—Otra vez… ¿dónde estás? —gemía las palabras mientras se esforzaba por hallarlo no paraba de correr por los distintos pasadizos intentando encontrarlo, pero no podía dar con él por más que buscaba entre las diversas puertas, las cuales no daban a ningún lugar o a laberintos que temía explorar.
—Ramson… aquí —escuchaba esa voz una y otra vez—, ven, sálvame. Libérame.
Ramson no dejaba de correr, jadeante, asustado a morir.
— ¿Dónde estás? —Suplicó y gimió con impotencia mientras seguía corriendo, hasta que dio con una puerta y supo de inmediato que ahí estaba él.
Su cuerpo se estremeció al tener la certeza que al fin pudiera liberar esa persona que había estado rondándolo sin cesar, robándole el aliento cada vez que escuchaba su voz.
Sudor corría por su frente, su pecho agitado al punto de provocarle sofocos y su cabeza dando vueltas porque sabía que esa era la puerta correcta. No sabía cómo, pero esa era la correcta. Cuando iba a girar el pomo para abrirla, despertó.
Un desgarrador grito de impotencia y frustración dejó salir de su garganta, de su alma. Ramson estaba jadeante, se sentía desorientado, perdido, angustiado porque no había podido liberar al dueño de sus sueños y de sus más hondos deseos y anhelos. Dio un salto y tragó un nuevo grito cuando su despertador comenzó a sonar haciendo que resoplara desesperado porque los nervios los tenía a flor de piel. Lo apagó e intentó controlar su desbocado corazón.
Siempre esos sueños eran desesperantes, aunque este en particular, había sido el peor de todos. Tan cerca y tan desesperantemente lejos por no haber podido hacer nada por él.
Eran las 6:45 de la mañana y debía levantarse para ir al laboratorio. Maldiciendo se levantó algo mareado y con la piel sensible debido a que soñar por tanto tiempo lo mismo era tan agotador que le drenaba por completo la energía; pero, ahora le había dejado, además, una terrible angustia por ese giro inesperado, no sabía qué pensar.
Por fin había dado con la puerta que necesitaba cruzar para salvarlo, liberarlo y no sabía quién o porqué.
* * * * *
Ya más tarde, en la oficina, Ramson estaba caminando por los pasillos del laboratorio de genética donde trabaja metido en los datos de uno de los expedientes que lo tenía fascinado. Cuando llegó a la oficina aún tenía la incómoda sensación de estar aún en ese sueño; algo que era nuevo, ya que siempre había podido reponerse y poder seguir con su trabajo sin problemas.
Sin embargo, aun cuando la secretaria general le había dado en su propia mano un expediente que ahora leía ávidamente sin poder dar crédito a los valores y datos mostrados, seguía con la sensación perturbadora de no haber logrado su objetivo. No podía sacarse de la cabeza la imagen de esa maldita puerta que no logró abrir.
Volviendo a concentrarse en los documentos que tenía en las manos, comenzó a leer una y otra vez los cuadros estadísticos, informes y anotaciones sobre una persona que tenía parámetros impensables. Él pensaba que debía haber un terrible error y que todas esas muestras y datos estaban mal registrados.
Ramson exhaló impaciente.
Necesitaba conocer hacer comparaciones, revisar datos primarios y, sobre todo, conocer a esa persona lo antes posible. Solo había un problema, el individuo: V1897-526D, alías VD, estaba en cuarentena en un ala muy alejada del reciento en donde estaba el laboratorio. Lo peor, era que estaba custodiado no solo por cámaras de vigilancia sino por personal privado de seguridad altamente capacitado para su trabajo que impedían cualquier acceso no autorizado. Lo que solo ahondaba más su deseo por conocer la verdadera identidad de la persona que estaba siendo estudiada.
Miró la portada de la carpeta y esta tenía un gran sello que decía “secreto – confidencial” cruzado en rojo y todavía no entendía el por qué se lo habían dado si no pertenecía a la junta general que era la única que pudiera estar al tanto de esta evaluación.
«Salvo que…»
— ¡Dr. Penwald! Estamos buscándolo, ¿acaso no tiene el localizador encendido? —Preguntó una de las doctoras especializada en genética sacándolo de sus cavilaciones.
—Por supuesto… —respondió algo confundido, mientras hurgaba en sus bolsillo se dio cuenta de que se había detenido en una zona alejada de donde él tenía su área de trabajo.
Maldijo en su mente al percatarse de que había olvidado el localizador en su escritorio.
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Editado: 18.02.2019