Lesalia.

VI

 

—Puedes dejar de exagerar —Pide con gesto cansino. 

El joven se enojó por su respuesta, Monserrath no entendía la gravedad del asunto. Se sentó al lado de ella en el pasto, no la miró, comenzó a juguetear con el pasto pensando en como hacerla reaccionar. 

—¿Cómo vas a explicar lo que sucedió ayer? —Ella no respondió—. Princesa, provocaste un incendio.  

—No fui yo, Jughead.  

El la miró, su cabello rubio está recogido en una trenza desprolija, algunos mechones parecen molestarle en la cara la cual está sonrosada. Moría por besarla de nuevo, pero debido a lo ocurrido ayer era mejor prevenir que lamentar. Su amiga no era consciente de lo que hacía y esta no era la primera vez que ocurría, cuando ella cumplió once años él la buscó por todas partes, recuerda perfectamente el calor abrasador de aquel día. Para su sorpresa, cuando se adentro más al bosque cierta zona era más fría y se percató que llovía, confundido miró detrás de él y efectivamente no llovía pero frente a él una lluvia torrencial se desataba. Iba a salir corriendo pero entonces la escuchó. 

Un triste sollozo, uno tan triste que le partió el alma. Avanzó buscando la fuente de aquel llanto y sentada con las piernas en su pecho Monserrath lloraba desconsoladamente, triste porque ya era otro año que su madre no estaba con ella. Dio un paso al frente y una rama crujió bajo sus pies, la pequeña levantó la mirada y encontró a Jughead observándola. No dijeron nada, él se acerco, apenas podía ver porque la lluvia comenzaba a nublarle la visión, se agachó frente a ella y sin decir nada la abrazó y consoló.  

Lloró, lloró hasta quedarse sin lágrimas.  

Él se aparto un poco de la pequeña y la miró a los ojos, sus ojos verdes estaban  
empañados en lágrimas y mojado por la lluvia salada. Junto su frente con la de ella y susurró: —Deja de llorar princesa mía. 

La lluvia cesó apenas ella cerró los ojos, él lo supo. Sabía que esa pequeña rubia era mucho más especial de lo que creía. Ella le hizo prometer que nunca hablarían de ese tema nuevamente pero era difícil ya que cada vez de Monserrath lloraba y estaba cerca del agua está estallaba, lo mismo pasó con  la fuente de La Zona, Jughead había dicho bromeando que no la quería, ella le creyó y echo a llorar. La fuente que estaba seca, pues hace tiempo dejo de funcionar empezó a temblar hasta que el agua salió disparada de los orificios y la pequeña de ese entonces doce años seguía llorando.  

—Es broma, es broma —Dijo desesperado—. Te quiero mucho, Monserrath. Eres la persona más importante en mi vida. 

La pequeña levantó la mirada y sorbió su nariz.  

—¿En serio?  

—Sí —Dijo totalmente rojo de la vergüenza.  

Ella chilló emocionada y saltó encima del joven completamente complacida con su respuesta.  

Él se percató que la fuente se detuvo.  

—Entonces ¿Me dejarías besarte de nuevo? 

Su rostro fue de sorpresa, ella no esperaba eso y nerviosa negó.  

—No… tu besas muy mal.  

Mentirosa, pequeña mentirosa.  

—¿Ah sí? —Preguntó acercándose al rostro de la muchacha.  

—¿Qué haces, Jughead? 

Él la miró, todo su rostro. La amaba demasiado que se le hacía tan difícil ocultarlo.  

—Voy a besarte hasta el cansancio. 

Su piel brilló, apenas las palabras salieron de sus labios. Él sonrío, llevó sus dedos a su brazo desnudo, su vestido marfil no tenía mangas y lo agradecía, miro condetenimiento sus dedos al tocar la piel de su amada. El brillo dorado aumentaba y siguió una línea del hombro hasta llegar a su muñeca. 

Monserrath se olvidó de como respirar. En un movimiento que no vio venir, Jughead la acostó en el pasto y subió en cima suyo. Su corazón latía errático, no sabía porque pero el estómago le dolía de una manera deliciosa. 

Sus labios bajaron, hasta tal punto de solo rozarse, ella suspiro impaciente.  

Cuando los labios de él estuvieron completamente sobre los suyos el mundo dio vueltas y las mariposas en su estómago explotaron. Las manos de Monserrath subieron al rostro de Jughead acercandolo, profundizando el beso.  

Algo le molesto a Jughead en el rostro, pero luego sintió algo en todas partes se apartó de ella y abrió los ojos confundido al ver miles de mariposas blancas encima de ellos. La miró y Monserrath cerró los ojos frustrada.  

—De acuerdo, tal vez tengas razón —Él se levantó y la ayudo a hacer lo mismo. Una mariposa se posó en su nariz y el joven sonrío al verla, soltó un estornudo y las mariposas comenzaron a alejarse.  

—¿Estás de cuerdo con ir? 

Asiente.  

—Está noche partiremos rumbo al bosque de las brujas. 

 


👑👑👑 

 


Maximiliano entró al castillo luego de pasar la tarde montando a caballo. Vio a su hermana sentada en su silla de lectura, trae puesto un hermoso vestido celeste con muchos brillos en éste, tiene puesta su tiara de princesa y él sonríe. Se parece tanto a su madre cuando su cabello castaño está recogido de esa manera. 

No la molesta y va a la cocina, con suerte Karina estará allí.  

—No me toqué, me da asco —La voz inconfundible de Karina lo pone alerta y asoma su cabeza para ver a dos guardias arrinconándola en una esquina.  

—Mantén la boca cerrada sucia criada, o mejor grita fuerte para que el príncipe te escuché.  

—La escuché fuerte y claro —Digo entrando a la cocina la mirada de Karina es de puro pánico.  

—¡Corre Max! —Grita la muchacha de cabello castaño—. Los descubrí, ellos quieren… 

Un guardia le da tremenda bofetada que la lanza al suelo. Maximiliano enfurecido corre en dirección a uno de ellos pero su error fue el pensar que estaban desarmados. Que ellos solo estaban ahí de casualidad y no esperándolo.  

El otro con una varilla de metal le dio un fuerte golpe en la nuca, el príncipe cayó al suelo y Karina miró todo horrorizada. 

Maximiliano intentó levantarse pero no pudo aguantar, se desmayó sin saber que infiernos sucedía. 
 




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