partieron rumbo al punto de encuentro al otro lado del gran lago neblinoso, atravesando el bosque y el pantano solo para encontrarse con la dificultad de una alta montaña, pero en sus mentes no se veían como unas vagabundas que se adentraban en la nada, sino como viajeras que volvían a su hogar.

Ahora todas, incluida Lany, iban vestidas con hermosos vestidos rojos de múltiples estilos y telas, algunas ya portando alguna armadura dorada y largas lanzas, arcos y flechas o espadas de doble filo a la cintura o espalda.

Cruzar el bosque fue sencillo por los caminos tallados por los nativos del lugar, el pantano pudo ser atravesado gracias a los múltiples puentes colgantes y fijos que se sujetaban de los árboles. Fue la montaña su mayor oponente, sin camino con el frio y la nieve en su contra, pero las elfas confiaban en su matriarca y sabían que ella era más que capaz de llevarlas al lugar donde sus hermanas las esperaban para ir a su hogar.

Por supuesto atravesar aquella senda no podía ser posible sin que al menos uno de sus animales de carga muriese de frio, cosa que Linda no permitió que Lany observara, al escuchar los lamentos del animal congelándose, la elfa cubrió a la pequeña con una manta evitando que esta mirase atrás, mientras las que les seguían degollaban a la bestia, recogían lo que podían y despojaban la carne que podría servirles más adelante, al igual que la piel y algunos huesos de la criatura.

Pero así pudieron llegar a la cima de aquella montaña, dándose el camino libre al otro lado de la gigante, a cuyos pies se extendía un gran bosque de coníferas, que para muchas ya era algo familiar, tras largos años de ir hasta ahí en viajes para ver a aquel ser que se escondía entre sus árboles.



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En el texto hay: fantasia, amor, elfas

Editado: 27.06.2021

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