Sus ojos me decían todo lo que su boca callaba,
Su mirada, de tenue brillo, iluminaba aquellas noches de perpetuo desvelo como si de una potente lámpara se tratara y es que ante la inminencia de la oscuridad, hasta el más leve destello era capaz de ser divisado.
Alguna vez lo vi llorar, aquellos ojos parecían manantiales, destilaban de sus comisuras sendas lágrimas, incoloras, inocuas, inofensivas, carentes de malicia y de una pulcritud indescriptible.
Entre sus sollozos vi como la luz de aquellos preciosos ojos se iba desvaneciendo a medida que mi corazón le iba cerrando las puertas a aquella esperanza mal llamada amor.
No llores más cariño mío, que las puertas del alma, sabias como ellas solas, se cierran cuando es momento de marchar.
No llores más, vida de mi vida, que los amores, como la lluvia, vienen y se van.