Leah.

Capítulo 1

Capítulo 1: pesadillas y conocidos

Jadeando me levanto aturdida. Otra vez esa misma pesadilla. Siempre es lo mismo. Esos ojos negros como el color o incluso más oscuro, si es que eso puede ser posible.

Día número...patrañas. Ya perdí la cuenta de cuántos días llevo aquí, pero si de algo estoy segura es que llevo 10 años es esta cárcel, no es lindo, para nada lindo. Pero ahora este es como mi hogar. Si a este manicomio se le puede llamar hogar.

Desde que tengo memoria, los que se hacían llamar "Mis padres" me abandonaron aquí. Según ellos.-Mi padre más que todo.-dijo que me iba a venir a visitar todos los días. Ya que mi “madre” para no decir madrastra me odia o me odiaba, ya ni se. Escuchando un sonido que proviene de la puerta. Alzó la vista veo que una de las enfermeras para llevarme a comer.

— Hola, Leah.

— Hola,Beth ¿Cuál es el menú de hoy?

— Llegue y lo primero que hicieron que me mandaron es levantarte para que vallas al comedor. — Asiento levemente. Estiro mi cuerpo, haciendo que este haga un ruido, no muy lindo que se podía decir. — Leah deberías dejar de pasar tanto tiempo acostada, tan solo mira cómo te ha sonado los huesos.

— Lo sé, lo sé. Pero qué más puedo hacer en este cuarto. Recordando que ya no me dejan salir. — Le recuerdo por todas la veces que dejaron mi habitación sin llave y en la noche me iban a la habitación de Katia, una chica de mi misma edad que sufría de depresión, o simplemente me iba a la cocina a comer, pero después de un tiempo de descubrieron por la idiota de Anna y me dejan encerrada más de lo debido.

— Leah, te agarraste a golpe con Anna en plena madrugada ¿Cómo quieres que ellos te dejen sin llave en la noche? y agregando que la dejaste hecha un moretón viviente. — Me arquea la ceja.

— Solo vámonos, tengo hambre. — Me levanto de mi cama y me dirijo a la puerta, ella me da un lado para que yo pase primero.

Ya en el comedor, me dirijo a buscar mi comida y hay que agregar que aquí, la comida es horrible, las primeras veces te dan ganas de vomitar y lavarte la lengua con cloro, hasta creo que eso sabría mejor que la comida de aquí, pero no me puedo quejar es esa comida sabor a mierda o morir de hambre, y aun soy muy joven para morir.

Recojo mi almuerzo y le echo un vistazo al patio, a la multitud de gente que hay todos somos diferentes, de alguna forma u otra. Distingo a Katia entre el murmullo de personas, sentada en una mesa en el fondo. Sin pensarlo dos veces me dirijo hacia ella. Me acerco a pasos silenciosos para darle un pequeño susto.

— Ni lo pienses, Leah. — Me sobresalto al escuchar su voz, al parecer se dio cuenta de mi llegada.

— En serio, esto me asusta, ¿Cómo sabias que era yo? dado el hecho que ni siquiera levantaste la mirada del libro. Lo juro, a veces me asustas. —Levanta su mirada hacia donde estoy riendo a carcajadas. Me gusta verla sonreír. Casi siempre está con la mirada perdida y ojos tristes.

— ¿Que te puedo decir? estar aquí me ha dado esa habilidad, más cuando Anna y sus amigas me molestan. — Hago una mueca de disgusto a escuchar su nombre. En Serio como la detesto, y ni hablar de su perras falderas. — Hablando de la reina de roma.

Ana se acerca a nosotros *Genial, problemas* pensé. Cuando ella se acercaba a mi dirección o a la de Katia, significaba una cosa; quería pelea. Por lo general mi amiga es muy pacífica, para no decir que Anna siempre le baja la poca autoestima.

— Miren quien tenemos aquí, a la depre y a la loca. Katia, cariño ¿No te cansas de ser tan poca cosa? Tan solo mira; Tus padres ya no te visitan y tus hermanos no te quieren. — Desgraciada, Maldita hija de puta. — Además que...

Vamos Leah, toma venganza. Sé que eso quieres.

Oh no de nuevo. Ella de nuevo esta en mi mente.

Hazlo y tendrás un peso menos.

— ¡Basta! porque no te vas, largo de aquí antes que yo misma te mate, desgraciada. — Quería matarla, es una persona repugnante. — No tienes derecho de hablar, por lo menos a ella la visitan y a ti no. Acéptalo se olvidaron de ti. — No iba a dejar que se metiera con mi amiga. Ella era una grandiosa chica, aun con su estado de depresión— Que es genético, heredado por su madre — es una persona que se preocupa por todos.

— ¿Disculpa? — Está enojada lo veo, sus ojos me están arrojando dagas asesinas. — A mí no me abandonaron a las 7 años y me prometieron volver y ¿Adivina qué? jamás volvieron ni enviaron una carta. De seguro tus padres ya están muertos. — Estaba cruzando el límite y lo iba a pagar.




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