Los miércoles eran los días en los que entraba más tarde a clases, dando inicio a las 15:20 hrs. Sin embargo, aquel día, Gibran había acordado llegar temprano para inscribirse en la asignatura Estética en donde alcanzara cupo con Alejandro.
Lo habían acordado en la noche, un par de horas después de que había llegado a casa. Al principio la idea de estar antes de lo requerido le molestó un poco, pero después analizó la situación. Era necesario adelantarse a cualquier otro estudiante que pudiera ocupar su lugar, y los lugares se agotaban con el paso de las horas.
También había aceptado la idea de compartir más tiempo con Alejandro. Consideró que lo mejor era tener un conocido en la misma asignatura, y probablemente Emilio los acompañaría en aquella aventura.
Se estaba acomodan un cabello rebelde que no se quería aplacar como el resto cuando recibió una llamada de Alejandro. La duda lo inundó y revisó la hora para asegurarse que no iba tarde. Eran las 12:30 PM, y tenía que salir a las 12:50 para llegar a su encuentro a la 13:40 en las instalaciones. Su madre lo acompañaría y después se regresaría al trabajo, como ya era costumbre.
— ¿Hola? — Contestó Gibran, mientras seguía observando su cabello en el espejo.
— ¡Hey! ¿Qué pasó? ¿Ya vas a llegar?
— No, sigo en mi casa, ¿por qué? ¿Ya llegaste a la prepa? — Empezó a considerar cortarse el mechón que no lograba acomodar y las ganas incrementaron al darse cuenta de que tenía las tijeras que su madre utilizaba para cortar el cabello al alcance.
— Desde hace un buen, córrele, te espeto acá. Me comentan que ya no hay cupo para Grabado más que en la tarde, pero se traslapa con nuestro horario. Nuestra única opción es Estudiantina, así que date prisa o nos quedaremos sin lugar.
***
Cuando llegó a la preparatoria, le mandó un mensaje rápido a Alejandro por Messenger. Al recibir la respuesta quedó desconcertado:
“Voy llegando, dame unos minutos”
“Voy llegando, dame unos minutos” ¿Qué no se suponía que había llegado, según sus palabras, desde hace mucho?
Gibran esperó en el lugar en donde se había detenido a revisar el horario para esperar a Alejandro hasta que lo vio ingresar. Lo saludó a la distancia con la mano y cuando lo tuvo cerca lo volvió a saludar con un puño.
— Disculpa la tardanza. Vamos, se nos agota el tiempo.
Gibran se detuvo a analizar la presentación de la vestimenta de su compañero: comenzaba a notar un patrón en la vestimenta de Alejandro. Siempre usaba unos jeans de mezclilla que se sujetaba con un cinturón cocido de tela. A juzgar por las apariencias, el pantalón le quedaba un poco grande la cintura, así que seguramente sin el cinturón le llegaría hasta las rodillas. Usaba una playera blanca con una camisa de cuadros gris y blancos de vestir arrugada. Casi siempre la traía mal colocada, y casi siembre llevaba un hombro descubierto. Se preguntó si no era consciente de aquel detalle o era parte del outfit.
— ¿No habías dicho que ya habías llegado? — Preguntó Gibran, mientras revisaba la hora en la que recibió la llamada.
— ¿Quién, yo? — Respondió Alejandro, exagerando el tono de la pregunta y llevándose una mano al pecho —. ¿En qué momento dije eso?
— En la llamada de hace un rato, ¿o me vas a decir que tienes un gemelo que tomó tu celular y me hizo una broma?
— Suena muy convincente, si somos sinceros —. Gibran decidió dejar pasar la mentira y caminaron el uno junto al otro hasta los edificios A.
En el camino se enteró que Alejandro había sostenido una breve conversación con Mairim por Messenger, y que fue ella la que le informó sobre la situación del cupo en Grabado, ya que ella había logrado ocupar el último cupo de las horas libres que tenían los miércoles y los jueves.
El cupo de Cerámica ya estaba cubierto. Al parecer Teatro aún tenía cupo disponible. Aunque Gibran había llevado por un año teatro, sabía que no era su fuerte, además de que no le gustaba mucho. Estaba seguro de que Alejandro sería un alumno destacado allí. Era bueno para fingir demencia.
Al llegar al edificio, pasaron por el aula en donde se impartía Grabado. Gibran entró para asegurarse de que no había oportunidad de inscribirse en ella y, efectivamente, las horas disponibles ya estaban ocupadas por su horario.
El aula de junto también estaba abierto, y algunos alumnos entraban y salían. Se dejó llevar por la curiosidad y, al leer el encabezado de las listas que estaban en la mesa, y a juzgar por los trabajos que estaban pegados en el aula se percató de que era el segundo profesor que impartía Grabado.
Y había cupo disponible para inscribirse en la mañana, pero era demasiado temprano: los martes y viernes a las 10:30 AM, cuando sus clases iniciaban las 14:30. Eso significaba que tendría que esperar tres horas hasta su siguiente clase, y aunque agradecía las horas libres, estaba seguro de que sería tiempo perdido.
— No nos conviene — comentó Alejandro. Sintió como lo tomaba del brazo y lo arrastraba por un pasillo que conectaba de frente con el otro edificio A. Entraron en un salón bastante amplio, como ningún otro. El centro del salón estaba despejado, las mesas habían sido reubicadas a los extremos del aula. Varias guitarras habían sido colocadas en una que otra mesa y, en el escritorio descansaba un acordeón. Un hombre moreno, alto, con barriga y escaso cabello (el que tenía lo peinaba hacia arriba, como mango chupado) daba información a unas chicas que estaban interesadas en la asignatura.