—En serio… ¡ya no me entra una maldita definición más! —se quejó Kiliam por enésima vez a todo pulmón, empujando sus apuntes a un costado, y tirándose de espaldas sobre el sillón donde estaba sentado— Llevamos todo el día con esto.
Elian dejó sus lentes sobre sus apuntes con paciencia, y recostó su espalda contra el sillón tirando su cabeza hacia atrás. Necesitaba descansar de la postura que había mantenido por horas, sentado en el piso, mientras usaba la mesita del café como escritorio.
Había logrado despegar a Kiliam del sillón en donde dormía, cerca del mediodía para que lo ayudara a preparar el almuerzo. Su amigo no estuvo muy feliz con eso, pero era algo que a él no le preocupaba. Tenían que ponerse a estudiar, si era que Kiliam no quería reprobar.
Llevaban varias horas en la tarea, cuando Kiliam comenzó a ponerse realmente molesto con sus constantes gimoteos.
Sabía que por más que el chico se quejara de su tiranía a la hora de estudiar, usando el argumento de que era un maltrato psicológico que lo esté obligando a estar tantas horas sentado aprendiendose el contenido de esos libros inútiles, su amigo solo estudiaba en serio cuando lo hacían juntos. Por lo que se había acostumbrado a lo escandaloso que se volvía Kiliam cuando estaba cansado.
Suspiró resignado, y decidió dar por finalizada la hora de estudio. De todos modos, estaba seguro que su amigo lograría aprobar, aunque sea lastimosamente.
—Tengo hambre… no quiero cocinar… —fue su única queja.
—¿Pedimos unas pizzas? —el tono alegre de Kiliam lo hizo sonreír.
—Tu pagas —fue su única respuesta mientras mantenía los ojos cerrados, tratando de descansar la vista.
Sintió los dedos de su amigo jugar con algunos mechones de su cabello, mientras pedía la pizza por teléfono. Una sensación agradable invadió su cuerpo, y poco a poco los músculos de su cuerpo comenzaron a relajarse. Su mente comenzó a divagar, y recordó el aspecto de Kiliam la pasada noche. Nunca lo había visto así, parecía un cachorro abandonado en medio de la lluvia. Quiso preguntarle qué había pasado, pero el semblante triste del muchacho lo detuvo. Sea lo que sea que hubiera ocurrido, Kiliam siempre le terminaba contando las cosas, por lo que decidió darle su tiempo.
—Andan con retraso, en 40 minutos viene —informó su amigo, mientras dejaba el móvil a un lado y enredaba sus dedos en las azabaches hebras de su cabello.
El silencio reinó en el ambiente. La lluvia que había comenzado a caer hace rato, se escuchaba de fondo. Aquel silencio que los envolvía era tranquilo y relajado.
—Ella quería que te deje de ver… —soltó Kiliam de la nada, así como un comentario que uno deja en el aire, y que no es importante.
Elian se incorporó y giro para quedar de frente a su amigo, mirándolo con una expresión de desconcierto y sorpresa. No esperaba eso, Alice era una chica agradable, y la verdad es que le había caído bien desde que la conoció. Mucho mejor que cualquiera de las otras chicas que habían desfilado del brazo de Kiliam. Por lo que no podía entender el motivo de ese pedido.
—¿Y yo que le hice?
—No creo que le preocupara que le hayas hecho algo… —comentó Kiliam con una media sonrisa.
Su desconcierto ante esas palabras creció aún más. Se consideraba un poco inteligente, pero en temas de relaciones humanas siempre había sido un poco lento.
—Ilumíname con tu sabiduría, porque no entiendo que pintó yo en ese entierro.
—Creo que estaba más preocupada por lo que yo te hacia a ti —respondió Kiliam en tono pícaro, dando énfasis a esas últimas palabras.
Le tomó unos minutos procesar la respuesta. Kiliam era un chico atractivo, nadie lo podía negar. Unos hermosos ojos verdes, iluminaban su rostro. Su cabello castaño siempre lucía despeinado, lo que le daba un toque travieso. Así era su amigo, tenía una personalidad divertida y alegre. Aunque podía ser un poco caprichoso, y de un carácter bastante fuerte cuando algo no le gustaba, pero siempre era amable. Era normal que las chicas se fijaran en Kiliam. Quizás podría entender que alguna se sintiera amenazada porque otra chica le robara su atención. ¿Pero de él?
—Está celosa… ¿de mí?... —no podía evitar que la incredulidad se reflejara en su rostro. Por más que lo analizará del punto de vista que lo hiciera, no le encontraba sentido. Kiliam era su mejor amigo, su único amigo. Su madre siempre bromeaba con que era un milagro que tuviera un amigo siendo tan poco sociable, huraño y poco demostrativo, y él le daba toda la razón en ese asunto.