Libro 7: La formación y creación de un nuevo hogar

Época del nuevo comienzo (1290- ¿? años)

Empieza nuevamente el tiempo, ahora conocido como Nuevo Comienzo (E. N. C).

Madogis necesita recuperar fuerzas, descansando durante dos años. Una semana después, Kijuxe crea estrellas, nebulosas, cometas y muchos planetas más. El universo donde se encuentran los hogares de los dos dioses, se llama universo Rómgednar (después del apocalipsis).

Pasa otro año sin novedades.

Un día, mientras descansa en su trono, Tevfocpu escucha a Húnem, quien se encuentra en su palacio en Siopu Dimítvoem.

—Oye, necesito charlar contigo.

—¿Conmigo? ¿Por qué?

—Porque tú eres el líder.

—No tengo tiempo; necesito…

—¿Preparar a tus soldados para iniciar la guerra? —lo interrumpe Kijuxe.

Madogis no dice nada.

—Vamos, podemos hacerlo cualquier otro día; pero hoy necesito platicar.

Sin otra idea mejor, Tevfocpu acepta irse a reunir con su enemigo. Deciden encontrarse en el planeta Sepnaru, que es el planeta a medio camino entre los hogares de ambos dioses; llegando al lugar, Madogis encuentra a Guírn esperándolo pacientemente, mientras se sostiene de una porra larga.

—¡¿Para esto querías verme?!, ¡¿para seguir con la pelea pendiente?! —grita el ser oscuro muy enojado, invocando espadas negras—. ¡Creí que habías dicho que querías hablar!

—En efecto, solo quiero platicar contigo, pero no soy un ingenuo; es mejor venir preparado para evitar inconvenientes —responde Kijuxe seriamente—. Es bueno que hayas cumplido con tu parte.

—Bueno… te creeré por el momento —comenta Tevfocpu, tranquilizándose y desapareciendo las armas—. También me alegro de que no hayas traído a ninguno de tus soldados.

La reunión privada comienza.

—Sentémonos —invita Kijuxe, haciendo crecer dos montañas altas para utilizarlas a manera de asientos.

Ambos se sientan frente a frente.

—¿De qué quieres hablar? —inquiere Madogis.

—Quiero hacerte una pregunta.

—¿Cuál?

—¿Por qué o para qué creaste estos tres planetas?

Tevfocpu tarda en responder.

—No lo sé. Simplemente estaba aburrido y no sabía en qué entretenerme. ¿Tú por qué has creado más estrellas, asteroides y mundos?

—El paisaje me parecía aburrido y triste con solo tres astros; por eso he coloreado el espacio. ¿No hay una razón que me estés ocultando? —insiste Húnem.

—En serio. Después de la paliza que me diste, mis heridas tardaron en sanar; mientras recuperaba fuerzas y hacía crecer a mi ejército, intenté poner a prueba mis poderes. Ahora sé que puedo formar planetas, aparte de metales y soldados.

—Bravo por ti —exclama Kijuxe, feliz—. Solo tenías que esperar; la primera vez que lo intentaste, fracasaste y lo abandonaste, ¿recuerdas?

—Sí —responde Tevfocpu con una ligera sonrisa.

—Pero, ¿qué uso le ibas a dar a ese planeta en primer lugar?

—Quería un puesto de vigilancia más cercano a tu planeta.

—¿De verdad? —Húnem aparenta sorpresa—; pero lo más seguro no hubiera funcionado, ¿no crees?

—¿No? Yo creo que sí —afirma Tevfocpu muy seguro.

—Estábamos en medio de una guerra; mis soldados pudieron haber detenido a los tuyos antes de llegar a ese mundo. Lo colocaste más cerca de mis tierras que de las tuyas.

—Para eso son los puestos de vigilancia, tonto. Quería tener un lugar para juntar a mis pelotones y poder coordinar un ataque sincronizado.

—Dime, ¿hasta cuándo me vas a decir las verdaderas razones?

—Ya te las dije —asegura Madogis, pero cada vez se pone más incómodo.

—Entonces, supongo que estos astros también son puestos de vigilancia —dice Kijuxe tranquilamente.

—Creo que es una buena idea.

—¿Y por qué no has mandado a ningún soldado a vigilarlos?

—Creo que se me ha olvidado; en unos momentos los voy a traer.

—Espero que me des tiempo de sacar a unos hijos que he traído. Querían salir de Nusueri por unos momentos; es un grupo de ótbermins. Mira, ahí están —comenta Guírn, señalando atrás de Madogis.

—¿En serio? —expresa Tevfocpu muy feliz, viendo atrás muy emocionado.

Lo único que alcanza a ver, es un panorama de tierra y ni una alma a la vista.

—¡Jajajaja! —se ríe Kijuxe, mientras que su némesis voltea nuevamente, pero con una cara enojada.

—Muy gracioso. Muy gracioso —dice Madogis soportando la broma.

—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! —festeja Húnem muy feliz, para luego asegurar calmadamente—. Quieres a mis ótbermins. Estás esperando a que envíe a mis hijos para que se establezcan aquí; igual a como lo hice en Erpímnev. ¿Por qué?

—Me atrapaste —dice Tevfocpu, sonriendo—. Necesito de tus creaciones para fabricar a mis soldados de elite; ustedes los llaman cilnlumoíts.




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