Lejos de las rejas

CAPÍTULO 7 - Me engañaste con esa cara bonita

Todos nos miraban desde sus mesas, mientras yo me sentía desvanecer en la pista del baile. Los giros, nuestras manos entrelazadas… el suave palpitar de su corazón movieron algo muy dentro de mi ser. Más recuerdos de esa noche vinieron a mí, no es la primera vez que él era amable conmigo, esa noche me consoló, secó mis lágrimas e incluso cuidó de mi salud. La mayor parte del tiempo en mi profunda tristeza solo era acompañada más que por las corrientes del aire que se colaban por la ventana de mi habitación. Pero este no es mi lugar seguro, porque el único lugar seguro para mí, soy yo misma… cuando encuentras ese abrazo en alguien más, al final solo terminas decepcionándote. Así que me alejo de toda posibilidad de ser destruida una vez más, si en tu círculo familiar no existe los límites porque su único fin es dañarte, ¿qué más puedes esperar del mundo exterior?

Paré en seco, y sin ninguna explicación solo me senté en la mesa tragándome las ganas de huir, este desconocido no era importante para mí…

Entonces, ¿por qué recordaba sus palabras?

No estás sola.

— ¿Sucedió algo señorita Marisol? — preguntó el siguiéndome hasta la mesa.

— Nada, es que… olvídelo.

— Oh, cierto su estómago. No dejó de sonar en todo el baile.

Me abracé mi estómago hambrienta y muerta de pena. Todos echaron una risilla al escuchar el comentario de Keith.

Tuve el impulso de pisar su pie bajo la mesa, pero me arrepentí, al final no tenía el suficiente carácter para hacer lo que realmente quería. El mesero llegó con la comida, colocó un plato de pasta a la Alfredo en mi espacio de la mesa y un tazón de ensalada. Observé la comida hambrienta, esta semana estuve saltándome varias comidas gracias a mi estado de ánimo.

— ¿Señor?

— Rider.

— Señor Rider, debo admitir que usted ha sido la mejor pareja de baile que he tenido— comenté sarcástica, tomé una buena cantidad de pasta y me la llevé a la boca. —Mi estómago y algo más suenan de alegría al probar lo delicioso que está este platillo.

Él entendió mi indirecta y no tardo muchos segundos en responder.

— Oh, seguro es porque tenía hambre por la comida, que por cierto está muy deliciosa.

Bufé.

— Para nada Sr. Rider, puedo asegurar que no la encuentro deliciosa por el hambre, más bien por su textura y sabor tan… tan… simple.

— Oh, ya veo usted degusta mucho de lo “simple” porque no deja de ver su plato con tanto fervor.

— Para nada, prefiero saborear lo simple con los ojos cerrados así lo digiero mejor. 

— Sí, tiene toda la razón. Con los ojos cerrados se siente mejor…

Magaly tanto como Adam escuchaban nuestra conversación “sin sentido” el aire se llenó de mucha tensión. Cuando reparé en que ambos estábamos muy cerca, demasiado como para decir que se trataba de una simple conversación; me eché para atrás con rapidez, Keith alzó una ceja apretando sus labios en una línea muy fina… de pura satisfacción.

¿Cuándo me acerqué tanto a él?

— No conocía esa faceta rara de ti — rió Adam.

Keith se tensó y cambió su actitud a una más seria… él era molesto, amable cuando quería, prepotente y ahora un hombre que no quiere que descubran su evidente interés en mí.

Recordaba que él me llevaba sus buenos años, aún y con todo eso, actuaba muy infantil.

— Es solo que la comida está excelente hoy.

— A mi me parece que lo que está excelente es otra cosa— dijo Magaly uniéndose a la conversación refiriéndose claramente a Adam y a mí.

— Claro que no jajaja, más bien tú lo estás.

— ¿Siempre coquetean así? — pregunté.

— La verdad es que no, es solo que hoy es uno de esos días…

— Así es, hoy es uno de esos días especiales.

Los miré a ambos sin entender.

— Usted es muy inocente — habló muy bajo un serio Keith.

— ¿A qué se refiere con eso?

— Keith, no vayas arruinar mi velada de hoy con la señorita.

— Ah, cierto. Bueno en ese caso no puedo responder su pregunta señorita Marisol, ya que usted está muy… lejos de ella.

— Oiga…

— Sol, cariño. ¿No te molesta si Adam y yo salimos un rato o sí?

— No…— mentí.

Mi amiga me abandonó por un pelele, pero agradecí eso porque de esa forma yo podría regresar a casa sin parecer grosera con su cita de hoy. En cuanto ellos se fueron me levanté de la mesa, tomé el pequeño bolso que traía conmigo y eché a andar.

— ¿Acaso planea dejar plantada a su cita de hoy?

— En lo que a mí respecta, yo ya he cumplido con su absurda apuesta.

— Eh, eh. Quiero aclarar “apuesta” que usted aceptó.

— Solo lo hice para zafarme de usted.

— Auch. Usted es como una estaca en el corazón; duele pero quieres que siga ahí.

— Vaya me encontré con un masoquista — rodé los ojos.

— Vamos señorita Marisol, no tiene porque estar a la defensiva. Si quiere la invito a un helado para que se le alegre la noche.

— Primero no soy una niñita como para ponerme feliz por un “helado”, segundo usted es mucho mayor que yo y aun así se comporta como un niño, y tercero… ¿cree que no sé que tiene novia? Aparte de insufrible, mujeriego.

— ¿Quién le dijo…?

— Su madre, la conocí hace unas semanas atrás. Sé más de su persona que usted mismo, así que no puede engañarme.

Se quedó de pie sin saber qué decir exactamente, seguí mi rumbo dejando a un Keith derrotado y descubierto con las manos en la masa.

Fui detenida por el sonido de mi teléfono a un paso de la salida, contesté rápidamente en cuanto vi el número, se trataba de Margarita la enfermera que cuida de mi abuela en el asilo.

— ¿Aló?

— Hola Marisol, te habla Margarita. ¿Cómo estás?

— Ah, sí. Bueno hasta el momento bien, ¿y tú? ¿Sucedió algo con mi abuela?

— Yo muy bien. Te llamaba por que tu abuelita está muy mal, no ha querido tomarse sus calmantes y está muy difícil de controlar. Sabes que el alzhaimer ha progresado bastante rápido, pero sigue recordándote y preguntando por ti, dice que no dejará que nadie la toque a no ser que vengas. Y tu abuela necesita dormir, ya lleva una semana durmiendo solo cuatro horas al día. ¿Crees que puedas venir esta noche y quedarte con ella?



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En el texto hay: comedia, chicossexys, picante

Editado: 27.11.2021

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