Mi ángel
El viejo reloj de la catedral marcaba las doce del mediodía, mientras una tormenta fuertemente azotaba aquella ciudad, a las afueras de esta misma, resguardándose en una vieja parada de buses se encuentra un muchacho sosteniendo en sus brazos un bebe, que lloraba cada vez más fuerte, llegando incluso a aturdir.
—mi bebe, por favor deja de llorar, prometo que todo va estar bien tan solo te pido que dejes de llorar —aquel pequeño infante como si comprendiera lo que su progenitor le había dicho, se mantuvo en silencio.
Rezar siempre había sido la solución a todo y más aún cuando se sentía desamparado ante todo lo que le rodeaba, pero en ese momento Dorian Haider ¿qué podía hacer? ¿Ponerse a llorar? no era una opción, tenía que ser fuerte, no por el pero aunque sea por la pequeña que está en sus brazos.
Mojados ambos se encontraban, sus intentos por cubrir a la pequeña con su cazadora fueron en vano, varios automóviles habían pasado en el transcurso de una hora, ninguno quiso recogerlos, a pesar de las inclemencias del clima. En ese momento varias ideas descabelladas cruzaban por su mente, aun se encontraba a tiempo para volver a casa, llorar y caminar a gatas pidiendo perdón, esperando a que su madre se ablandara y lo abrazara, estaría caliente frente al calor de la chimenea, en la que tantas veces colgó adornos y medias cada navidad. Pero no, no podía hacerlo, el mismo en un momento de orgullo y prepotencia había salió corriendo de allí, con su madre en el umbral de la puerta, agachada llorando, mientras el padre de Dorian miraba el camino por el que se iba este mismo, la había herido y bastante, a la única mujer en su vida por la que valía la pena poner las manos al fuego. Pero estaba ciego, cegado por el amor, hechizado por alguien que no valió la pena.
— ¡eres un completo inútil! ¡Niñito de mamá!
—cálmate por favor, le puede hacer daño al bebe y a ti
— ¡que me importa una mierda el puto bebé! —Estaba furiosa, con la cara roja de rabia, comenzó a darse golpes en el vientre — ¡por tu maldita culpa, estoy viviendo en este basurero!
— ¡para! ¡Te puedes lastimar! —Dorian intento detenerla, pero ella estaba hecha una furia, que comenzó a arremeter contra él, dándole puñetazos y empujones, hasta hacerlo caer y golpearse un poco la cabeza con la pared.
— ¡ya veras, como un día de estos me largare de aquí!
En ese momento el no tomo en serio su amenaza, esperaba que solo fueran palabras al aire como las que había dicho otras veces, pero se equivocó. Los meses pasaron y nació su pequeña, Dorian estaba completamente feliz, los pocos centavos que ganaba los gasto en todo lo que pudiera necesitar su pequeña, creer siempre en algo no está demás. Una tarde salió temprano del trabajo, eran las 17:10 de la tarde, el cielo ya pintaba colores naranjados y rosáceos, había comprado una margarita en un puesto de flores cercano a su trabajo, su departamento estaba a unas cuantas calles, así que camino tranquilo sin preocupación alguna ¿qué preocupación podía tener? No tenía deudas, contaba con un trabajo estable, que más podía pedir. El camino se hizo corto, busco las llaves en su bolsillo, cuando escucho a Alice llorar, pensó que quizás tal se acababa de despertar o tendría hambre y recién su madre la estaba atendiendo, al entrar y caminar directo a la habitación principal, solo encontró a su pequeña en el centro de la cama, con dos almohadas haciendo de fuerte para que no rodara y callera, siguió pensando que quizás ella había salió un momento para comprar algo, así que levanto a la pequeña y empezó a tratar de calmarla, pasaron horas y nada. Comenzó un nuevo día y no se sabía nada de Violet, ella no contestaba las llamadas, tuvo que pedir permiso en el trabajo para poder cuidar de Alice, mientras no aparecía su madre. Pregunto a todos sus conocidos pero nadie sabía nada de ella, se marchito la margarita y tubo que botarla al basurero, la respuesta estaba allí, ella ya no volvería, se había marchado y dejo atrás a Alice y a él. Se empezó a endeudar, las niñeras no eran nada baratas, su salario ya no alcanzaba, pensó aun estar bien, pero no lo estaba.
— ¡lleva un mes de atraso, si no paga en los próximos días se tendrá que ir!
—lo lamento, pero no me ha estado yendo bien en el trabajo, pero le pagare
— ¡ya he esperado bastante, si no tienes con que pagarme es mejor que te vayas a otro lugar!
—Por favor, deme más tiempo, necesito el dinero para darle de comer a mi bebé, ya cuando tenga el dinero suficiente le pago todo lo que le deba —la voz le temblaba, sentía un nudo en su garganta crecer y las lágrimas apunto de escapar de sus lagrimales.
— ¡de favores no se vive! ¡Debiste pensar bien antes de estar de calenturiento!
Aquella noche lloro hasta ya no poder más, las cosas fueron de mal en peor, perdió su empleo, tuvo que recoger sus pocas pertenencias y las de Alice. Ahora en la actualidad, Dorian estaba a punto de quebrarse, tenía en mente la idea de abandonar a su pequeña en un orfanato y suplicar por el perdón de sus padres, que tenía en la cabeza ese día que decidió alejarse de ellos, sin sus padres no era nadie.
— ¿oye niño, te encuentras bien?
Dorian estaba tan ensimismado, que no sintió cuando un coche se detuvo frente a él, ni cuando alguien bajo y se paró junto a ellos.
—si lo estoy