La familia Azhkem nunca fue adinerada.....A diferencia de lo que muchos suelen creer actualmente. Aún recuerdo a mi padre Alatar Azhkem, alto, de cabellos blancos y una barba predominante. Se destacó mucho en labrar la tierra. Teníamos un pequeño campo, en la lejana región de Oriunde, al norte del reino. Ahí mi padre producía la mejor leche, carne, huevos, todo lo que podíamos sacar de ahí. Mi madre, Margery Azhkem, por su parte, era herborista. Producía los mejores remedios naturales de toda la región, de hecho, tuve la suerte de tenerlos a mi alcance. Cuando me enfermaba, ella era la que me traía diversos remedios, y mi padre el que me cuidaba en cada momento.
La región de Oriunde es la más pobre del reino, supongo que esto era por la poca población que vivía ahí. Los bosques y las extensas praderas eran las que dominaban la tierra. Y eso era lo que más amaba de mi zona natal. Aunque no lo voy a negar; siempre quise visitar la capital; la región de Angulema, donde (En su momento) vivía el rey Astián. Pero no podía ir a la gran ciudad así como así. Era complicado, estábamos muy lejos, yo era un joven sin ninguna profesión, con la única motivación que ayudar a mi padre en su campo.
Sin embargo, siempre recordaré aquel día, cuando cumplí los 18 años. Me enfermé gravemente, ni las más fuertes medicinas de mi madre me podían mejorar....Los de mi pueblo temían lo peor. Mi padre recorría todo el poblado buscando información, alguna idea para concebir mi mejora de salud, mi madre mezclaba y mezclaba todo tipo de hierbas, pero nada servía. Mi fiebre aumentaba, y mis sentidos enloquecían. Pasaron los días, y no hubo ninguna mejora en mí, a pesar de estar 3 semanas en cama, no pude mejorar. Sin duda alguna, ya era mi hora de partir, y mis padre lo sabían, ya era muy tarde, estaba demasiado débil, apenas podía hablar, mis ojos no se abrían completamente y no podían hacer nada más por mí.
En uno de esos días de enfermedad, lo supe. Me quedaban minutos. Y mis padres sabían aquello. Por lo que para despedirse, se sentaron a un lado de mí en la cama, me besaron la frente y entre ellos, se abrazaron y comenzaron a llorar. Y ahí fue cuando comencé a cerrar mis ojos poco a poco.
Claramente no morí, si no, no estaría contándoles esta historia. ¿No creen?
La situación fue distinta, al despertar, me encontré en un espacio vacío, oscuro, solo me podía ver a mí mismo y a nadie más. Mi cabeza se inundó en un montón de preguntas por un momento. ¿Este era el cielo que tanto decían? No entendía nada de lo que estaba sucediendo.
Alcé la mirada y por fin vi algo, di un suspiro de alivio. ¿Te imaginas que hubiera estado ahí por el resto de los días?
Era un ángel, con alas dañadas, una flecha que le atravesaba el pecho. Se notaba sucio, cansado, y volaba lentamente hacia mí. Claramente, no era lo que las iglesias del pueblo enseñaban, en donde el ángel aparecería ante ti, de una manera majestuosa, divina. En mi caso, se notaba el ambiente de preocupación y miedo.
Jadeando, y casi suspirando, se dejó caer encima de mí. Aferrándose de mis hombros para no caer del todo al suelo.
-Abraham, n-no puedes morir......¡N-necesitas ir a Angulema!-
Le dirigí una mirada confusa, para luego acercarme a él y tratar de levantarlo, y pese a todos mis intentos, el intento no tuvo efecto. Nunca fui un chico con fuerzas como los demás del pueblo.
-Angulema....No, ¡Toda N-nevada está en peligro! Una maldición.............sí....viene a por ellos....Consumirá Angulema...Y luego...el reino, para después......- Toció un poco de sangre. -La humanidad..-
-¿Y yo? ¿Por qué yo?- Le dije con un tono de preocupación y a la vez de miedo, no comprendía nada de la situación y definitivamente el ángel no ayudaba.
-Tu sangre.......Los Azhkem......tienen un poder increíble con la tierra....cúralos.....Ayúdalos....yo no pude, moriré en cualquier momento.....-
-¿Yo? ¿Y por qué no mi papá? ¿¡O mi mamá?! Ella es herborista...ella sabrá...-
Antes de que pueda terminar, el ángel me interrumpe.
-Ella no tiene mucho tiempo, morirá en las próximas semanas, tú sí, e-eres joven.....A-aprovecha su poco tiempo con ella para que te enseñe todo...y por favor.........ve a Angulema.....-
El ángel puso su mano en donde se encontraba mi corazón y este comenzó a esparcir una luz brillante increíblemente poderosa, que me cegó por un momento. Tanto era su intensidad, que llenó toda la habitación de blanco. Como si no existiera nada más que esa misma luz.
Fue ese momento donde desperté en mi cama, respirando agitadamente, mis padres seguían ahí. Al verme levantarme de la cama, como si nada hubiera pasado, me abrazaron fuertemente. Era un milagro, o eso creían ellos. Les correspondí el abrazo de una manera débil, pensamientos iban y venían, era ese ángel. '¿Por qué tendré que ir a Angulema?'
De ese momento en adelante, todo es historia. Una vez sanado, y cuando volví a mi vida normal, le pedí a mi madre que me enseñara todo lo que sabía sobre las hierbas, pese a la insistencia de mi padre que aprendiera algo más 'Masculino'.
Pasó el tiempo. Cumplí los 22 años. Sabía mucho sobre las hierbas, y llegué a reemplazar a mi madre en el negocio de remedios medicinales de mi pueblo una vez que ella falleció. Mi padre falleció a los meses después, dejándome la granja como mi propiedad. Claramente a esa edad sabía lo que el ángel me había dicho, tenía que ir a Angulema, la capital del reino. Pero aquí vuelve el dilema que les conté en un principio, mi familia nunca fue de muchos recursos económicos, así que muy a mi pesar, tuve que vender toda granja. Era la única manera para tener dinero y poder dirigirme a la gran ciudad. Planeé todo; iba a llegar y abrir una pequeña tienda, para vender mis hierbas y sustentarme económicamente.
Editado: 04.04.2020