—El amor duele...
—Pero vale la pena, ¿no es así?
—Para ti es fácil decirlo, no estás atada a un sentimiento imposible.
Conversación entre Jeanine Du Blanche (19) y Jessie Smith (16)
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Jeanine logró persuadir al bruto detective humano para que le diera una copia del expediente de Ryan Hammet, y en una casi perfecta sincronía, logró coordinar a los rastreadores para que no quedara ningún sector abierto, ni oficial libre del ojo vigilante.
Muchos lo llamarían entorpecer la ley, pero cada Moon Fighter sabía de lo que los humanos eran capaces, ellos no olvidaban los turbulentos meses de una brutal guerra injusta, que casi los llevó a la extinción del clan. Derek sorteó la ola con todo el valor de su joven edad, y ganó gracias al apoyo de los pumas. Ahora, más de una década y media después, no podían fiarse de la ley humana.
Así que, el trabajo era justificado y para el final del día, los rastreadores regresaron a ella sin muchas pistas y afirmando la correcta ejecución del barrido junto a los oficiales. Al parecer, el detective en realidad estaba buscando pistas y no un chivo expiatorio.
El que no encontraran huellas ni rastros de utilidad también significaba un problema, pues un cambiante medio salvaje —y quizá enfermo—, estaba suelto cerca de asentamientos humanos, y eso era la receta justa para el desastre. Debían encontrarlo antes de que ocurriera un incidente peor, el joven de diecisiete años se había salvado gracias al gas pimienta que llevaba como arma, pero nada le aseguraba que no encontrara otra víctima más vulnerable, indefensa.
— ¿Qué hacemos ahora Jeanine? —Preguntó un guardián.
—Ustedes se quedarán en el perímetro por seguridad, Logan enviará relevos por la noche.
Asintiendo, el joven se fue para comunicarle a sus compañeros las órdenes a seguir. Jeanine se quedó al margen, en el borde del bosque cercano al claro en el que se detuvieron los policías. Estaba esperando algo... Aunque no sabía bien qué. El atardecer se acercaba, Derek ya se había ido y ella modificó su agenda para quedarse allí.
Recordó que Elliot le había invitado a salir.
Su loba desechó la idea, queriendo regresar a casa porque se sentía extrañamente cansada. Jeanine delegó la tarea a un vigilante experimentado y se internó en el territorio. Atravesó el bosque deseosa de un poco de descanso, pero algo no encajaba en su mente y daba vueltas, ella sentía que estaba pasando por alto algo importante. Una silueta se movió a lo lejos, ella quiso evadirla pensando que se trataba de alguien patrullando, pero luego sintió la fuerte esencia del miedo que le llamaba.
Jeanine no pudo ignorarlo por mucho tiempo, cambiando de dirección, expandió sus sentidos para alcanzar la esencia que se desvanecía rápido alejándose de ella. Estuvo a punto de rendirse cuando su loba le advirtió del brusco movimiento a su izquierda, y luego el viento le llevó el aroma conocido « ¡Sumiso!» y sus instintos se activaron de forma involuntaria. Jeanine era una loba dominante, y eso incluía todo un bagaje de instintos y comportamientos de los que no podía desprenderse, hacerlo significaba rechazar a su animal, así que, si sentía el miedo de un sumiso, debía acudir para protegerlo, sea quien sea.
— ¿Madeleine? —llamó, pero la mujer siguió corriendo—. ¡Madeleine, espera!
No le hizo caso, y ese miedo se hizo tan intenso que el gruñido animal le exigió buscar la causa. Cualquiera que se atrevió a hacerle daño pagaría con su pellejo, no porque Madeleine fuera la hermana del alfa, sino porque su naturaleza sumisa la convertía en alguien intocable. Para un Moon Fighter no existía acción más deshonrosa que lastimar a los sumisos, epsilons y omegas que los mantenían a todos unidos y a salvo.
— ¡Madeleine! —Volvió a llamar. Algo parecido a un aullido corto se elevó, y Jeanine optó por el último recurso—. ¡Obedece ahora, sumisa!
Odiaba usar el dominio, pero no podía dejar que huyera, o de lo contrario ella estaría en peligro, y Derek se pondría furioso. Para su fortuna, Madeleine se detuvo de golpe, Jeanine también lo hizo, pero manteniendo una distancia que le asegurara que la mujer no volviera a intentar escapar. Respiraba extenuada, y tenía unas largas garras negras preparadas, en cierta forma, podía ver algo del antiguo alfa en ella, era lo mismo que en Derek.
— ¿Por qué corres como si te persiguieran los Cazadores?
Ella tembló, pero luego inhaló todo el aire que pudo y lo soltó. Madeleine giró lentamente, la loba de Jeanine aulló de rabia al ver el rasguño que atravesaba el lado izquierdo de su rostro, estaba comenzando a cicatrizar así que había sido reciente. Alguien estaba en graves problemas, y ella quería saber quién rayos era.
— ¿Quién lo hizo?
Madeleine se mordió el labio, a simple vista no parecía una mujer cuatro años mayor que Derek, su juventud le daba un aire inocente que era intensificado por su naturaleza. ¿Quizá se debía a que era un coyote?
—N-no es importante —habló cabizbaja.
—Sí, lo es. Tenemos reglas en el clan, una de ellas es no herir sumisos, dime su nombre y lo haré pagar.
Bien, eso no había sido de gran ayuda para aplacar el miedo de la mujer, pero Jeanine detestaba que los vulnerables sufrieran, eso sacaba al animal peligroso que era por dentro, no había llegado a la cúspide de su línea jerárquica por ser una dama perfecta, no, antes de ser lugarteniente fue una Beta guardiana bien entrenada.
Se obligó a calmarse, y ordenó a su loba retroceder.
—Todo va a estar bien —le dijo en tono conciliador—. Solo dime su nombre.
Ella se sostuvo el brazo y desvió la mirada. Omega, definitivamente encajaba en ese rango.
—N-no le hagas daño, fue mi error.
Jeanine frunció el ceño.
— ¿Qué fue exactamente lo que pasó?
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Editado: 18.08.2019