Licántropo y Metamorfomaga

CAPÍTULO XXXVIII: A salvo

«Ponla a salvo»

Fue todo lo que Remus pudo pensar.  Las palabras cayeron sobre sí mismas en su cerebro, arremolinándose y repitiéndose, acelerando con el paso de cada segundo de tiempo.  Suplicándose a sí mismo que pensara en algo, cualquier cosa, que pudiera llevar a Tonks de regreso a la superficie: viva, ilesa y lo más lejos posible del oscuro túnel en el que se encontraban en una formación cuadrada y hostil de cuatro varitas levantadas.

—¡Ah! —gritó Bellatrix, con una lenta satisfacción que erizó los bellos de los brazos de Remus con inquietud. —Es la mascota mestiza de Dumbledore, ¿no?

Remus la miró, sus ojos duros y su rostro inmóvil.  Bellatrix seguía mostrando los dientes en una sonrisa inquebrantable y enfermiza, pero sus ojos, mientras lo miraba de arriba abajo, eran de puro disgusto sin filtrar.

—Nuestra pequeña rata nos ha contado todo sobre ti.

—Escoria de hombre lobo —murmuró Dolohov; su voz un estruendo monótono.

Ante esto, chispas de enojo salieron de la varita de Tonks y los dos Mortífagos se crisparon, alerta como zorros.  Remus se obligó a no mirar a Tonks.  Sabía que Bellatrix y Dolohov estaban esperando el menor signo de debilidad antes de atacar y que estaban muy felices de antagonizar a sus enemigos hasta que lo consiguieran.  Deseó que Tonks no aceptara sus burlas; para mantener la atención en él durante el mayor tiempo posible.  Pero los ojos negros de Bellatrix ahora giraban para aterrizar en ella.  La mirada hambrienta en ella hizo que Remus se sintiera enfermo del estómago.  La torturadora de Aurores.  ¿Bellatrix había usado esa misma expresión antes de arrancar la conciencia de Frank y Alice Longbottom?

—No te gustó eso, ¿verdad? —se burló Bellatrix, arqueando una ceja con alegría.  —¿Cómo te llamamos? ¿Qué mancha llevas? ¿Sangre sucia? ¿Amante muggle? ¿Traidora de sangre?

«No la toques, no te atrevas a tocarla o te arrepentirás» pensó, Remus.

—La cosa es que no soy una loca psicópata Mortífaga como tú, así que no los veo como manchas.  Insignias de honor, más bien.

Bellatrix soltó una extraña carcajada ofendida, su rostro contorsionado en una alegría sin humor.  La expresión de Dolohov no cambió: su rostro pálido parecía una máscara.  Ahora que Remus miró más de cerca, pudo ver cómo Azkaban los había debilitado: sus túnicas negras, aunque lujosas y de aspecto caro, colgaban de ellos; sus muñecas donde emergieron de las mangas eran huesudas como ramitas; tenían la misma mirada vacía y consumida que Sirius había poseído esa noche en la Casa de los Gritos.  Todavía se estaban recuperando.

Animado por una débil esperanza, Remus comenzó a ejecutar estrategias de duelo; analizar cuál de ellos era el más fuerte; trazando formas de hacer que Tonks a su lado derecho corriera hacia la salida.

—Esta quiere jugar, Antonin —dijo Bellatrix, sus largos dedos girando alrededor de su varita mientras apuntaba al pecho de Tonks. 

—Si eso es lo que se llama maldecirlos en el barro y arruinar su plan para hacer un túnel en el Ministerio, entonces, sí, quiero jugar.

El atrevimiento de Tonks solo hizo que Bellatrix pareciera más encantada; incluso más como un gato que se deleita con el lanzamiento de un ratón entre sus patas antes de aplastar su columna vertebral.  Entonces Remus recordó.  Era una Black.  Aunque Tonks había transformado sus ojos en negro y su tono de voz era diferente; aún seguía siendo mucho más joven de lo que implicaba su apariencia transformada.  «Ponla a salvo», pensó furioso.  Si era capturada y se descubría su verdadera identidad, la usarían para enviar un mensaje a la Orden y a sus padres.  Remus sabía con claridad cristalina que daría su vida antes de dejar que eso sucediera.  Mataría antes de dejar que eso sucediera.

—Tonta —siseó Dolohov.  —Sabemos cómo romper a los de tu clase.

—No te tengo miedo —continuó Tonks. —Su plan ha fallado y tenemos a su hombre.

—¡Hum! —exclamó Bellatrix, haciendo pucheros con falsa decepción.  —En realidad, ha sobrevivido bastante a su utilidad.  ¡Avada Kedavra!

Un chorro de luz verde atravesó el estrecho espacio entre Remus y Tonks.  Remus sintió que su túnica se ondulaba al pasar, tan rápido como un parpadeo.  Ni siquiera hubo tiempo suficiente para que Johnstone gritara, solo el ruido sordo cuando se quedó sin fuerzas en la tierra húmeda detrás de ellos.  Tonks dio un grito de rabia y su varita cortó el aire, enviando llamas doradas de cuerda disparándose hacia Bellatrix y Dolohov.  Lo detuvieron fácilmente, la cuerda explotó en pequeños fragmentos, y luego los cuatro se batieron en duelo: hechizos asombrosos rebotando en las paredes del túnel, cada uno de ellos agachándose y sumergiéndose, tratando de encontrar una grieta, un instante de distracción con el que tomar a su oponente con las defensas bajas.  

A través del caos, Remus registró un hecho crucial: los Mortífagos no estaban usando maldiciones asesinas, su objetivo era capturar.  Lo que Bellatrix y Dolohov enviaron en su lugar fueron aturdidores que se movían en sacacorchos; maleficios paralizantes que tomaban la forma de serpientes a sus pies; hechizos que producían nubes de gas que Remus sabía que causaban un mareo intenso, si no se disipaban.  Pero Remus y Tonks tenían un arsenal propio: un fuego brillante y deslumbrante que ardía y desorientaba; una ola que suspendió a los oponentes en el agua; transfiguración animal que momentáneamente redujo al objetivo a forma de creatura.




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