Melek se despierta y tiene la sensación de que está amarrada de sus pies y manos, se encontraba amarrada en una silla. Puede sentir las cadenas que la amarran en sus manos y sus pies estaban muy firmes, casi no podía mover sus manos y pies. Al mirar mejor se dio cuenta que llevaba un vestido azul largo que en la parte de arriba que le apretaba la zona de sus senos y destaca su figura que no era delgada, pero era muy normal con una faja, y por la parte de abajo era un tul que le llega a las rodillas, le hacía ver como una muñeca y no entendía lo que estaba pasando y porque estaba vestida así, con vestimenta femenina si lo último que recuerda que llevaba su vestimenta de detective y zapatos militares. En ese momento siente abrirse la puerta, al sentir el sonido de la puerta cierra sus ojos y finge estar dormida. En ese momento el hombre y la mujer se acerca a Melek, en ese momento el hombre dice:
—Es muy lindo el vestido que le colocaron a la pequeña princesa. — Dice la voz que toca el cabello rizado.
—¿No deberías despertarla? — Dice la voz femenina con fastidio.
—Es cierto. — Dice la voz masculina y desde su bolsillo toma un pequeño frasco que contiene un tipo de líquido, lo abre y lo coloca en la nariz de Melek. El olor es tan nauseabundo y penetrante que Melek ya no podía seguir fingiendo y dice:
—Por el amor de Dios quiten ese olor horrible.. es nauseabundo, es muy asqueroso no me imagino de donde demonios lo sacaron. — Se queja y con los ojos medios abiertos, vio a una mujer que se veía temeraria y a un hombre alto con vestimenta del siglo XIX tipo caballero inglés con una máscara de un ser mitológico y lo único que se dignó a decir. — ¿Quiénes son ustedes?
—Pequeña. — Dice la voz masculina y ambos se miran.
—¿Quiero saber quiénes son ustedes?. — pregunta Melek con astucia.
—Es buena pregunta, pequeña — dice la voz masculina y este toca el cabello para jugar con cada rizo y se acerca para olerla, luego le toca el rostro de Melek.
—¿Qué quieren de mí? — Pregunta la chica.
—Nada.. En absoluto. — Dice el hombre con una sonrisa.
—Entonces.. ¿Por qué me tienen aquí? ¿Y quiénes son ustedes? — vuelve a preguntar Melek y el hombre le toca el rostro, se acerca a ella y deposita un beso en su mejilla, la mujer la miraba con una furia en sus ojos
—Es un secreto.. querida.. no voy a revelar nada — exclama con una sonrisa coqueta. — Además la quiero invitar a cenar, es muy pésimo gusto dejar a una dama sin comer algo.
—¿Usted me colocó este vestido o lo mando a alguien más? — le pregunta con curiosidad.
—Eso tiene importancia en estos momentos — se encoge de hombros.
—Claro que sí soy una chica y.. — dice Melek sonrojada. — Y usted es alguien en que no se puede confiar.
—Eres como cualquier chica.. nada más.. sin importancia. — dice el hombre y la mujer se ríe de ella con malicia.
—Te mataré un bastardo infeliz.. — dice Melek e intenta soltarse, pero no puede.
—Ni siquiera lo intentes.. jovencita — dice el hombre.
—¿A cenar? — exclama la muchacha.
—Claro a las 8 P.M se come la cena — dice el hombre y ambos se van del lugar, Melek se queda sentada en esa posición. La mujer le dice:
—¿De verdad vas a invitar a nuestra enemiga a comer? — exclama la mujer.
—Por supuesto que sí.. Amaterasu — exclama el hombre. — No tengo que ser descortés con la señorita que creo que me está esperando.
—Tengo otra pregunta.. ¿De verdad la tocaste? — pregunta la mujer entre tranquila y furiosa, el hombre la mira y se acerca a ella; la toma del cuello y le dice al oído.
—¿En qué sentido?
—En la ropa — exclama Amaterasu.
—¿Y si fuera así y qué? — exclama con una sonrisa malvada.
—¡Sariel! — dice la mujer. — No debes tocarla a ella.. es muy peligrosa.
—No me digas que estas celosa por una simple chica humana — la mira y habla a través de la máscara.
—No es eso.. nuestro señor nos mataría si Melek Hoffmann llegará a sufrir algún daño — le advierte.
—El señor jamás va a saber si yo he tocado a la joven Hoffmann, ella no va a sufrir daño alguno — dice el hombre que la suelta. — Aunque debo admitir que ella es muy hermosa.. ese cabello suave y esos hermosos ojos y sus rosadas mejillas y labios.
—Ya basta — dice Amaterasu — ya entendí que ella es bonita para mí parecer ella no es tan hermosa es sólo una chica corriente además tiene la mirada iracunda e impredecible.
—Ella es una rosa salvaje que crece en medio del invierno — dice Sariel — y siempre será así.
—Entiendo — exclama la mujer con fastidio y Sariel le dice:
—Prepara la mesa y que las sirvientas se encarguen de la bella Melek, que la bañen, la perfumen y que le coloquen el vestido más hermoso y con el mejor material que sea azul o celeste.. Ese es el color favorito de nuestra invitada — específica Sariel conociendo detalles que Amaterasu ignora completamente y eso a ella la sorprende y Sariel agrega. — Con una linda tiara que sea pequeña y con joyas muy bonitas.
—¿Algo más? — exclama Amaterasu.
—No nada más — exclama Sariel con una sonrisa y él se retira a su habitación, en ese momento Amaterasu maldice a Melek por la atención que le da su señor y porque tiene que organizar todo para que ella este comoda.
Melek está sentada esperando que sean las ocho de la noche, se siente incómoda al estar en esta misma posición y no sabe cómo sentarse en la silla; además ella tiene cadenas en sus manos y en sus pies que la están lastimando. Cerca de las siete de la tarde, Melek fue buscada por Amaterasu que la mira con inferioridad y dice:
—Te tenemos que prepararte — con su mirada arrogante y se acerca dos hombres.
—¿Dónde me llevan? no quiero — pregunta Melek al ver que le quitan los grilletes de las manos y de sus pies, ahora se puede levantar, pero es escoltada por cinco guardias muy grandes y fornidos, dos de ellos la tienen una en cada brazo dos atrás de ella y uno adelante como un guía. La llevan a una habitación en donde están un grupo de sirvientas que la visten, la asean y afinan los últimos detalles para la cena con Sariel. Después de dos horas, la mujer que la lleva a la habitación la escolta con la misma cantidad de soldados a otra habitación que en realidad era el comedor, había una mesa larga, está llena de diversos alimentos, frutas, verduras que eran desconocidas para Melek y platos únicos que jamás había visto; los soldados se detienen y la sientan en una silla y en sus pies le colocan grilletes. La dejan unos minutos sola, a los pocos minutos entra el hombre que la mira y le dice: