Ya no recuerdo la cantidad de veces que lloré en el patio trasero de mi casa o en tiempos antiguos, mi habitación. Hoy me encontraba llorando en un baño público por primera vez… me sentía patética; el pequeño espacio al menos estaba limpio, las blancas paredes y el extractor parecían ser mis únicos consoladores, por un momento sentí que mi razón para seguir aguantando esto no tenía sentido, pero tenía que salir y seguir tolerando cada palabra de mis padres. Aguanté la respiración, limpié mis lágrimas y seguí adelante con mi circo.
Me senté en la mesa, el local yacía casi vacío a excepción de nosotros y una señora. En la mesa se encontraban mis padres y mi hermana menor Alexandra, su nombre era muy largo por lo que la llamábamos con el diminutivo Alex.
—¿Ves? Te dije que aquí había comida para ti — habló mi papá con aires de superioridad, creyendo que mi supuesto berrinche de hace treinta minutos era por un estúpido menú vegetariano. En mi familia siempre me he sentido como un estorbo, alguien que si no es ignorado entonces es insultado y convertido en una pequeña hormiga. Ignoré su comentario y fingí buscar algo en mi celular, no quería explotar porque eso significaría que ellos tenían razón, que no podía ser mucho más que esto.
— Esta hija tuya si es grosera, no sé a quién salió así la verdad — habló mi mamá, quiso hablar de otras cosas intentando sacar tema de conversación, pero al final solo terminaba criticando algo de mí.
Cada vez que articulaban una palabra yo recordaba lo de hace un rato.
Momentos antes…
Estuvimos desde la mañana limpiando la zanja que estaba en la parte de afuera de la casa, se encontraba llena de maleza y basura que tiraba la gente. Como todos estábamos trabajando, sacando la tierra con una carretilla bajo el sol ardiente, mi mamá no tuvo tiempo de cocinar. Le escribí a mi mejor amiga Magaly, al menos quejarme con ella me mantendría cuerda para aguantar lo suficiente y ver si lograba encontrar algo interesante en la alacena para cocinar.
Hola…
Marisol 3:30 pm.
Hola, Sol, ¿Qué pasa?
Magaly 3:31 pm.
Tengo hambre, mi mamá no cocinó. Y no hay nada en la cocina, y tampoco dinero. Hoy nos la pasamos todo el día limpiando el patio, ando que me muero.
Marisol 3:31 pm.
Que mal, ¿y no tienes un restaurante cerca de tu casa?
Magaly 3:31 pm.
Sí, pero como te dije no tengo money ahora.
Marisol 3:32 pm.
Chuzo… pero bueno si quieres te mando siete dólares y te compras algo en Leonardo, ahora que me acuerdo hay uno cerca de tu casa.
Magaly 3:33 pm.
¿En serio? ¿Pero eso no es mucho dinero? ¿Y si después lo necesitas?
Marisol 3:34 pm.
Ay no te pongas con tu pendejada ahora Mery, siete dólares no es nada. Además ya te lo mandé werita, jajaja.
En serio no debías, gracias wera. Te prometo que te lo devolveré en cuanto pueda.
Marisol 3:34 pm.
No te preocupes, no tienes que devolverme nada. Cualquier cosa avísame.
Magaly 3:35 pm.
Bueno al menos tenía siete dólares en mi tarjeta de débito que anteriormente solo contaba con un dólar y cincuenta centavos. Cuando todos terminaron sus tareas, lo primero que hice fue ducharme, estaba supersudada. El calor en Panamá muchas veces era infernal, por lo que una ducha con agua fría era uno de los pequeños placeres que se puede tener en la vida. Una vez duchada, me vestí y coloqué unas plataformas cremas que me regaló la madre de Magaly, me dirigí al baño de mi mamá para arreglar un poco mi cabello rizado, y ponerme más bloqueador solar. En cuanto terminé tomé mi cartera lista para irme, pero fui detenida por una conversación que alcanzó mis oídos.
—Esa chiquilla no sirve para nada. Le he dicho varias veces que se aprenda bien los parámetros para llevar la contabilidad de la empresa y la muy bruta no lo hace. Yo no sé a quién ella salió tan estúpida. Solo se la pasa haciendo libretitas e idioteces como si eso le diera dinero — habló mi papá molesto.
— Bueno que se puede hacer si ella no entiende. Ahí se la pasa también escribiendo libros, ella no ve que ya nadie lee. No sé a dónde quiere llegar con eso…— respondió mamá.
Sentí un nudo formarse en mi garganta, no era diferente de lo que he escuchado antes. Yo ya sabía que mis padres no creían en mí, que no veían más allá, pero… ¿Por qué seguía doliendo como la primera vez?
Apreté el mango de mi cartera con fuerza conteniendo la respiración, salí sigilosamente por el pasillo hasta llegar a la puerta principal, pero mi papá logró verme y me preguntó a donde me dirigía.
— Voy a Leonardo — respondí secamente.
— Oye, ¿A ti qué te pasa? ¿Acaso no escuchaste que dijimos que saldríamos al Pío pío? Tú nada más piensas en comer pizza y porquerías, ya te dije que el otro restaurante tiene comida para ti. Mira Sara, lo que tu hija quiere hacer.
— ¿Tú estás loca? Dime para qué vas a ir a Leonardo si ya tu papá te dijo que iríamos al otro restaurante.
— Yo no como pollo y carne como ustedes, y solo pizza puedo comer. No sé que voy a comer allá — alcé la voz ya muy cabreada por la situación, claramente ni quería comer con ellos. No tragaría bien los alimentos viéndoles la cara, pero en cambio fui una vez manipulada por las palabras de mis padres.
— Lárgate a comer tu pizza, que nosotros ya no iremos a ningún lado.
Mi papá se cruzó de brazos, aun sentado en el sillón. Me tragué mi coraje, y al final acepté ir con ellos.
Actualidad…
Cuando la comida ya estaba lista, ayudé a mi mamá a buscar las dos bandejas en silencio. Me senté una vez más en la silla, cada segundo frente a la mesa se convertía en una eternidad para mí. Quería con tantas fuerzas tirar todo al suelo, pero en cambio contuve mis impulsos como siempre y observé todo lo demás con cabeza fría, eso era lo que me diferenciaba de mi hermana mayor… yo no podía ser rebelde y una desconsiderada, siempre buscaba el bien común de todos pero a que costo. Al final del día solo era constantemente subestimada y humillada, yo solo trabajaba en el tienda con mi papá porque estaba enfermo, porque él hacía todo el trabajo duro solo. Pero no podía más, con esta pandemia solo empeoró todo para mí, mi familia se volvió más agresiva conmigo y mi mente se deterioraba a cada segundo más.
Desperté de mi trance, cuando Alex me golpeó el pie.