Las Extrañas Historias de una Joven Hechicera.

A Strange Tale 1 - Capítulo IX

Rebecca abrió sus ojos. No recordaba cuando había sido la última vez que durmió tranquilamente, alzó la mirada al techo y recordó que no estaba en su habitación, menos en su casa. Se sentó en la cama, tomó su celular y observó la hora. Eran las nueve de la mañana, al menos no era tan tarde. Dejó su teléfono en la mesita conjunta, acercó sus piernas y las pegó a su pecho, se abrazó de ellas y recargó el mentón sobre sus rodillas.

Estuvo en esa posición por varios minutos, su mente no había proclamado memoria alguna mas solo al hecho que no estaba en casa. La tristeza y el luto que Rebecca llevaba consigo había sido difícil de sobrellevar. Estas últimas noches he había dedicado a llorar hasta caer dormida y el solo hecho de recordar el funeral de su abuela le partía el corazón. Al empezar a forjar pensamientos, Becky se alzó de la cama, se colocó sus zapatos y se acercó al pequeño baño que había en la habitación para arreglar el desastre en su rostro. Habiendo cumpliendo sus rutinas matutinas, con algo de curiosidad, abrió la puerta y asomó la cabeza para poder ver un enorme y solitario pasillo. Rebecca salió de la habitación y comenzó a caminar. A su cabeza llegó el hecho que estaba en el 177A de la calle Bleecker. ¿De verdad durmió aquí? Lo había hecho las últimas tres noches y, aunque esa no era la verdadera interrogante, la real era: ¿Por qué el Doctor Strange se apiadó de ella y le ofreció su techo? También ¿Por qué le ofreció su hombro para llorar? ¿La lástima habría sido la culpable de tan nobles acciones? Era algo muy razonable.

Mientras Becky caminaba por el pasillo, y miraba maravillada las reliquias que adornaban el lugar, notó frente ella una sombra que la obligó a detenerse. Alzó su mirada y aprecio a un hombre que no era el Doctor Strange. Este hombre era de una estatura promedio, sin cabello, con tez oriental y el mismo estilo de vestimenta que Strange lucía.

—Usted debe ser la señorita Keller —habló. Asustada ella afirmó—. Por favor, sígueme.

Becky, asombrada por lo que estaba pasando, obedeció aquel hombre y le siguió a paso lento, en cambio, él caminaba un poco acelerado. Al notar la lentitud de la joven, se detuvo y ella también.

—Lamento mi descortesía. Me llamo Wong —mencionó al ver el miedo que le abrigaba.

—¿Es amigo del Doctor Strange? —preguntó nerviosa.

—Podría decirse que sí —contestó retomando la vista al frente y su caminar, Becky le siguió.

—Disculpe, Wong, ¿dónde está el Doctor Strange? —curioseó mientras se acercaba a él.

—En la sala de estudio. Se encuentra un poco ocupado y me pidió que le asistiera. Escuché sobre su perdida y lo lamento —mencionó con seriedad. Rebecca no supo cómo tomar tal pésame, simplemente asentó—. Supongo que ha de tener hambre, señorita Keller.

—¡Ah, sí! —Exclamó con cierta confusión—. Wong, por favor, no me hable de usted, apenas tengo quince años. Dígame Rebecca o Becky —De nuevo, Wong se detuvo y observó a la chica con una de sus cejas arqueadas. Becky, al ver la expresión tan hosca que detonaba, se preocupó y dibujo una sonrisa nerviosa sobre su rostro—. ¿Por favor?

—De acuerdo, señorita Rebecca —respondió con seriedad y ella suspiró desganada.

Becky y Wong llegaron a la cocina, está era enorme, del tamaño de su sala y cocina juntas, con una decoración rústica agradable.

—¿Qué le gustaría desayunar, señorita Rebecca? —preguntó Wong, sacándola de su admiración. 

—Pues... yo... no sé. Lo que tengan, por mí está bien.

Wong cabeceó y acercándose al refrigerador, el cual era moderno, sacó varios alimentos imaginándose que podía preparar. Rebecca le analizó, en el poco tiempo que había tenido acceso a este sitio, jamás había visto a Wong. Tomó asiento y se cuestionaba de dónde provenía él.

—Supongo que tiene preguntas —habló, mientras sacaba una sartén—. Strange me dijo que usted es muy...

—¿Fastidiosa? —interrumpió.

—Curiosa —corrigió volteando a verle. Becky se sorprendió—. Puedo responder algunas.

—¿En serio? —Wong cabeceó y encendió la estufa—. Bueno, ¿vive aquí, Wong?

—Regularmente.

Becky se vio confusa.

—¿Regularmente?

—Siguiente pregunta.

Ella arqueó su ceja y se cruzó de brazos. Wong no iba ser un hombre de muchas palabras.

—¿Hace lo mismo que el Doctor Strange?

—En parte.

—¿Cómo que en...? —se detuvo molesta. Trató de controlarse, respirando y exhalando profundamente.

—¿Otra pregunta?

—Si las preguntas que tengo, no me las respondió el Doctor Strange, menos usted.

—Es verdad —contestó mientras ponía dos huevos en el sartén—. Hay cosas que no podemos decir tan fácilmente.

—Pero se lo que ustedes hacen —Wong le miró, por el rabillo del ojo, mientras bañaba los huevos en aceite—. Bueno, más o menos. He visto la capa flotante, lo que hacen con las manos, todos los artefactos que abundan aquí.

—Solo has visto lo poco convencional —respondió, dejando el sartén de lado para empezar a cortar unas naranjas—. Me sorprende que alguien como tú, no se espante por lo que ha visto.

—De hecho, si me asusté, al principio. Después lo tome como lo más normal del mundo —esta vez Wong volteó a mirarle frunciendo el entre cejo—. No es lo más raro que mis ojos han visto, Wong. ¿Sabe de los Vengadores y el incidente de Nueva York? Es lo más raro y brutal que he visto. Y era una niña cuando paso.

—He escuchado —respondió, sin dejar de mirarle.

—Así que, siendo honesta con usted, lo que hacen no me espanta. Solo llama mi atención —finalizó con una sonrisa.

Wong entre cerró los ojos y observó seriamente a la jovencita. Después de un largo minuto, retomó la vista al sartén, ya que los huevos comenzaron a hacer ruido gracias al aceite. Becky se recargó en la silla y se dedicó a contemplar a Wong preparando el desayuno.

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Editado: 23.05.2022

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