El sábado dio paso a un domingo cargado de dudas que se acumulaban en mi cabeza como si de un cajón de los recuerdos se tratase.
Los primeros rayos de sol, me trajeron los recuerdos del beso de la noche anterior. El beso. Un beso con Kevin, cuyo significado no podía comprender. Había aceptado el beso, y no lo había rechazado una vez que nuestros labios se juntaron, sin embargo cuando nos besamos no sentí ese cosquilleo en el estómago. Entonces ¿Por qué no aparté mis labios, por qué no lo rechace? Sólo había salido con un chico anteriormente, el cual me había hecho sentir la chica más feliz y afortunada del mundo. Cada vez que me besaba sentía ese cosquilleo del que tanto se habla. Cosquilleo que con Kevin no había sentido, entonces la pregunta se repetía de nuevo en mi cabeza ¿Por qué había seguido el beso?. Mi madre me había dicho muchas veces que en ocasiones besamos a alguien porque creemos estar enamorados de esa persona o creemos que nos está empezando a gustar, cuando sin embargo lo que sentimos de verdad es una simple atracción física, de afecto producida por la manera en la que actuamos uno enfrente al otro. Ese era mi problema que no sabía si me beso se debía a que Kevin me empezaba a gustar o si se debía a que su forma de tratarme y de pincharme me recordaba a mi primer y único novio.
El domingo transcurrió con esa duda en mi cabeza y en compañía de mis padres, quienes decidieron enviar a su hija junto con ellos a una comida que realizaba una compañera de mi padre. Se trataba de una comida formal por lo que debía de ir arreglada. Me puse un vestido de tiras de color azul turquesa y blanco, con unos detalles plateados en la cintura y unas sandalias plateadas a juego con un poco de tacón, dejando mi cabello suelto y liso caer por la espalda. Cuando estaba retocando el maquillaje de mis ojos, mi madre apareció por la puerta de mi habitación, con una pequeña caja en sus manos.
-Cariño, te traigo un pequeño regalo que era de tu bisabuela. Son unos pendientes que han pasado de tu bisabuela a tu abuela y luego a mí que te los paso a ti.- Se trataban de unos pequeños pendientes de plata en forma de estrella con una pequeña piedra en el medio de color azul que al contacto con la luz, formaban pequeños destellos. Eran perfectos y delicados, al igual que los copos de nieve que de pequeña ansiaba ver y tocar a través de la ventana de mi habitación.
- Son perfectos mamá. Gracias.- Le di un beso en la mejilla y luego bajamos juntas a la planta de abajo donde nos esperaba mi padre con una gran sonrisa.
-Mis princesas, mi vida. No sabéis lo afortunado que me siento ahora de ir acompañado a esa comida de la mano de dos mujeres tan bellas como vosotras.- mi madre le dió un beso. Admiraba su relación y ese amor que se demostraban día a día. Eran como el gin y el gan, diferentes a su manera, pero el uno sin el otro no podía vivir, puesto que si eso sucedía su mundo se desequilibraría.
Mi padre conducía, atravesando la ciudad que poco a poco se volvía borrosa. Unos 45 minutos después llegamos a una casa grande y rústica, en la cual aparcamos. Nos bajamos del coche y llamamos a la puerta. Mi gran sorpresa fue ver quien se encontraba tras de esta.
- ¿Jake?
- ¿Aria?- ambos nos miramos con cara de sorpresa primero y luego nos empezamos a reír.
- Ya veo que se conocen. Qué casualidad- dijo una mujer muy hermosa y de cabello ondulado y rubio sobe los hombros y de ojos azules oscuros.-Y bueno Jake ¿Vas a dejar a nuestros invitados afuera aguardando o los vas a invitar entrar?
- Si lo lamento, por favor pasen y siéntanse en su casa- al entrar a su casa vi un montón de fotografías en las paredes, fotografías de varios viajes en las que se veía a Jake con su familia feliz. Jake nos dirigió al salón-comedor en donde nos sentamos y en donde estaban también Tina y como no Kevin. Genial, el chico al que había besado ayer y que me había besado se encontraba de nuevo enfrente de mí; y yo que quería solventar las dudas que me asaltaban en mi cabeza para dar una respuesta correcta a éstas. Sin duda dios estaba en mi contra, porque si no no habría permitido que esta situación tan incómoda sucediese. Por suerte la comida comenzó pronto, interrumpiendo el silencio incómodo que se había producido entre mis nuevos amigos.
- Espero que les guste la comida. La verdad es que hacía tiempo que no cocinaba para tantos, pero dá gusto ver la casa llena de gente de nuevo.
- Todo está buenísimo Marta. Esta sopa de calabaza es la mejor que é preparado.
- No deberías decir eso delante de tu mujer Caleb, podría enfadarse.
- Oh, por eso no se preocupe, mi comida suele estar quemada o insípida. Puedo ser muy buena mezclando diferentes elementos de la tabla periódica o buscando antibióticos pero para la cocina soy todo un espécimen.