Día 2. Martes.
Emily se levantó con mucha energía en el cuerpo, de hecho, desayunó muy rápido y ya se encontraba al lado de la puerta esperándole y llamándole una y otra vez por su nombre. Se notaba que tenía ganas de resolver el caso, aunque a David le era todo lo contrarío. Le daba pereza, ya que al fin y al cabo se suponía que estaban de vacaciones. Aunque había una cosa positiva en eso, y es que con esa situación iba a saber cómo iba a ser su futuro, ya que se dedicaría a resolver casos.
– ¡Vamos, David! – Insistió de nuevo Emily.
– Ya voy, ya voy – David apareció con el bollo aun en la boca.
– Será mejor que vayamos a primera hora, así tenemos el resto del día para intentar resolverlo…
– Id por el camino de coches – les aconsejó Shaw –. Después de la que cayó anoche, estará todo hecho un Cristo. No quiero que os matéis.
– ¡Eso haremos! – Emily agarró a David y tiró de él con fuerza, sacándolo de la mansión para así llevarlo al pasado.
– ¿Por qué tanta prisa? El cuerpo no se va a mover… – Masculló él acabándose por fin su desayuno.
– ¡Hay que empezar el día con ganas! – Soltó ella.
– Sí, ya. Pero no hace falta ser tan energética – David se soltó de ella para ir más a gusto, ya que si seguía así, le iba a descolocar el brazo.
– Así de paso te enseño el pueblo.
– Hablando de eso – David se acordó de una cosa –. Toda la gente que vimos ayer en la playa…
– Estaban todos, sí – admitió Emily.
– Me sorprende que haya sheriff…
– Les da más tranquilidad a la gente, por eso se pidió a Honolulu que nos asignasen a uno.
– Honolulu… ¿A cuánto queda de aquí? – Curioseó David, ya quera la tercera vez que escuchaba esa ciudad.
– Si la marea está tranquila y el viento a favor… Una hora más o menos – calculó ella pasándose a su lado del camino para esquivar un charco enorme.
– ¿Has estado allí?
– Sí, con mis padres… – Susurró ella.
– ¿Cuánto queda para llegar? – Cambio de tema al ver que aquel camino era simétrico y que no tenía fin.
– En cuanto giremos a la izquierda, ya nos adentramos en el pueblo – respondió ella.
Dicho y hecho, continuaron andando hasta girar, momento en el que accedieron al pueblo. Pueblo o calle, ya que era una carretera asfaltada de doble sentido en el que había casas a ambos lados.
– La comisaria es esta – Emily señaló una casa que estaba a su derecha.
David se sorprendió, ya que era una vivienda normal y corriente a excepción de que había barrotes en las ventanas y que la puerta de la entrada era corredera, además del cartel gigante que había encima y que ponía Comisaria en grande.
– Pero… Es una casa… – Susurró él.
– Todo en esta isla son casas, hemos tenido que adaptarnos… – Explicó ella avanzando hacia la puerta –. O era eso o no tener nada… ¡Vamos!
David siguió a su chica y entró en la casa, llevándose una sorpresa al ver que el interior no tenía nada que ver con el aspecto exterior. La mesa de bienvenida estaba completamente desértica y sin nada encima de ella, por lo que no se entretuvo más y siguió a Emily por aquel pasillo central. A ambos lados había varios despachos que también estaban vacios, así que continuaron andando hasta el fondo, donde Emily giró a la derecha y David se quedó quieto al ver las escaleras. Hacia abajo los calabozos y hacia arriba se iba a la armería.
– ¿Pero qué haces vosotros dos aquí?
David escuchó eso y al instante se giró para ver que Emily estaba en la puerta de un despacho, por lo que se acercó hacia allí rápidamente. Pudiendo ver David la cara del sheriff de cerca y en condiciones, siendo lo más característico la cicatriz que tenía en la mejilla izquierda.
– Hemos venido para ayudar – soltó ella entrando dentro.
– ¿Ayudar? – Se sorprendió el sheriff –. Aquí el policía soy yo.
– Hemos investigado y hemos descubierto algo interesante – agregó Emily.
– ¿De qué estás hablando? ¿Cómo has podido investigar si estabais todos en vuestras casas?
– Creemos que el asesino pertenece a una secta que ya hizo lo mismo hace 32 años – soltó de golpe. Aunque antes de que el sheriff pudiese decir algo, ella sacó la nota del periódico y se lo enseñó.
– ¿Cómo es qué tenéis esto? – Preguntó el sheriff.
– Shaw lo guardaba en un libro de recuerdos… – Se inventó Emily.
– Ya sé de la existencia de esto – contestó él dejando la nota en la mesa –. Quizás pueda ser algún impostor que esté intentando hacerse pasar por el asesino original…
– O puede ser que haya vuelto – añadió David por sorpresa de ambos.
– Sea quien fuese, está entre nosotros… – Susurró el sheriff.
– Eso era a lo que veníamos a advertirte – comentó ella.
– Gracias, pero vosotros no debéis de investigar nada, yo soy el que se encarga de eso.
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Editado: 21.09.2022