Septiembre y sus cálidos días habían llegado a su fin dando paso a un octubre cuyos días parecían ser una sucesión ininterrumpida de días lluviosos.
Molly, seguía disgustada con Sirius, razón por la cual por ahora la mansión era habitada únicamente por Sirius, Remus, Tonks y el elfo que nada hacía por colaborar y aunque se habían dividido las responsabilidades en los quehaceres domésticos. Por lo general quien preparaba las comidas era Remus debido a su destreza y gran habilidad culinaria porque tanto Sirius como Tonks tenían serios problemas con ello, sus desayunos o cenas eran realmente incomibles y castigar al estómago de esa forma era algo que Remus decidió no soportar al tercer día mientras comía unas tostadas quemadas, un café aguado y los huevos revueltos más salados que había probado en su vida pero para no hacer sentir mal a Tonks, se lo comió todo ofreciéndose desde ese momento como voluntario permanente en la cocina.
El repiqueteo de la lluvia aún se oía sobre los cristales de las ventanas cuando Remus pasó por enfrente de la habitación de ella y sonrió; hacia dos semanas que cada noche que no tenían misiones ni ella o él, se reunían a jugar ajedrez y eso cada vez se volvía más adictivo. Era buena, realmente estaba mejorando mucho ya eran pocas las veces en las que había logrado derrotarla y en lo que a él respecta era totalmente responsable de eso porque al terminar cada partida solía explicarle el porqué de sus tácticas erróneas y cual habría sido el mejor movimiento para ganar después de una derrota… pronto ya no tendría ninguna ventaja sobre ella y eso lo hacía sonreír porque no le importaba, no le importaba ser derrotado por ella mientras pudieran seguir disfrutando juntos de entretenidas platicas mientras jujaban.
Bajó las escaleras que conectaban la cocina con el vestíbulo y se llevó una sorpresa inesperada al encontrar a Sirius decorándola con guirnalda, globos y cosas así.
—Buenos días, Lupin —lo saludó alegre pero aun con cierta frialdad en su tono.
—Buenos días, Sirius —saludó acercándose lentamente mientras veía como su amigo intentaba colgar una pancarta donde un mes atrás, Molly había colgado la de felicitación por nuevos prefectos de Ron y Hermione. —¿Qué estás haciendo? —preguntó finalmente ignorando su tono hostil.
—Una decoración sorpresa para Nymph, hoy es cumpleaños— dijo Sirius con alegría.
—¿Hoy es el cumpleaños de Nymphadora? —preguntó con tal desconcierto que Sirius enarcó las cejas.
—Si ¿No lo sabias? —. Terminó de colgar la pancarta que, aunque un poco chueca, reflejaba con claridad la frase de felicitación— Se ve bien ¿eh? —murmuró Sirius — aunque si quiero seguir viviendo creo que mejor tacharé las ultimas letras —asintió, sonrió y con un movimiento de su varita la pancarta quedó finalmente así:
¡Feliz Cumpleaños, Nymphadora!
—¿Por qué no te molestaste en decírmelo? —la voz de Remus denotaba cierto resentimiento.
—Bueno, pensé que lo sabrías. Como ustedes dos se la pasan juntos, todo el tiempo, jugando al ajedrez. —Explicó Sirius, pero para Remus esa excusa estaba cargada de resentimiento oculto por la discusión que habían tenido hace algunas noches precisamente allí.
—Pero nunca hablamos de cumpleaños —murmuró Remus en voz baja, sintiéndose culpable de no haberse preocupado en averiguar algo como eso antes.
—Bueno pues ya lo sabes y si no tienes un regalo ahora puedes conseguirlo hasta el final del día—se encogió de hombros y miró por un segundo a su amigo y lo que vio lo hizo empezar a sentir culpa.
—¿Un regalo?... — murmuro Remus ¿Se suponía que tenía que darle algún tipo de regalo? no estaba seguro de que pudiera hacer eso.
—Bueno, es lo que las mujeres normalmente esperan en el día de su cumpleaños— añadió Sirius con una sonrisa.
«¿Qué seria? ¿Qué le gustaría a ella?» Languidecía en sus pensamientos inmediatos: —¿Tú le compraste un regalo?
Sirius soltó una risa sarcástica.
—¿Cómo? Si no puedo salir, olvidas que soy un insensato e irresponsable al que tienen que vigilar… pero no podrán tenerme así por mucho tiempo—exclamó con resentimiento mientras negaba con la cabeza—. Encontré algo dentro de esta maldita casa, que es bonito y que podría gustarle —sonrió con satisfacción.
«¿Con qué dinero iba a comprarle un regalo?»
—Yo no tengo para comprarle algo bonito—murmuró consigo mismo.
—Hay regalos por los que no tienes que pagar ni un solo knut —le respondió Sirius que lo había escuchado perfectamente.
«No recordaba cuando había comprado por última vez un regalo para una mujer».
El único regalo que Tonks se hacía por su cumpleaños era darse el día libre. Podía holgazanear cuanto quisiera, despertarse temprano y desayunar un helado o quedarse en la cama hasta las tantas, viendo películas en la televisión como tantas veces lo había hecho en casa de sus padres, pero en esta ocasión sería un poco diferente pues tenía otras opciones en mente. Y a pesar del clima que llevaba haciendo hace días, y que el cielo había amanecido de un gris pálido, no permitiría que nada arruinara su cumpleaños.
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Editado: 10.08.2021