Santiago:
—En efecto —conteste a la mujer sentada detrás del escritorio—. Ninguno de los dos dudamos de que haya echo lo mejor con mi hermano.
—Debo admitir que al principio fue difícil —admitió la mujer como si midiera sus palabras—. Pero por fin lo logramos. La señorita White logró adaptarse y se ha reivindicado —añadió como si estuviera orgullosa de haber marcado un hito en la historia.
Escondí mi enojo detrás de una sonrisa amistosa. ¿Por qué todos se ensañaban tanto con Amalia? Solo era una niña que quería atención y cariño. Si tan solo dejara de verme como una amenaza. Si tan solo comprendiera que lo único que quiero es llenarla con todo el amor que le hace falta. Si me diera una oportunidad. Si dejara de comportarse como un gato salvaje cada vez que me acercó. Aún así es la gatita más lindo que he visto nunca.
—¿Cuándo planea llevarla a los Estados Unidos? —preguntó la mujer luego de haber hablado barbaridad y media de mi hermana.
—Los más pronto posible —respondí—. Esta misma tarde si se puede —manifesté con entusiasmo saliendo de mis ojos.
Cuando padre me dijo que ya era que volviera no pude más. No pude detener mi afán por compra el primer boleto directo a Alemania. No podía importarme menos la mirada curiosa de mi padre. Fueron cinco años sin verla. Cinco años sin saber de ella.
Padre fue demasiado estricto cuando la dejó en este internado. Ni una sola vez fue a visitarla. Ni una sola vez me dejo ir a visitarla. Ni una sola vez la trajo a casa para pasar las vacaciones. Ni siquiera las fiestas navideñas o su cumpleaños. Fue como si durante esos cinco años él se hubiera olvidado de ella. Fue como si hubiera disfrutado olvidarse de ella. Como si no la quisiera de verdad. Y luego se pregunta porque es tan rebelde.
Incluso llegué a pensar que jamás la traería a casa. Casi nunca se hablaba de Amalia en la casa y si lo hacíamos siempre era porque o yo o la nana lo hacía. Ni una vez padre dio la iniciativa. Excepto, claro esta, cuando Amalia hacia alguna de sus travesuras. Él estuvo tentado más de una vez con sacarla de allí y llevarla a otro lugar, por suerte no lo hizo. O al menos no le di la oportunidad de hacerlo. Odiaba el compromiso que tendré que cumplir por esto. Por traerla de regreso. Pero que no haría yo por ella. Por verla del nuevo.
Cinco años si oír su voz. Fue demasiado. Yo estaba tan desesperado por saber de ella que en este instante me daría lo mismo una palabra cariñosa o un insulto, con tal de oír su voz, los insultos no me harían daño alguno.
—Lamentablemente no es posible —comunico la mujer—. Faltan una semana para que empiecen las vacaciones. Es lo más pronto que estarán listos los documentos para su traslado —concluyo la mujer con falsa cortesía.
Una semana. Una semana más. Mis entrañas se revolvieron. La mujer debió haber notado lo decaído de mi semblante por las palabras que salieron de su boca.
—Descuide, ahora mismo la mandaré llamar, estoy segura que usted querrá darle la noticia en persona —avisó levantándose de la silla.
Asentí con prontitud. Esplendido. Talvez no podría llevarla conmigo ahora, pero podría visitarla. Después de todo este lugar no es la cárcel.
Luego de unos minutos más me comunico que la siguiera.
Bien. Solo unos pasillo más y ya podré verla. Mi corazón no parecía comprenderlo. Debía permanecer calmado. Tranquilo. El revoloteo en mis entrañas y el martilleó en mi pecho me lo impedía.
Respiré profundo. Debía pensar en otra cosa. Amalia no me podía ver tan ansioso. Tan desesperado. Por desgracia ni siquiera era capaz de hacer que mi mano dejará de temblar. Concéntrate en otra cosa. Sí. Yo podría hacerlo. No toda mi vida giraba en torno a ella. Tenía proyectos y sabía que quería hacer con mi vida. También sabía con quien quería compartirla. Me di una bofetada mental. Esto debía detenerse. La amaba. Nunca lo negaría, nunca lo hice. Pero debía tener un poco de auto control y en definitiva no derretirme o suspirar cundo la viera. Yo podría. Yo puedo.
No pude. Fue imposible. Lo primero que recibí al abrir la puerta fue una patada en el estomago y una cuchilla filosa atravesándome el pecho. Aquella imagen terminó conmigo. Hubiera sido capaz de caer sobre mis rodillas de no haber estado tan pegado al marco de aquella puerta.
—¡Señorita White! —reprendió la rectora con los ojos como navajas—. ¿Qué creé que esta haciendo?
—Disfrutando de mi novio —respondió enroscada en sus brazos con los labios a centímetros de los de él.
Parte de mi quería sacarla de allí y ordenarle que nunca más se le volviera a acercar, la otra parte, solo quería gimotear y ver como reaccionaba. Había veces que detestaba odiar la violencia. Esta en definitiva era una de ellas. Lo que daría por estampar mi puño contra ese rostro confiado y seguro.
Ese hombre ni siquiera era atractivo. Aquel cabello largo negro azulado, ligeramente ondeado cayéndole por el rostro, aquellos ojos azules ceniza que no se apartaban de ella, aquel cuerpo atlético que se unía al de mi hermana como si fueran... Simplemente no. Amalia no debía pensar en esa cosa como atractivo. Amalia ni siquiera debía mirar a esa cosa como si se lo quisiera comer.
Luego de unos minutos interminables de comerse la boca de Amalia, ese tipo por fin salió junto con la rectora, quien no dejaba de reprenderlo. Un escarmiento de por vida le debieran de dar.
Amalia
No podía creer que ese bastardo se hay atrevido a venir. ¿Quién se cree que es? Parado allí sobre el marco de la puerta mirándome con esos ojos de borrego a medio morir. ¿A quien cree que engaña? Por Dios. Debería dejar de actuar y compararse como lo que verdaderamente es. Un bastardo entrometido que me quito todo.
—¿A qué viniste? —pregunte con los brazos cruzadas y una mirada desafiante.
No iba a tener ningún tipo de consideración con él. ¿Por qué la tendría después de todo? Por venir desde otro continente a decirme algo que ya sé. Ja. Estoy segura que él odia este día tanto como yo. Estoy segura que si mi padre no vino ni una mísera vez a verme fue por su culpa. Seguro que disfruto ser el único heredero White. Seguro el bastardo lo persuadió para que me quedará más tiempo del acordado. No me sorprendería que de pronto viniera para decirme que me iba a quedar una temporada más. Después de todo mi padre se había desentendido totalmente, solo mandaba a su perro faldero a hacer los pagos respectivos. Dinero. Todo lo que el dinero puede dar. ¿Cómo mi madre pudo fijarse en un hombre así? ¿Por qué tuvo que morirse? ¿Por qué tuvo que dejarme sola con él?
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Editado: 14.03.2024