Oriunde es la región más al sur del reino. Recuerdo que en ese viaje, tuve que recorrer toda la región de Ata, la más grande del reino, conocida por sus vastos desiertos y estepas. Después tuve la oportunidad de pasar por la región de Khizhor, una región pequeña, pero conocida por su reputada universidad, de las pocas que habían en la época. Ahí aguardaban los futuros médicos del reino, por lo que al pasar por ahí, me hizo pensar muchas cosas.
''¿Por qué yo, y no un médico de aquí?''
Mi caballo y yo pasamos de largo, no queríamos hacer tantas paradas para no acabar el dinero que tenía, ya que necesita utilizarlo para obtener un lugar para vivir y abrir esa tienda.
Me demoré 6 días en llegar la capital.
Aún recuerdo la primera vez que vi a Angulema. Una ciudad gigante, con un castillo blanco imponente, con diversos edificios a su alrededor. Y al fondo, las montañas de Enkret. Las más altas del reino. Donde supuestamente se escondían las brujas.
Mientras más iba entrando veía de todo; al entrar, me encontré con el llamado Distrito bajo; hogar de los pobres de Angulema. Con casas pegadas entre ellas, con madera claramente desgastadas, en las calles de piedra se podía ver basura, e incluso frascos tirados por ahí. Sabía que me tenía que alojar en ese lugar, a pesar de que el campo que vendí era de un tamaño impresionante, su valor no era suficiente para mudarme a un mejor distrito. Pero antes de buscar un hogar, me dediqué a explorar un poco más de la capital. Claramente, desde pequeño, siempre quise pasar por el famoso Distrito Central, cuna de los comerciantes de todas partes del reino. (E incluso del mundo entero)
Llegué a una plazoleta. Era preciosa, con una fuente de agua en medio, y diversos edificios blancos que lo rodeaban. Lo más impactante, era el hecho de que la plaza se ubicaba al lado del río Hatson, que proporcionaba agua a toda la ciudad. Era un río basto y cristalino. Y al otro lado del río se podía ver el Castillo de Nevada, hogar de los reyes, reinas y princesas de nuestro país.
Dejé a mi caballo por la plazoleta, agarré mi bolso para pasear un poco y ver lo que los comerciantes nos ofrecían en sus pequeños puestos alrededor del lugar.
Recuerdo un puesto que me llamó la atención como ningún otro, era una anciana que ofrecía leer el tarot. Algo místico, que nunca estuve muy del todo interesado, especialmente porque mi padre siempre me decía que tenía que alejarme de la magia, que me iba a dañar en cierto momento. Mi madre en cambio, siempre decía que la magia podía ser buena o mala, que dependía de la gente. En este caso, era una simple anciana, dudo que pueda dañarme de alguna u otra manera. Y pensé, por un momento, que quizá eso me podría ayudar a bajar un poco esta ansiedad que tenía. Había mucha gente alrededor, algo que no estaba del todo acostumbrado.
Decidí ir a que me leyeran el tarot, saber que deparará mi futuro puede ayudarme a calmar esto. Mientras caminaba hacia la anciana, un señor, casi corriendo se interpone en mi camino y me empuja. De manera que caigo de espaldas hacia el suelo.
-¡Fíjate donde caminas, mercenario!- Me gritó.
Era un chico rubio, ojos verdes y se notaba que era bastante adinerado y más musculado que yo. No me ofreció ayuda para levantarme, solo me fijó la mirada y se fue. Habían varias personas siguiéndole, como si fuera una celebridad. No fue la mejor bienvenida que Angulema pudo darme, pero era recién el comienzo, no podía dejar que la ansiedad o el miedo a este lugar me ganase.
Mientas me levantaba, la anciana, que me miraba profundamente, me dirigió el habla.
-Él es Sigmund Collins, un famoso doctor de la clase alta de Angulema. Dicen que puede curar cualquier mal con sus medicinas.- Afirmó la anciana, con una voz temblorosa.
Me acerqué a ella. -Pues al parecer también es un imbécil.-
-Quizás lo sea, pero nunca terminamos de conocer a las personas, muchacho.-
-Lo dudo mucho. En fin...¿Me puede leer el tarot, señora?.-
-Oh, lo siento mucho mi niño....Pero ya cerraré.-
-Vaya, está bien, no se preocupe.- De todas maneras le di un poco de oro que tenía a mano, me volteé para volver con mi caballo, y mientras me alejaba de ella, la anciana me gritó.
-Ten cuidado con él.....Al menos eso te diré, Azhkem...-
Nada más al pronunciar mi apellido, fue cuando mi cuerpo se puso tenso, volteé mi cabeza rápidamente, pero era tarde, no había nadie. Definitivamente no era la mejor bienvenida que me pudo dar Angulema.
A pesar de lo misterioso que era la situación, mi cabeza decidió no hacerle mucho caso. Tenía otros problemas, el hecho de adaptarme, la búsqueda de un hogar, e incluso la búsqueda de mi objetivo, que no lo veía nada claro aún.
Con mi caballo recorrimos toda la ciudad, y finalmente volvimos al Distrito Bajo. No era glamuroso ni adinerado, pero encontramos un lugar perfecto, tenía dos pisos, en uno podíamos abrir la tienda, y en el segundo, en donde vivir. No cobraron caro, de hecho, al igual que yo, los antiguos dueños del lugar querían irse a un lugar remoto del reino, por supuesto, yo les recomendé ir a Oriunde.
Los dueños eran una pareja de ancianos. El trato se cerró, les entregué el poco oro que me quedaba, y se fueron. El hogar era totalmente mío.
¿Qué hice con el oro restante? Remodelé algunas cosas. Puse mercancía, maceteros colgantes para mis hierbas, alfombras, decoración......El lugar que antes era un asilo de ancianos, se convirtió en jardín. Las plantas decoraban el lugar, en las ventanilla puse tés, cremas, plantas molidas, todo lo que el ser humano necesitaría. Aunque he de confesar, que no me alcanzó del todo. Tuve que vender el caballo también. (Si mi padre se enterara, me mataría.)
Editado: 04.04.2020