Las Extrañas Historias de una Joven Hechicera.

A Strange Tale 3 - Prólogo

—Dormammu, he venido para negociar.

Frente a la entidad y dueño de la dimensión oscura se presentó el Doctor Stephen Strange mientras que los discípulos se encontraban en la tierra esperando sus órdenes. Ya no había nadie quien le impidiera conquistar esa realidad, su antigua rival estaba muerta y este nuevo hechicero no se lo iba a impedir, percatándose de lo incauto en él a sabiendas de que no conocía sus dominios.

La voz de Stephen Strange llegó a los oídos de una joven y hermosa mujer quien, curiosa por ello, se alzó del oscuro y frío suelo de esa pequeña habitación en la que se encontraba. Dio unos cuantos pasos y frente a una pared de cristal, que forjaba como una prisión para ella, alzó sus manos y de estas emanaron un resplandor púrpura, mostrando la imagen del tirano Dormammu, enfrentándose a un hombre desconocido.

Ella le examinó, era un humano terrestre, un hechicero protector de esa dimensión. Reconocía la magia, las artes terrestres de la hechicería y una esperanza surgió en ella, él debía ser el sucesor de Ancestral.

Fue testigo de la batalla sin estar consciente de sí ese hechicero sabía a quién enfrentaba. Dormammu era una entidad poderosa, no por nada se le conocía como el conquistador cósmico. Ella misma le había enfrentado y falló. Ahora era su prisionera, imposible de escapar de esta cárcel que formó en su propio hogar.

Observando a ambos confrontarse, la mujer de cabellos platinados fue testigo de cómo Dormammu asesinaba a ese hechicero. Llevó sus manos sobre su rostro, cubriendo un grito angustioso. Sus ojos color azul se cristalizaron, logrando que ante un ligero parpadear escaparan unas cuantas lágrimas.

—¡Dormammu! —escuchó. El hechicero volvía a aparecer y encararse ante él.

La impresión cubrió su rostro e interpretó lo que veía. El hechicero no había muerto. ¿Cómo era ello posible?

El amo de la oscuridad contempló atónito a ese hechicero. Había terminado con su vida, ¿cómo es que volvía a aparecer? Sin pensarlo más, Dormammu lo eliminó de nuevo y, para la sorpresa de todos, volvió a resurgir cuál ave Fénix de sus cenizas. La mujer estaba sorprendida por lo que veía, él moría y revivía una y otra vez.

—Acaso será… ¿Tiempo? —se preguntó.

El mismo evento se repetía y ella observaba con gran admiración las habilidades del hechicero, hasta que Dormammu perdió su paciencia. Una única petición fue pedida y él aceptó el trato del hombre terrestre para salir de ese bucle temporal.

Una sonrisa se dibujó en ese fino y delicado rostro. Había vencido al gobernante de la dimensión oscura. Sus discípulos se fusionaron con la materia de su realidad y el gran destructor de mundos se retiró de la batalla, viendo a su vez como el hechicero regresaba a la tierra y ambas dimensiones se separaban, procediendo que cada una siguiera en su debido sitio.

En su prisión esperaba la presencia de su dirigente y su esencia cubrió con repugnancia a la mujer.

—La hechicera suprema de la tierra ha muerto —reveló esa terrorífica voz. Ella cerró sus ojos y evitó cualquier sonido abrumador, escuchando como ese ser se acercaba a ella—. Ya no hay nadie quien defienda la tierra, ni a nadie a quien puedas favorecer.

La mujer de largos cabellos platinados vio sobre su hombro aquella figura humanoide cerca de su espacio. Respiró profundamente y se alejó.

—Esta él —mencionó dejando escapar el aire, su voz era serena y dulce, pero firme a su vez—. Ese hechicero logró vencerte.

Un gruñido provino y sin temor a lo que pudiera sucederle, esperó cualquier ataque de su parte, pero nada surgió. Curiosa por ello alzó sus cejas y luego dio la media vuelta para contemplarlo.

—No sabes nada —manifestó al percibir esa penetrante mirada.

—Él te venció. Se sacrificó una y otra vez hasta martirizarte —celebró con una ligera sonrisa—. Él es el nuevo guardián de la tierra. El nuevo hechicero supremo.

Ante esas palabras Dormammu extendió sus brazos y aprisionó a la mujer por medio de su magia oscura. Lentamente la alzaba en el aire y le provocaba un terrible dolor.

—No te acercarás a él. No le proveerás nuestra magia como lo hiciste con Ancestral.

Pese al dolor que sentía, ella sonrió y las lágrimas resbalaron sobre sus mejillas. Esa provocación hizo en Dormammu sentir más rabia por esa mujer. La detestaba, quería verla muerta, pero ambos sabían que no podía acabar con su vida. Liberó su frágil cuerpo y este cayó al suelo, efectuando que ella respirara agitadamente y se quejara por el dolor que había sentido.

—Aléjate de ese hechicero —advirtió y abandonó esa prisión.

Ella le vio desaparecer, sus ojos azules estaban teñidos en un rojo vivo mientras que su respiración volvía a ser normal y el daño a su persona desaparecía con lentitud. Una carcajada surgió y se tumbó en el frívolo suelo, contemplando sonriente al vacío techo, ideando como escapar de su terrible tormento.



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Editado: 23.05.2022

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