Lazos de Sangre

Capítulo 28: Noche loca

Amalia

—Déjenme —pedí tratando de salir.

Rayos. ¿Por qué todo se tenía que ver tan borroso? Habían... tres, no cuatro, no seis, ¿cinco? Sacudí mi cabeza. Mi vista estaba mal. Ni siquiera podía mantenerme en pie. ¿Qué era esto? No debía beber tanto. Maldito Felipe. ¿Por qué seguí su consejo? Sacudía mi cabeza de nuevo. Mis parpados caían. Mis piernas querían ceder. No debía venir sola. Debí... Volví a girar mi cabeza. La alta música ensordecía mis oídos. El olor de estos tipos era espantoso. Quería irme. Pero...

—Calma —hablo uno de los hombres sosteniéndome para no caer.

¿Ni siquiera podía caminar sin tambalearme? Rayos. ¿Qué haría? Este tipo no me daba confianza. Ni siquiera era capaz de ver su rostro. Todo me daba vueltas. Me sujete como pude de la barra para no caer. ¿Qué era esto? ¿Acaso...? Mi mirada borrosa se poso en aquella cosa de vidrió... ¿Cómo se llamaba? ¿Qué me pasaba? ¿Por qué ni siquiera podía recordar algo como eso?

Tenía que irme. Tenía que hacerlo. Si tan solo supiera como hacer que mis piernas me obedecieran. Si tan solo supiera como avanzar sin caer. Rayos. Tenía que intentarlo al menos.

—Vamos bonita, no te haremos daño —hablo otro hombro sujetándome más fuerza cuando quise avanzar hacia otro lado.

—No... déjame —me quejé entre balbuceos—. Suéltenme —exigí con más fuerza tratando de zafarme, pero solo logre hacer el ridículo cayendo al suelo.

Diablos. ¿Cómo saldría de aquí?

—No seas agresiva —aviso el mismo hombre que me tuvo sujeta mientras me levanto aferrándose a mi cadera—, queremos ser tus amigos

Aleje mi rostro de él. No me interesaba anda con este tipo y menos de las otras siluetas que no se apartaban de mí. 

—Vamos. —Me acercó más a él. Su aliento era horrible. Su voz asustaba. 

—Váyanse —hable entrecortado alzando una mano para golearlos, pero tan pronto como la levante, se desplomo en el acto.

Mis extremidades no me obedecía. Todo se sentía extraño. Raro. Mi cabeza no dejaba de doler. Un horrendo zumbido al fondo de mi cabeza me impedía pensar.

—Tranquila. —El tipo cogió algo que resplandecía y me lo puso entre los labios.

Cerré mi boca como pude.

—Toma, bebita —pidió el tipo tratando recorriendo su manos por mi cuerpo—. Nosotros hacemos el amor no la guerra —susurró en mi oído.

Tan pronto como quise decir algo un liquido paso por mi boca hacia mi garganta. Quemaba. Ardía. Calentaba mi cuerpo. Mi mente se sentía morir. Empecé a toser tan pronto como aquel silueta borrosa alejo el objeto de mis labios. Rayos. Esto... sacudí mi cabeza de nuevo. Quería sacar ese picor de mi cuerpo. ¿Qué era? ¿Qué había en esa bebida? ¿Le habrían puesto...

—¿Más animaba, bonita? —preguntó una silueta con la voz distorsionada.

Yo... yo... forcé mi vista, pero nada llegaba a mi mente, nada más que la sensación de tocar. La sensación bajo mi piel era cada vez más difícil de ignorar. Era lo único que tenía en mente. Lo único que... Ahora que lo pensaba. No eran del todo feos. ¿Quiénes serían esas siluetas? ¿Desde cuando estarían mirándome? ¿Importaba?

 

***

 

Santiago

¿Dónde estas Lía? No debiste salir tan aprisa. Giorgio no debió defenderme. Ahora debe estar odiándome más. Si solo entendiera que yo no quiero quitarle nada.

Ay Lía. ¿Dónde estas? Por más que buscaba y buscaba no la encontraba. Giorgio me había dicho la manera que ella resolvía sus problemas. 

Sacudía mi cabeza al recordarlo. ¿Por qué tenía que ser tan crédula? Lo era con todos menos conmigo. Si tan solo lo fuera. Si tan solo creyera en mí, un poquito. Resople frustrado al salir del tercer bar al que iba y no la hallaba. Ya era cerca de medianoche. Esto no me estaba gustando. Lía era imprudente y rebelde. Dios, que no le pasé nada.

No quise creer cuando Navani me dio la noticia. ¿Quién miércoles le dice a una mujer tan impulsiva como Lía que solucione sus problemas con alcohol? Tuve suerte de no estar en el mismo continente que ese sujeto. Casi y quería reventarle la cara por exponer a Lía a tantos riesgos. Una cosa es que ella saliera con sus amigos a fiestas. Ellos de algún u otro modo le habrían ayudado si se metía en algún embrollo. Pero ahora. Estaba sola. 

Lía. Lía. Ojala no te metas en ninguna locura.

Me subía al auto y volví a conducir en su búsqueda. Mi mente no podía apartarse de ella. Mi corazón no dejaba de latir con desespero. Maldición Lía. Si no te hallaba pronto iba a enloquecer. Cada minuto si tener una noticia era un martirio. Los demás también la estaban buscando. La llamaron más de diez veces, pero nada daba resultado. Ella no contestaba.

Maldición. Estacione el carro junto a una licorería. Ya estaba bastante alejado de la ciudad. Como pude guarde las llaves en mi bolsillo y entre. De no encontrarla, de no verla esta noche...

La boda se cancelaría. No podemos tener una celebración cuando un miembro de la familia esta perdido.

Casi quería creerlo. Casi quería aprovecharme de esto para posponerlo. ¿Cómo si padre me dejara hacerlo? Él parecía tan entusiasta con esta unión. Si sugería posponerla, solo conseguiría que la brecha entre él y Lía se hiciera más grande. No. No podía hacerlo. No podía dejar de buscarla. No podía rendirme.

El lugar estaba abarrotado de gente. Música alta. Olía a droga y alcohol. Arrugue mi nariz. No era fanático de esas cosas. No daría buena a mi padre. No podía deshonrarlo. Muchas veces tuve miedo a que me devolviera a aquel orfanato. Incluso hasta lo tenía. Era un ridiculez, pero aquel niño débil aún seguía en mí. Era muy difícil desaparecerlo.

Giré mi vista hacia los costados, hacia delante y hacia atrás. Ya había buscado en los baños y nada. Quizá no estaba aquí. Lo único que...

—Son lindos —mi vista se volvió en busca de esa voz.




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