Todo estaba pasando muy rápido. Como quien pierde la cuenta, esa mañana ya estaban desembarcando en el Aeropuerto de Sidney, el más grande del país, pero aún había mucho que hacer.
Sidney es capital de Nueva Galés del Sur, una de las ciudades más grandes de Australia, con famosas playas y puertos donde la gente transita cotidianamente.
Se alojaron en un hotel del centro de la ciudad, y fueron a hablar con la Policía Federal Australiana. Allí tenían el caso de Hanna Col, investigado un mes atrás y sucedido hace dos. Era prácticamente reciente, así que estaba la posibilidad de que la Sirena aún siguiera cerca... ¿o habría huido de la boca del lobo ni bien Hanna había muerto? era una opción más inteligente, o más obvia.
-Buenos días.-saludó el detective Chad, con un par de carpetas en mano. Era el subcomisario así que ahora debía tomar el lugar de Brown.-Tengo aquí la copia del caso de la surfista Col para entregarles, quiero que la estudien hoy mismo, porque hoy mismo comenzaremos a interrogar familia. No podemos perder más tiempo, si la Sirena negra está aquí se irá en cuestión de un par de días, si es que no lo está haciendo durante ésta platica. Y más si se entera de que la estamos buscando. Seamos cautelosos y eficientes... es nuestra temporada de pesca agentes -explicó, con una sonrisa maliciosa.
Tenía razón, si estaba aquí se escurriría en cuestión de días. Debían ser rápidos y cuidadosos.
En primer lugar se dirigieron a la casa de quien era su esposo, Patrick Kidman.
-Buenas tardes, somos el subcomisario Chad McCarthy, los agentes David Sullivan y Brenda Everlin.-los presentó Chad, mostrando su placa policial.
- Patrick Kidman, ¿en que puedo ayudarlos?- era un hombre rubio de tez blanca y estatura media. Corpulento, de espalda ancha y ojos azules. Aparentaba ser correcto y reservado.
-¿Podría respondernos un par de preguntas sobre el caso de Hanna Col? Sólo tardará un momento.
Patrick miró al suelo y soltó un suspiro agotador. -Claro, adelante.
La casa era muy iluminada y clara, en tonos blanco y celeste. Toda decorada con adornos de mar. Había una gran estufa a leña en la sala con portarretratos y caracoles de mar.
Chad comenzó a observar rápidamente el ambiente en general, y se aceró a las fotos.
-¿Quienes son?-preguntó señalándolos.
-Mis hijas, kora y Aremi. Tres y cinco años.
Ashley se estremeció. Se sintió identificada con ellas, que habían perdido a su mamá surfista tan chiquitas y por la misma asesina. Por suerte tenían a su padre, "ojalá sea igual al mío"pensó.
-Hijas de Hanna también ¿cierto?
-Sí. -contestó ya con la mirada triste.
-¿Que hace usted? ¿A que se dedica?-preguntó Chad, observándolo detenidamente.
-Soy abogado y periodista.
-Periodista, interesante. Osea que está al tanto de la investigación en busca de la Sirena negra.
-Sí...-contestó, con los ojos llenos de impotencia.
Ashley comenzó a observarlo atentamente.
-¿Que piensa de ella?-le preguntó, con los ojos chiquitos.
-Que merece la muerte.-respondió Patrick, con la mirada ida y su sonrisa maliciosa. Ya no parecía ese hombre correcto y tranquilo, más bien parecía obsesionado, con sed de venganza y mucho por hacer.
Chad lo miró con preocupación y aclaró su garganta.
-Necesitaríamos echarle un vistazo al dormitorio de Hanna, tenemos la orden judicial, ¿nos conduciría?
El hombre los observó a los tres por unos segundos, con desconfianza.
-Adelante.- dijo al fin, no muy convencido.
Subieron por una angosta escalera de madera detrás de él y al hacerlo entraron por la primera puerta a la derecha. Sullivan analizaba todo lo que veía a su alrededor discretamente.
-Aún no he sacado sus cosas. -comentó Patrick.
La habitación consistía en una cama matrimonial de madera oscura con una manta color mar y un par de almohadones, a la izquierda dos armarios angostos uno al lado del otro, un escritorio pequeño con algunos libros, un portarretrato exhibiendo una foto de Hanna y su esposo, y una computadora portátil. A la derecha había un tocadiscos y un armario grande incrustado en la pared.
Las mesas de luz estaban bastante desordenadas, llenas de papeles e impresiones. A simple vista todo parecía normal. Chad recorrió minuciosamente todo el lugar con los ojos.
-¡Cuantos armarios!..- exclamó curioso.
-Uno es de las niñas.-aclaró.
Ashley concentró su atención en los papeles variados que había sobre el escritorio, eran simples anotaciones. Pero en una caja de cristal sobre él, identificó una llave con una cinta verde... esa cinta la había visto en ese mismo momento. Se volteó para volver a observar la habitación entera y, la encontró. Notó que bajo la cerradura del armario en la pared había un pequeño trozo de cinta verde, funcionando como marca. No era muy difícil llegar a la conclusión de que esa llave era del armario.
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Editado: 21.02.2019