Sirius se palmeó la túnica, hurgando en los bolsillos con las manos, hasta que sacó un espejo con bordes de bronce deslustrado y lo acercó a su cara.
—¡Harry! ¡Harry! ¿Estás ahí?
—¿Cómo puede Harry estar en peligro? ¿Qué ha sucedido? —preguntó Remus, luciendo pálido y levantando la voz para ser escuchado por encima de las llamadas de Sirius a su ahijado.
—Me llamaron a la oficina de la directora. Potter lo había intentado y, solo puedo suponer, no pudo usar la chimenea de la profesora Umbridge. Ella, asistida por su llamado Escuadrón Inquisitorial, retuvo a Potter, Granger, ambos Weasley, Longbottom y Lovegood. Ella exigió que le trajera un frasco de veritaserum. Al negarme, fui a despedirme, momento en el que Potter me informó que “tiene a Canuto” —Snape pronunció el nombre como si se viera obligado a pronunciar una palabrota particularmente indigna —“tiene a Canuto en el sitio donde lo guardan”.
Sirius miró a Snape y de nuevo al espejo.
—¡Harry!
Frotó el espejo, mirándolo como si quisiera meterse dentro. Era la primera vez que Tonks veía miedo en el rostro de Sirius.
—Si eso es cierto y Harry cree que me han capturado, ¿por qué no habría intentado ponerse en contacto conmigo? ¡He tenido esto encima todo el tiempo! —preguntó Sirius, agitando el espejo en su mano. —¿Por qué demonios deberíamos confiar en ti?
—No tienes más opción que confiar en mí —dijo Snape, su voz era un susurro peligroso. —Cualquiera que sea ese objeto en el que estás aullando, no confiaría en el recuerdo de Potter. El chico y sus compañeros ya no están en el castillo. Teniendo en cuenta lo que has escuchado, ¿dónde crees que están? Difícilmente estaría fuera de lugar para Potter llevar a sus leales seguidores al peligro bajo delirios de heroísmo. Volveré a la escuela y registraré el bosque; es posible que Potter simplemente haya sido asaltado mientras intentaba deshacerse de la directora, pero mientras tanto, debes alertar a quien esté de guardia esta noche en el Ministerio.
—No hay nadie de guardia —dijo Kingsley. —Todas las entradas estaban bloqueadas para Tonks y para mí.
Todos en el pasillo parecieron congelarse cuando la plena realización, como una tormenta, cayó sobre todos a la vez. Harry había sido atraído al Departamento de Misterios. Y el Departamento de Misterios estaba desprotegido.
—Una trampa —suspiró Remus.
—Y Potter podría estar entrando directamente en eso —dijo Moody.
—Lo vamos a sacar de allí. Ahora mismo —exclamó Sirius, sacando su varita.
—Avisaré a Dumbledore y le diré que venga al Cuartel General de inmediato —añadió Snape, su voz ya no era suave como la seda sino cortante y rápida. —Black, deberías esperarlo aquí. Cuéntale lo que ha pasado.
—¡Vete a la mierda!, ¡no soy tu mensajero! ¡Mi ahijado me necesita!
—Quédate atrás por Dumbledore. No seas tonto —replicó Snape.
—¡No recibo órdenes tuyas, Snape! —gruñó Sirius entre dientes, cuadrando los hombros. —¡Voy al Ministerio y si descubro que este engaño podría haber sido prevenido por falta de las lecciones de oclumancia, será mejor que reces para estar a mil millas de distancia de mi varita!
Moody, Remus y Kingsley comenzaron a hablar a la vez, una cacofonía de voces que rebotaba en los paneles de madera oscura del pasillo estrecho, pero Sirius los ahogó a todos.
—¡KREACHER!
Alrededor de la puerta de la biblioteca aparecieron ojos venosos y una nariz carnosa con forma de hocico. Sirius se agachó y agarró a Kreacher por la tela sucia alrededor de sus caderas, tirando de él hacia ellos.
—¡Espera aquí a Dumbledore! ¡Dile que vamos al Departamento de Misterios y dile el por qué! Sé que has estado escuchando.
—Como el amo desee —gruñó Kreacher.
Sirius pasó por encima del elfo. Tonks abrió la boca, pero no salió ninguna palabra: su corazón estaba acelerado y su cabeza no podía elegir un lado. Si estuviera en el lugar de Sirius, haría exactamente lo mismo: no detenerse ante nada para sacar a alguien a quien ama fuera de peligro. Pero, sin duda, dejar que el hombre más buscado del país, el chivo expiatorio del Ministerio cuya propia alma estaba perdida, se dirigiera directamente al vientre de la bestia, ¿era una locura?
Fue Remus quien se paró frente a Sirius y puso una mano en su pecho.
—Severus tiene razón, Sirius. Tienes que quedarte aquí —dijo. —Todo lo que se necesitaría es un solo dementor, o un Auror extraviado, para atacar mientras estamos distraídos con el duelo y tú no vivirías para proteger a Harry otro día.
Sirius le quitó el brazo a Remus con el dorso de la mano. Se irguió en toda su estatura, ojos duros y negros debajo de su frente poblada, y había un olor caliente a quemado por las chispas que salían de su varita.
—No creas que no me enfrentaré a nadie que intente evitar que proteja a mi ahijado —gruñó, mirando a cada uno de ellos por turno, antes de fijarse en Remus nuevamente. —Incluso tú.
Remus parecía afligido, pero no dijo nada: sabía, como todos ellos, que no se podía decir nada más. La energía pareció extenderse por el cuerpo de Sirius. Las velas a su alrededor estaban parpadeando. Iba a venir con ellos.
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Editado: 10.08.2021