La tormenta sobre mi cabeza parecía no querer ceder, caminé bajo la lluvia hasta llegar a la estación de buses. No estaba de ánimo para escuchar las constantes quejas de mis padres, por lo que le escribí a Magaly, le conté todo lo que sucedió hoy, y que le transferiría de vuelta su dinero.
Ella se negó rotundamente a eso y me invitó a su casa para pasar la noche, sabía que esto tendría consecuencias una vez que regresara, pero no quería pensar en eso ahora.
Retomé el camino de vuelta al centro comercial, el lugar donde el extraño y yo tuvimos una discusión en su auto, agradecí que se estacionara en un lugar cerca de la estación del metro, de otra forma no habría caminado de vuelta. Una vez que llegué a la estación del metro, le compré un paquete de mascarillas y una máscara protectora a uno de los vendedores ambulantes con el dinero de la pizza, procedí a subir las escaleras eléctricas, esperé el próximo tren que llegaba en dos minutos.
Las personas me observaban de forma extraña, puesto que estaba empapada y con el pelo hecho un desastre, pero no me importó en lo más mínimo. Saqué de mi bolso un viejo mp3 que aún conservaba de mi adolescencia, prefería tener la música aparte. En el camino cerré los ojos intentando relajarme con la música, soñé tener una vida diferente a esta, donde respirar fuese más fácil y las decepciones menos frecuentes.
Una lágrima resbaló por mi rostro humedeciendo la mascarilla, limpié mi ojo llevándome una pestaña en el acto, sonreí en cuanto la vi sobre mi dedo índice.
"Si pudiera pedir un deseo en este momento… quisiera tener a alguien que perciba lo que los demás son incapaces de ver, y se apasione tanto como yo con los pequeños momentos, alguien con quien compartir los sueños tanto como las cargas. Porque justo ahora me siento tan vacía e inerte, quiero volver a ser yo misma otra vez."
Cuando llegué a la estación de San Miguelito, tome otro tren para después pedir un taxi, hubiera sido más fácil tomar un bus corredor sur, pero yo preferí el camino largo. En cuanto llegué al edificio donde vivía Magaly suspiré aliviada, al menos esta noche dormiría bien.
Ella vivía en un lugar de gente acomodada, para ser más precisa, en una red de edificios ubicados en Punta pacífica con vista frente al mar. Toqué el timbre de la recepción y di mi nombre tanto como el número de apartamento para poder pasar. Tomé el ascensor, esperé llegar hasta el piso ocho, pero las puertas volvieron a abrirse y un hombre muy alto se coló al pequeño espacio, llevaba ropa casual, un pantalón corto de tela, zapatillas Michael Jordan y una camiseta de mezclilla blanca, su rostro estaba tapado por una mascarilla negra y una gorra.
— JAJAJAJA — empezó a reírse sin control.
De la sorpresa me caí de nalga en el ascensor, otra vez mis tacones me volvieron a fallar, estaba tan sorprendida por el susto del demonio que me dio el extraño que no pude evitar ponerme nerviosa.
¿Más locuras en este día tan horrible?
—Disculpe señorita — me extendió la mano, me pareció extraño que hiciera mucho énfasis en la palabra “señorita”
Me levanté por mi cuenta, ni loca le tomo su mano. Tenía pinta de depravado lunático.
—No hace falta.
—Lo siento, es que me recordó mucho a alguien que conocí hoy. Era una chica bastante graciosa, como usted.
— No le veo nada de gracioso a esto, fue usted quien me hizo caer y hacer el ridículo por segunda vez en el mismo día.
— ¿Segunda vez?
— Sí, me encontré con un verdadero lunático hoy. Hizo de mi pelo un desastre y para el colmo tenía una personalidad horrible.
— Que mal, seguramente fue porque se conocieron de la forma equivocada —alegó él. — Puede que exista la posibilidad de que él no piense lo mismo que usted. ¿Va en dirección al piso ocho?
El hombre señaló el botón con la quijada, yo solo me quede callada. Sí claro, definitivamente el loco y yo no nos caemos para nada bien, además él parecía tener bastante dinero, ahora que lo pienso su auto era un BMW último modelo, lo supe en cuando vi el interior del auto por el rabillo del ojo.
— Bueno yo me bajaré en el siete, que tenga buenas noches, señorita…— se despidió el hombre.
Solo asentí amable y dejé que se fuera. Suspiré de alivio una vez que se bajó del ascensor.
Esperé un poco más hasta llegar a mi piso y en cuanto sus puertas se abrieron fui recibida por los largos brazos de mi amiga, por una pequeña fracción de segundos me sentí cálida, olvidando lo sucedido en el ascensor. Estaba agradecida de contar con su apoyo, no pude evitar sentir mucha emoción en ese instante por la cantidad de frustración que tenía conmigo, estos meses una pandemia mundial nos encerró a todos en nuestras casas, yo perdí mi trabajo en mi página de diseño gráfico gracias a que la computadora que tenia no me pertenecía a mí, sino a mi papá, tuve que dársela a mi hermana para sus clases en línea de la escuela secundaria. Y yo me quedé sin opciones, porque la tienda de la familia tuvo que cerrar por la situación sanitaria. Se trataba de un pequeño negocio de venta y fabricación de tubos PVC.
Mis planes de pagar mi universidad e incluso de intentar mudarme se frustraron, al final fui acorralada por mi familia y sus planes egoístas una vez más.
Magaly me separó de su pecho, entonces me encaró:
— No puedo creer todo lo que dijeron tus papás de ti hoy, pero no me sorprende — arrugó la nariz en señal de disgusto. — Ya lo decidí Sol, lo estuve pensando en todo el rato que te estuve esperando. Además te tengo buenas noticias también, pero primero vamos a entrar.
— ¿Qué tu decidiste qué? ¿Qué noticias? —pregunté aun un poco decaída.
— Entremos primero oye, te contaré con calma no seas impaciente.
Bufé molesta, a veces me trataba como una niña cuando yo era la mayor aquí por un año.
Magaly me hizo sentarme en el sillón, me trajo una taza de té caliente junto a una toalla.