Las adversidades de Sara y su fortuna

Nuestro primer viaje juntos y una previa humillación

Ese domingo desperté más o menos a las siete de la mañana. Sé que es muy temprano, pero honestamente ya me sentía fastidiada de estar acostada. Me levanté y fui a asearme para luego salir a preparar el desayuno. Había olvidado por completo que Julien seguía dormido en el sofá. Estaba demasiado tranquilo , dormía como un bebé. 

Intenté ser lo más silenciosa posible para no despertarlo, así que con mucho cuidado inicié preparando el café. Por momentos recordaba aquella noche que pasé en la oficina, en la que Julien fue dueño de mis labios por primera vez. De pronto, lo escuché hablar.

—¡Buenos días, Sara! —dijo desde el sofá. 

—¡Buenos días, Julien! ¿Dormiste bien? 

—¡Sí! —dijo poniéndose de pie —usaré tu baño. ¿Puedo?

—¡Por supuesto! Está junto a mi habitación. 

Julien tomó su mochila y fue al baño. Al rato salió completamente limpio, peinado y perfumado. Me causó curiosidad el hecho de que salió sin camisa, mis ojos se anclaron en su pecho. Julien no era un hombre musculoso, pero era algo robusto, estaba en buena forma. 

—¿Qué pasa? —preguntó mientras se acercaba a mí a paso lento —Te resulta incómodo ver a tu jefe sin camisa? 

Ahí respondí con otra pregunta para evadir el tema —¿No tienes planes para hoy? —yo tartamudeaba al tiempo que mi jefe me rodeaba con sus brazos. 

—Tengo planeado acompañarte un poco más —susurró —espero que eso no te moleste. —llevó una de sus manos a la parte baja de mi espalda y la otra a mi rostro —mírame a los ojos, por favor, aunque sea tan solo por un instante. 

Yo no sabía que hacer e intenté evadir su mirada, pero esos benditos ojos eran un imán. Justo en el preciso momento en el que Julien estaba por besarme, alguien llamó a la puerta. Mi jefe suspiró de manera irónica y sonrió. Luego dijo:

—Yo voy. — se puso la camisa mientras caminaba hacia la puerta. 

Nunca había sido tan feliz de que alguien llamara a mi puerta, pero aprecié mucho esa actitud inoportuna de la señora Bárbara. La anciana llegó con unos panes y galletas de avena y nueces. Junto a ella, estaba Selma quien veía a Julien con total admiración. 

—Lo sentimos, no pensamos que todavía estabas aquí. 

Desde la cocina las invité a pasar. Era obvio que la señora Bárbara quería hablar con Julien, pues hace más de una década que no lo veía. Al terminar de preparar el desayuno, le serví a mi jefe y tomé asiento junto a él en el sofá. 

Selma y su abuela estaban sentadas enfrente de nosotros y se les veía felices de poder compartir un rato con Julien antes de que él regresara a casa, pero no lo hizo hasta obtener el número de su nana para llamarla más seguido. 

Cuando me quedé sola en mi apartamento, recordé la caja que Julien tenía la noche anterior y que había dicho que era para mí. Rápidamente, abrí la caja y vaya sorpresa, era un teléfono celular. No podía decirle nada por dos razones; evitar hacerlo enojar por despreciar el detalle y porque de verdad necesitaba el teléfono. 

Pocos días después, a eso de mitad de semana, Julien recibió la noticia de que viajaría a Roma por temas de negocios. Lo extraño de todo es que me dijo que por obligación  yo debía viajar con él. En ese entonces no cuestioné nada y seguí sus instrucciones. Tuve que trabajar el doble para dejar todo listo antes del viaje, pues debíamos partir el martes de la semana entrante. 

Estaba muy emocionada, finalmente saldría del país por primera vez. Era mi sueño hecho realidad, o bueno, uno de los tantos. Recuerdo que ese día trabajaba muy motivada y Sonja decía que parecía que iba a darme un paro cardíaco por tanta felicidad. Y es que, viajar junto a una comitiva de la empresa era un honor para mí, sobre todo porque don Douglas me dijo el día de la entrevista que mis conocimientos en idiomas iban a ser de gran utilidad para la compañía. 

Cuando estaba por concluir, la madre de Julien llegó junto a Bettina. Ambas se acercaron a mi puesto y la señora Corinna me pidió avisarle a Julien que estaban ahí. 

—Lo siento, señora Barthel —hablé —el señor Julien está en una reunión en este momento. 

—¿Sabes cuánto va a tardar? —preguntó la mujer con actitud arrogante. 

—Lamento no poder responder a su pregunta. —comenté y seguí organizando los papeles por carpeta para entregárselos a Julien en cuanto regresara de su reunión con la junta directiva. 

Para mi desgracia, Sonja ya no estaba presente en ese momento, pues estaba junto a Ludwig visitando un salón de eventos para organizar una cena corporativa en conjunto con otras empresas. Yo sentía curiosidad por asistir a esa cena, si es que podía, claro está. Aunque de todos modos no hubiese podido asistir ya que iba a estar por fuera del país durante varios días. 

Mientras yo trabajaba feliz y enfocada en mis asuntos, sentía que todo el tiempo me observaban. La madre de Julien y esa desgraciada de Bettina murmuraban y se miraban. Pude percatarme de eso ya que varias veces las vi con el rabillo del ojo. En realidad no iba a decirles nada, no iba a darme mala vida porque como ya dije, estaba feliz. Pero ese fue uno de los tantos días en los que el universo conspiró en mi contra, y lo digo por lo que pasó después. 

Corinna se levantó y tomó el elevador para ir en busca de Julien. Creo que no fui clara al decirle que estaba en una junta, o simplemente quería llevarme la contraria. 




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