ENCUENTRO CERCANO
Circe Durán conocía un truco para burlar a la mente antes de un concierto.
La noche antes de un evento se decía a sí misma que la canción que iba a interpretar sería «María tenía un corderito», fue el primer tema que aprendió a tocar con el violín bajo la tutela de su difunta abuela y la que le permitió entrar en el círculo de músicos de la Unión. No importaba quien fuera el Director de la orquesta, cuánto tiempo pasó practicando o en dónde o para quién tocaría, nada podía ser más difícil que tocar ese primer tema que le enseñaron, se metía esa idea en la cabeza desde la noche antes del concierto hasta el final de evento.
Esa técnica le funcionó cuando le asignaron tocar el violín de Niccolo Paganini, cuando estuvo en exhibición, traído desde Génova a pedido del Ministerio de Cultura ante un reducido público que constaba de periodistas, maestros de música y fotógrafos. El instrumento era una pieza restaurada, mantenida, cuidada a través de los siglos, por sí solo el instrumento proyectaba devoción y respeto a todos los conocedores de la música clásica, en aquella oportunidad, que una adolescente se atreviera a tocar aunque fuese solo con el dedo meñique el instrumento personal de uno de los músicos más importantes de la historia era considerado una blasfemia, pero lo hizo, tocó una breve pieza musical, tomaron fotos, el público vio a una rubia con un violín en los afiches de la exhibición, se vendieron entradas, la polémica quedó en el olvido.
Porque tocar ese violín sagrado no podía ser más difícil que interpretar «María tenía un corderito»
Volvió a utilizar la técnica en el pequeño evento en el pueblo de Aylón, era un evento que por su organización pudo haber sido tildado de improvisado, pero fue una oportunidad para darle a la gente melodías distintas a las que escuchaban en sus audífonos, se prepararon temas, se organizó el lugar, se hicieron las invitaciones, los músicos tenían la ventaja de poder disfrazar cualquier error en la interpretación debido al oído poco entrenado del público.
Pero no hubo errores, porque tocar al aire libre no podía ser más difícil que interpretar «María tenía un corderito»
Más esta vez, la rubia violinista pondría esa técnica de concentración al límite.
Tocaría en el Auditorio Metropolitano, 10.000 asientos ocupados, y en uno de ellos estaría sentado Henry Oberon, el Alcalde Mayor, era un acto donde la cultura y la música se unían forzadamente a una causa política, pero ningún músico en la posición de Circe estaba en condiciones de negarse.
Ese sábado en la mañana, la muchacha escuchó repicar su G-Com, dejó de lado la preparación de su instrumento y de ella misma para atender la llamada, en la pantalla apareció el rostro de Lázaro Ximénez.
—Buenos días Circe.
—Lázaro, no esperaba tu llamada—Comentó la violinista con una leve sonrisa.
—Imagino que estas ocupada, no hemos hablado en estos días.
—Han pasado cosas supongo, aunque luego de la visita a tu casa no sabía bien que decirte.
—Pero si ahora sabemos que decirnos podemos hablar un momento, en el Auditorio no creo que tengamos oportunidad, y hablar en el colegio ya no es como antes.
—¿El Auditorio?, ¡¿finalmente irás?!
Sonriente, el joven estudiante asintió.
Circe le dijo donde vivía, unos minutos después Lázaro apareció en la puerta del edificio montado en su Stingray, Circe bajó a recibirlo, se miraron a los ojos de la misma forma que lo hacían desde antes que ella fuera a su casa.
—Tenía que regresarte la visita—Dijo Lázaro.
—Mmmm, pero a mí no se me quedó ningún cuaderno—Le dijo Circe sonriente, el joven Ximénez le correspondió de la misma forma.
Fueron al parque que estaba en la parte trasera del edificio, allí los árboles, los columpios y la grama hacían una desigual competencia con los videojuegos para llamar la atención de los niños, los jóvenes entonces se sentaron en una banca.
—Quería ofrecerte disculpas Circe.
—La culpa se puede decir es compartida, no debí irme como lo hice, pero si tengo unas preguntas, si no te molesta claro.
—No, puedes preguntar lo que quieras.
—Después de que te enteraste que Débora era la novia de Marcos, ¿la volviste a ver?
—Sí, al día siguiente, Débora vino a la puerta de mi casa. Con ojos llorosos, me dijo que pensó que lo nuestro no funcionaría, que era demasiado bueno para ser verdad y que por eso me «despachó» en la forma como lo hizo, aunque siempre me tuvo en su mente, ¡me tuvo en su mente mientras estaba con otro! ¿Puedes creerlo?, y no digo que yo sea un santo, pero lo que más me molestó fue que no tuvo el valor de decirme en mi rostro que me dejaba, no voy a mentir, me dolió la manera en que me borró de un solo golpe… ¿Su excusa? Dijo que con Marcos revoloteando por allí sería una lucha bastante jodida para estar juntos y que no sabía si podría afrontar eso.