La alarma del móvil sonó con un irritante sonido, provocando que Kiliam se despertara de un sobresalto. La cabeza le retumbaba y el molesto chillido solo lograba aumentar su malestar. ¿Acaso no se acababa de dormir hace unos minutos? Sacó con brusquedad la mano desde debajo de las mantas y tanteó el suelo en busca del teléfono. En su cuerpo aún sentía el cansancio de la noche anterior, y el simple hecho de pensar que debía salir de la cama ya le causaba una gran molestia. De malas ganas, tomó el insoportable artefacto entre sus manos, y torpemente logró silenciar el infernal sonido. Miró con curiosidad los brillantes números que resaltaban en la pantalla, pero se vio obligado a entrecerrar sus párpados para evitar que la luz lastimara sus ojos. Por unos segundos, le fue imposible descifrar lo que en esos momentos le parecían ser unos enigmáticos signos: 05:00 A.M, Sábado. Frunció el entrecejo confundido.
—¡Maldita sea, Elian! —masculló mientras dejaba el teléfono sobre la pila de libros que descansaban en el suelo, al borde de la cama— ¿Para qué lo pones tan temprano? —se acurrucó nuevamente bajo las cálidas mantas, sin la más mínima intención de salir de entre ellas. ¡Quería dormir!
La noche había sido fatal. Y el haber decidido caminar sin rumbo bajo la arreciante lluvia de otoño, no había ayudado a mejorarla. Ahora su cuerpo sentía las consecuencias, y solo pedía poder mantenerse bajo el calor de las mantas.
El punzante dolor de cabeza, le recordó que solo llevaba apenas un par de horas dormido, cuando la detestable alarma había comenzado a sonar. Juró para sus adentros, que mataría a Elian en cuanto tuviera fuerzas. ¡¿Quién en su sano juicio, se despierta un sábado a la cinco de la mañana?!
—Tengo cosas que hacer —respondió somnoliento el chico que había estado durmiendo a su lado—, a diferencias de otros —agregó luego de un sonoro bostezo.
—¡Es sábado! —su voz era amortiguada por las mantas con las que se cubría la cabeza, en su intento de poder volver a dormir.
—Lo sé, y ahora muévete.
—No. Tengo sueño —su corta respuesta le sonó un tanto infantil. Sabia que podia ser muy crío a veces, pero realmente necesitaba dormir. ¿Acaso Elian no podía tener piedad de él? Sintió las manos del muchacho contra su espalda, y de pronto, un golpe en seco sonó contra el piso de madera.
—¡¿Qué diablos haces?! —se quejó con el ceño fruncido desde el suelo. Las mantas habían amortiguado su pequeña caída.
—Me levanto, ¿no me ves? —una sonrisa burlona se dibujó en los labios de Elian, un gesto que solo le sirvió para ganarse una de sus mejores miradas asesinas— Además, ¿no deberías volver a tu casa?
Definitivamente Elian no iba a tenerle piedad. Se envolvió entre las mantas, quedándose sentado en el suelo. Estaba dubitativo entre si volver a acostarse o no, el piso también le resultaba ser un buen lugar para dormir.
—Le avise a mi carcelero que pasaría la noche con mi novia —no pudo evitar que una mirada pícara se dibujara en sus ojos esmeralda.
—Sin duda, te has equivocado de casa —replicó Elian quien había logrado salir de la cama, luego de haberlo empujado al suelo. Parecía más interesado en rebuscar entre la pila de ropa, que se amontonaban caóticamente sobre la silla de su escritorio, que en saber por que había acabado en su habitación.
—Terminé con Alice anoche, —comentó Killian como justificándose a si mismo— y no creo que me hubiera dejado dormir en su casa, aunque le preguntara —pasó cansadamente la mano entre su cabello, forzando una sonrisa para acompañar sus palabras.
En su mente aún le resonaban las palabras que su novia le había dicho. Aquellas que habían desatado la discusión que puso fin a su relación. Alice era una chica muy directa, pero aun así lo había tomado por sorpresa esa noche. Una simple pregunta, fue lo único que necesitaron para desatar el fin entre ellos. Entendía porque Alice había enfurecido cuando no pudo darle una respuesta, pero no quería mentirle y decirle cosas que quizás no eran ciertas.
Sus pensamientos fueron interrumpidos de pronto, cuando una camiseta voló hasta estamparse en su rostro.
—¿Estás bien?—preguntó Elian ladeando la cabeza, sus azulinos ojos lo examinaban con detenimiento, cómo intentando encontrar su propia respuesta a la pregunta.