Las Gemas de Zira: El Rubí Protector.

Capítulo:7.5 El destino que los marcó desde el día en que nacieron.

Una risa encantadora me secuestró obligándome a seguirla por el prado y sin tan siquiera dudar o poner resistencia lo hice, porque realmente disfrutaba de ella, era una bella e hipnotizante melodía que me traía paz y felicidad, poco a poco la risa dejó de ser solo un sonido angelical, esta empezó a tomar forma de algo o más bien personificándose en una chica, la silueta delgada corría delante de mí, su cabello ondulado iba degradándose conforme descendía hasta las puntas, comenzaba en un magenta oscuro finalizando en un rosa claro, combinaba a la perfección con el atardecer frente a nosotros, era como apreciar la más asombrosa e increíble obra de arte, el viento movía su largo vestido azul de mangas largas.

La chica ladeó su cabeza sonriéndome con dulzura, quedé pasmado ante la belleza de su rostro, al segundo reconocí esas facciones perfectas, esos ojos grandes y de ese tono rojizo tan alegre, era la mujer de mis sueños, el amor de mi vida, la persona a la que siempre he amado.

-Nicolas atrápame- me miró de forma juguetona.

El dulce sonido de su voz me incitaba a continuar y ni tan si quiera detenerme a agarrar aire. Iría por ella, la envolvería en mis brazos de nuevo, la besaría hasta que mis labios dolieran, la extrañaba tanto, un minuto sin ella era como toda una eternidad en la miseria.

-Eres muy lento- gritó entre carcajadas y de verdad que lo era, su don era ser súper veloz, siempre tenía que ingeniármelas para atraparla.

De un instante a otro las pequeñas hojas del césped fueron alargándose y enrollándose en mis pies causando que cayera al suelo, golpeando mi cuerpo fuertemente, formé una espada con el láser verde que brotó de mi brazo. Poseía el poder de crear lo que yo deseara con él, cualquier tipo de arma o cosa inimaginable y el corte de este era tan letal que con una simple caricia se partía a la mitad, también podía hacer campos de protección, no tan grandes, pero si algo fuertes, pasé el rayo por la hoja tratando de cortarla, no lo conseguí en su lugar mi espada se rompió en miles de pedacitos.

- ¡Nicolas! - exclamó aterrada.

Aparté mi rostro del predicamento del que era preso para ver a la mujer de mi vida con una daga plateada en su garganta y la sombra monstruosa del bastardo que quería arrebatármela sosteniéndola, moví mis piernas con violencia en un intento desesperado por zafarme de ellas, tenía que salvarla.

La oscuridad deslizó sin vacilar la hoja por la piel delicada de la chica, inmediatamente la sangre empapó la parte delantera de su vestido, su cuerpo se desplomó lentamente cayendo contra al pasto, las ataduras desaparecieron de mis piernas y gateando presuroso me acerqué a ella, su piel bronceada y brillante ahora era opaca y grisácea, sus ojos no transmitían más que terror y muerte, instantáneamente el dolor empezó a consumir mi ser.

- ¡No! ¡No puedo perderte! - desperté de golpe con una capa de sudor en mi cuerpo, sujetaba los brazos de la silla con fuerza con la respiración agitada y el corazón a mil.

No recordaba la última vez que pude dormir creía que semanas habían pasado desde eso y es que cada vez que lo intentaba o que me dejaba vencer por el sueño, cosas terribles pasaban, eran como tener que pasar el mismo infierno, la misma tortura cientos de veces. Verla morir siempre era tan desgarrador, era semejante a que me arrancaran el corazón, nunca podría asimilar su muerte, nunca podría sanarme de esa perdida, porque fue como si todo mi ser se fuera con ella y ahora solo era una pobre alma a la deriva de lo incierto, infeliz por siempre.

-Shhh- Kaitlyn apartó mi cabello de la frente- fue solo un sueño Nik.

A veces pensaba que me visitaba en sueños, que venía a decirme lo mucho que me echaba de menos y que ansiaba el día de volvernos a ver, sin embargo, eran pocas las veces que en lugar de pesadillas tenían sueños gratos.

-Soñaste con ella ¿cierto? - una pizca de dolor fue reflejada en sus ojos grises, casi transparentes.

Era consiente de cuanto dolor le causaba el que en mi mente y corazón no estuviera como ella quisiera.

-Fue solo una pesadilla- tomé su mano con delicadeza y la dirigí a mi boca para depositar un beso en ella.

Era una mujer increíble, no merecía su amor, su preocupación ni sus cuidados, no cuando yo no estaba a la altura, no cuando mi corazón seguía perteneciendo a otra persona y no es que no la quisiera porque lo hacia la quería muchísimo, por ella estaría dispuesto a dar mi vida, el problema iniciaba en que mi amor era de amigos, de mejores amigos, lo que habíamos sido desde pequeños y aunque traté de cambiar eso por todos estos 18 años no lo logré, mi afecto era y será el mismo jamás la vería como algo más que eso.

-Últimamente te he visto más tenso y estresado, eso me preocupa mucho.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.